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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáVeo “deshilvanarse” lentamente a este querido Uruguay viviendo una larga siesta después de haber comido un abundante asado.
En el campo de la educación las hilachas siguen dando pena.
Desde hace años viene aumentando la matrícula en la UTU; a dos semanas de comenzados los cursos todavía quedaban 6.000 alumnos sin poder ser integrados a los cursos regulares pues no había cupos disponibles. De los alumnos asignados, en algunos grupos no tienen profesor.
Un mes después sabemos que aproximadamente 3.000 jóvenes quedaron sin ingresar a la UTU por no tener cupos. ¿Candidatos a “ni-ni”?
La educación tecnológica sigue siendo la cenicienta en este país de “dotores”. Desde Latorre que creó la “Escuela de artes y oficios” (1876) y a pesar de la prédica de Bauzá, Figari y el Dr. Arias, la formación tecnológica universitaria avanzó muy lentamente.
En 1942, la Dirección General de Enseñanza Industrial crecía todos los años. Entre 1932 y 1942 se pasó de 4.708 a 10.400 alumnos. Existían cursos de mecánica y electrotecnia; industrias navales, de la construcción y “femeninas”; artes gráficas y plásticas; cursos nocturnos para obreros; escuelas de lechería, citricultura, enología, silvicultura y varias escuelas agro-industriales en el interior.
El presidente Baldomir creó entonces la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU). Entre 1942 y el 4 de enero de 1973 la educación tecnológica, a pesar del grado de “Universidad”, vivió un triste segundo plano en la consideración de la gente y los dirigentes del sistema educativo. Todo esto es resultado de la concepción según la cual la aptitud manual es “de segunda” frente a las “profesiones liberales” que el liberalismo y el positivismo burgués de los “dotores”, que nos viene del siglo afrancesado XIX, nos impusieron como evidente. A esto se agrega la “idiosincrasia criolla” del siglo XX en destacar las ventajas de la preparación para el desempeño de los empleos públicos. Recuerdo las caras de temor de los padres y la vergüenza que experimentaban los niños que terminaban sexto año escolar cuando en los resultados finales el boletín de calificaciones cerraba con un humillante “pase a UTU”. Era decirle “lo tuyo es trabajar con las manos y el overol frente a los seleccionados a ser profesionales de cuello blanco”.
A finales de 1972, el presidente Pacheco envió al Parlamento un proyecto de “urgente consideración” que se convirtió en la ley 14.101 el 4 de enero de 1973. La llamada “ley de educación general” no resolvió el problema esencial de la educación sino que reorganizó lo mismo existente en torno a la creación del CONAE.
Al finalizar la dictadura, la CONAPRO envió al Parlamento un “proyecto de ley de emergencia”, en el cual participé como redactor, que hizo una nueva cosmética considerada el máximo posible en ese momento, con la intención de que en seis a veinticuatro meses se haría la ley definitiva. (Como nos corresponde a los lentos uruguayos, ésta se concretó 24 años después). Fue el único texto de la CONAPRO que se aprobó, prácticamente sin retoques, en 1985. Triunfó el inmovilismo. Todo quedó en el mismo lugar que venía desde décadas atrás.
El 12 de diciembre de 2008 el presidente Vázquez promulgó la “ley de educación general” que en el punto de UTU que venimos considerando no ofrece especial novedad.
Llegamos al duro presente de un sistema educativo trancado y expulsor de sus matriculados.
Hoy, esta UTU (sobreviviente) llega a casi 100.000 alumnos y la demanda en cantidad y calidad se acrecienta.
El Uruguay pide a gritos un cambio de matriz educativa.
¿No sería posible hacer de esta UTU una verdadera universidad tecnológica? No, por supuesto que no, mientras la ceguera política y corporativa mire para otro lado.
Esto se intentó en la Presidencia de José Mujica pero no prosperó. La preocupación del presidente era canalizar la demanda creciente de los jóvenes por capacitación técnica laboral, pero eran necesarias varias modificaciones al mismo tiempo: despejar a UTU de los miles de alumnos que cursan los estudios secundarios y fortalecer la formación superior de unos seis mil alumnos de tecnicaturas e ingeniería. Esto desbalanceaba la ecuación de poder interno y generaba una novedad imposible de sufrir para mentalidades uruguayas que deberían actualizarse aceleradamente. “No me la llevaron” diría el Pepe, pero en realidad era muy difícil (imposible) combinar tantas motivaciones e intereses dispares.
Hay que comprender que estos temas educativos no se solucionan por ley ni decreto.
Se fundó entonces, en el gobierno de Mujica, la UTEC. Como toda solución de compromiso salió sin fuerza y sin presupuesto. Ahora se festeja haber llegado a los 400 alumnos. Enhorabuena.
Lucha por sobrevivir. Recibe ayuda de UPM (U$S 3.500.000) y de los gobiernos finlandés, chino y brasileño. Ahora está embarcada en crear una facultad de Música Creativa, para el interior y alumnos extranjeros.
El sistema educativo uruguayo se sigue deteriorando por la incapacidad de realizar las reformas necesarias que le permitan responder a las actuales demandas de los jóvenes y de la sociedad en que se insertan.
El fracaso escolar de los jóvenes en UTU es del entorno del 40%, unos 10.000 jóvenes por año. En Secundaria está en un 20% (24.000 alumnos).
Mientras tanto, para el CODICEN ¡todo va bien!
Estamos realmente ansiosos de poder comunicar y comentar buenas noticias, nos esforzamos por encontrarlas y cuando aparecen las aplaudimos y festejamos. Sin embargo, la cotidianidad se nos hace difícil.
Lic. Jorge Scuro