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    La muerte de Fernández Huidobro y el discurso del comandante en jefe

    Sr. Director:

    En el Hospital Militar murió el ministro de Defensa Nacional, precisamente donde hace casi medio siglo y mediante una histórica cirugía bucomaxilofacial, se le salvó la vida a Raúl Sendic Antonaccio, como a otros sediciosos, para luego restituirlos también a la “vida democrática” del país.

    Responsable principalísimo durante la última guerra revolucionaria de graves delitos de lesa nación por atentado a la Constitución y demás instituciones del Estado, y corresponsable de gravísimas violaciones a los derechos humanos: secuestro, tortura, desaparición forzada y decenas de asesinatos de personas inocentes, entre ellas varios integrantes del Ejército, soldados y oficiales, murió Eleuterio Fernández Huidobro ungido con los santos óleos por el capellán católico, un coronel de Infantería de linaje armenio.

    Por alguna razón se lo solicitó su familia, de modo que sin haber pedido motu proprio confesarse y reconciliarse mientras le fue posible, solo Dios puede conocer su verdadero dolor de corazón y arrepentimiento de sus pecados, para recibir perdón e indulgencia plenaria por el sacramento de la unción de enfermos.

    Su amigo y mi muy apreciado obispo de Minas, monseñor Jaime Fuentes, Opus Dei, se alegró por ello y se lo expresó en una amorosa carta abierta de la que entresaco: “¡Bien!” por la unción, y después de recordarle la historia de un viejo rosario que guardaba desde niño y regaló a su hija le dice: “No te estoy canonizando, Ñato (imposible intentarlo, coincidimos, ¿no?)”, “…seguramente tendrás que pasar por la ‘tintorería’ y limpiar el traje antes de entrar al Banquete —quien más quien menos, todos agradecemos el Purgatorio— , contá con mi ayuda…”.

    El eximio Padre Pablo Coimbra testimonia que: “… luego de bautizar a su hija Manuela, me dijo: ‘Padre, hoy me siento más católico que nunca’, después hablamos acerca de su preocupación por el avance de algunas sectas y su apuesta a que la Iglesia católica ocupara el lugar que le correspondía; por supuesto que esa ‘confesión’ no dejó de sorprenderme. Lo cierto es que a partir de aquel día comencé a prestar más atención a algunas de sus declaraciones y posiciones ‘políticas’.”

    Una vez, hace ya suficiente tiempo, arreglando el mundo frente a una botella y trabajando por el cese de hostilidades y la reconciliación nacional, me dijo: “nosotros también somos algo cristianoides”.

    Lo dicho, vaya uno a saber, pero a la capilla del hospital donde murió asistido y reconfortado, la apoyó hasta su muerte.

    Valga este preámbulo para acercarnos a las ideas más centrales que quiero destacar.

    Su sepelio presentó ciertos rasgos discepolianos, dando más que nunca razón a aquello de “genio y figura hasta la sepultura”: el padre Antonio, amigo de la esposa, con esta, la hija y algunos otros dando la espalda a los disertantes, de frente al cajón como un mostrador, cubierto con la bandera de Peñarol, una bufanda, una botella de Espinillar y la Bandera de Artigas, profanada, usurpada y modificada ilegalmente en su diseño oficial.

    En ese marco circundante, en oportunidad de la muerte de un ministro tupamaro con doble apellido que suena a virrey: Fernández Huidobro, y con toda la histórica cirunstancia orteguiana de su genealogía y profesión habitando su ser, habló un Manini Ríos, mi comandante en jefe del Ejército, fiel artiguista si los hay.

    “Voy a hablar en nombre de las Fuerzas Armadas y no del pasado que dividió, que fracturó a los uruguayos. Voy a hablar del presente, desde lo personal”.

    Habló pues como jefe representante, pero dando a la vez testimonio personal como subordinado, mando y obediencia, transidos por la muerte del ministro y confidente.

    Al decir que no hablará del pasado, lo hizo precisamente presente, lo evocó como contexto y principio insoslayable del discurso y sin el cual no se entendería nada de sus mensajes, metamensajes, sentimientos, ni del clima de mutuo perdón y misericordia en la hora del juicio particular.

    “Quiero destacar la coherencia de Eleuterio Fernández Huidobro. Su capacidad de análisis singular de la realidad y de la actualidad lo llevaron a entender perfectamente que detrás de quienes atacaban a las Fuerzas Armadas, de quienes buscaban debilitarlas, destruirlas, de quienes buscaban suplantarlas por una guardia nacional, que detrás de ellos estaban los centros de poder mundial a los que él combatió durante toda su vida, y he ahí su coherencia”.

    No escribiré una línea para demostrar lo que se afirma, por evidente, y a todos aquellos a quienes les quede bien el sayo de atacantes de las Fuerzas Armadas, de antiimperialistas incoherentes al servicio de “inconfesables intereses”, desde las organizaciones de Rockefeller y Soros, pasando por las cortes internacionales y supranacionales de “derechos humanos” que subyugan nuestra soberanía presionando para encarcelar militares, verdaderos prisioneros políticos por haber impedido con su sangre la instauración de una dictadura comunista, y a los pusilánimes y a los que están en Babia, allá ellos y ellas. Dicho sea de paso, tampoco es casualidad que ahora en varios países de la región estén tratando de reformar los retiros militares.

    “Creo sinceramente que quienes vestimos el uniforme de las instituciones armadas de la República le debemos un sincero homenaje a don Eleuterio Fernández Huidobro”, terminó diciendo el comandante, mientras Mujica dijo: “Sé perfectamente que vas a vivir allí donde haya una causa que redimir, donde haya gente aplastada, olvidada, donde haya un sueño por el que vale la pena comprometer la vida para luchar, vas a estar vivo y presente.”

    Al parar mientes en las palabras del comandante, parecería que a esta “causa que redimir” en algún grado le dedicó sus últimos años don Eleuterio, defendiendo a los soldados de su patria, gente olvidada y estigmatizada si las hay y que sin embargo también sigue por siempre inmutable, coherente, comprometiendo su vida para luchar por los altos ideales nacionales, aunque le cueste.

    Sobre la decisión de Huidobro de defender a las Fuerzas desde dentro del gobierno, con todas las limitaciones que supone y como ministro escudo, o como si alguien ha dicho en las redes sociales militares, actuó como el bueno y los reclutó a todos, o si sigue siendo únicamente un asesino de camaradas o un aliado, propongo en todo caso la lógica viva antes que los paralogismos de falsa oposición, los juicios de grado ante un concepto difuso, antes que las certezas. En materia opinable, mis respetos a todas y a los sentimientos que las acompañan.

    Sin embargo el comandante habló fuerte y claro, urbi et orbi, para los de afuera y los de adentro; para estos, para los futuros comandantes en jefe, futuros capitanes y sargentos, sentó doctrina y separó aguas entre amigos y enemigos, para los otros, creo que deberían escuchar con mayor atención que la aparentemente prestada. Como no he escuchado comentarios ni de tirios ni troyanos sobre este discurso que me parece, humildemente, el más importante desde el punto de vista político y militar expresado por un comandante en jefe en los últimos treinta años, es que le he pedido esta publicación al señor director.

    Coronel José Carlos Araújo

    CI 1.273.330-6