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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl pasado 18 de marzo, en uno de los clásicos almuerzos de ADM, hablaron los presidentes de cuatro gremiales muy importantes. Estaban también, los ministros de Economía, Industria y Trabajo, más el secretario de la Presidencia. Todos los oradores se refirieron a los problemas que padece el país y también los más específicos de sus sectores. Planteos serios. Planteos —obviamente— poco novedosos. Porque en Rodelu, los problemas, como casi todo, cambian muy poco.
Así, los presidentes hicieron hincapié sobre lo caro que resulta producir en nuestro país, y uno, el de la Cámara de Industrias, señaló que la madre del borrego no está en el tipo de cambio, que sí está atrasado, pero eso es más consecuencia que causa (con la cual, si se devalúa, al tiempo, volveremos a estar como antes). Las verdaderas causas, como señaló el aludido presidente, están en nuestros costos —directos e indirectos— que la cultura política yorugua (no solo los políticos) a la vez pide y dice rechazar. Como bien sabemos.
Todos hemos oído hablar del tema. De las regulaciones, los monopolios, las rigideces laborales, los costos tributarios, la burocracia… O sea que tenían razón los presidentes al señalar el tema, pero de nada van a servir ni sus razones ni sus discursos. Si las gremiales empresariales creen que lo del otro día va a producir algún efecto, están más engañados que piojo en peluca.
Es cierto que quien puede instrumentar cambios es quien tiene poder y, en este caso, estamos hablando del gobierno. Pero para que el gobierno (cualquiera sea) pueda trancar fuerte cortando gastos, se precisan cuatro cosas: convicción, voluntad, información precisa y presiones favorables (que equilibren las desfavorables). Los primeros dos elementos son propios al gobierno. El sector privado no los puede suplir. En cambio, el gobierno, aún queriendo, difícilmente pueda hacer algo efectivo si el sector privado no lo asiste en los otros dos.
Luis Mosca, excelente hombre de gobierno y gran amigo, me decía —medio en broma (medio)— “a esta altura, si alguien me habla de Reforma del Estado, creo que le pego”. Porque con ese enfoque maximalista, teórico, termina no haciéndose nada. Si las gremiales quieren llegar a algo concreto, tienen que ponerse las pilas. Más precisamente, tienen que convencer a sus afiliados de ponerse las pilas. De hacer y no solo de hablar.
Lo primero que precisa un gobierno, para poder actuar en esta materia, es información. Información concreta y precisa de las normas y prácticas que generan costos, trabas, engorros, etc. Si ese trabajo lo tiene que hacer el gobierno (a través de burócratas que se sentirán amenazados en sus cargos y sus curros), cuando quiera acordar, está en la próxima campaña electoral. No son solo los políticos, pensando en los votos, que le sacan el … a la jeringa: antes que ellos empiecen a pensar en la cosa, los burócratas hace rato que cajonearon el expediente.
El sector privado —si realmente quiere cambios— tiene que tomarse el trabajo de inventariar, con detalle, cada uno de los hechos que lo llevan a protestar. Nadie como el empresario sabe qué es lo que traba y puede identificar las normas (leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas, circulares…) y las prácticas que carecen de sentido o que generan perjuicios.
Hace algo más de un año, la Cámara de Comercio lanzó una iniciativa en este sentido y creó un Observatorio de Desburocratización, e invitaba a sus socios y a todo empresario inquieto a aportar la información antes referida. Creo que tuvo muy poco eco de los empresarios (los mismos empresarios que se quejan). Más recientemente, CERES, montó una iniciativa en el mismo sentido. Vamos a ver cómo le va.
La información concreta no es solo necesaria para saber dónde hay que actuar, sino que, además, sirve para tratar de equilibrar presiones. Cualquier reforma levanta resistencias, que argumentan capciosamente: teorizando genéricamente contra la “privatización” o sacudiendo ejemplos truchos de indefensión (la tiranía del mercado, etc.). Solo si se puede enfocar la reforma sobre algo concreto, cuyos efectos son medibles, es posible vencer la resistencia de la burocracia y los sindicatos.
En suma, si el sector privado no se toma el trabajo de asistir concretamente todo intento de reforma, quedará en retórica. La culpa no la tiene el chancho, sino el que le rasca el lomo.
Ignacio De Posadas