—Hizo un curso intensivo.
—Tal cual. Un intensivo partidario, los organismos, el funcionamiento, cómo se definen las cosas. También siento que, por el comportamiento de mucha gente durante la campaña y después de las elecciones, me quedó claro con quién nunca militaría, a quién no siento cercano. Y quiénes son los que estuvieron, apoyaron, valoraron el trabajo. La elección no es solo el resultado. Vos dejás muchísimo. Siento que más de lo que hice no podía haber hecho. Estuve hasta el día anterior de la elección del 24 de noviembre recorriendo asentamientos en Montevideo, hasta la tarde anterior de la elección… No puedo decir que no hice lo suficiente. En eso tengo tranquilidad. Y por eso todo este tiempo estuve… no guardada, pero sí trabajando más en las sombras, con más bajo perfil.
—¿Le sirvió de algo bajar el perfil?
—Ahora que ya pasó la elección de mayo, obviamente una hace el balance de lo que pasó, de por qué se perdió el gobierno. Y creo que esa discusión va a ser necesaria que se procese, que no se quede cada uno con una idea, o con un enojo, o que no tuvo la posibilidad de decir. Me parece que hay que cambiar esto, sobre todo de cara a una elección en la que todos aspiramos a que Luis (Lacalle Pou) vuelva a ser presidente. Entonces, hay que enmendar ciertas cosas que pasaron en el gobierno y en la campaña para no cometer los mismos errores. Me pasó en las recorridas en los barrios de Montevideo, donde estaba el Plan Avanzar instalado, que la gente me dijera convencida que lo estaba haciendo la Intendencia de Montevideo. ¿Eso qué significa? Que no pudiste resumir tu trabajo de cara a la elección. Porque si la gente, que es la beneficiaria, está convencida de que lo hizo otro, y el otro es el que te ganó la elección… Creo que eso fue un problema. Y, en la interna, si yo pudiera modificar algo de lo que hicimos, sería el proceso de la comunicación de la fórmula de mi candidatura. Obviamente es con el diario del lunes, pero creo que fue lo que hizo más ruido: tener que explicar después por qué la elección de Álvaro. Creo que fue tan respetuoso con los nombres que él podía estar manejando que eso hizo que fuera tan hermético el tema. Falló cómo se procesó para que no fuera la sorpresa que fue en ese momento.
—Quiero detenerme ahí. En aquella noche de junio hubo abucheos, gente que no entendía, militantes que se miraban. Y usted recién hablaba de que este proceso le dejó cosas positivas y negativas, y apuntaba a gente con la que no militaría más. ¿Desde ese momento, de ese ruido que hubo alrededor de su anuncio, identifica realmente con quiénes no le gustaría militar de acá en más?
—A ver, sobre la reacción de esa noche: yo no soy de gritar, abuchear e insultar, no es mi forma de ser, pero entiendo que a mucha gente le sorprendió, a otra le molestó o no estaban de acuerdo o querían a otra persona. Hay mucho blanco, que es blanco blanco, que buscaba a alguien de partido, o que quería eso más allá de si beneficiaba o no el resultado electoral. Obviamente entiendo y comparto el motivo por el que Álvaro toma la decisión. No porque sea yo, sino por esto de ensanchar la base, de que otras personas se puedan sentir identificadas, que haya alguien que venga de otro lugar, de otro tipo de militancia. A mí me parece que la señal está buena, sobre todo en un momento político en el Uruguay en el que la batalla cultural se menciona permanentemente. El Frente Amplio parece que se apropió de todos los colectivos sociales, de todos los movimientos, de la militancia sindical, social. Entonces yo, que vengo de ahí y que no siento que el Frente Amplio sea mi dueño ni de las causas por las que yo milito, creo que estaba bueno para que otras personas vinieran porque habían sentido lo mismo que me pasó a mí cuando estuve en el Frente Amplio: que una cosa era el discurso y otra cosa era lo que realmente pasaba.
—¿Pero entonces lo que le hizo ruido a usted y le hizo ruido a la gente es cómo se comunicó la fórmula? ¿Cree que se perdió demasiado tiempo explicándola?
—No sé si había otra forma de comunicarme. Y no sé si se perdió tanto tiempo. Por el otro lado pensaba que el Frente Amplio cerró con una fórmula forzada, porque todos sabíamos que en gran parte del Frente a Carolina Cosse no la querían. El propio (José) Mujica y (Lucía) Topolansky habían planteado que si ganaba Cosse se perdía la elección. Había un rechazo fuerte. Y no había caras felices cuando termina haciéndose esa fórmula obligada. Y a pesar de que fue una fórmula forzada, duró lo de esa noche. Porque, a partir de que salimos nosotros, la fórmula del Frente Amplio quedó perdida en la opinión pública. Y más allá de que tuvimos que explicar e hicimos esa ronda de medios, ahí estábamos nosotros como fórmula asumiendo ese rol, y con Álvaro plantándose en su decisión. Entonces tuvo su parte buena. Pero en la interna blanca, por cómo el partido procesa las cosas, no sé si hay alguna forma. Porque también te digo esto: yo analizo que ahí pudo haber un problema en la interna, pero después el Partido Nacional vota bien, no vota mal. Y estoy convencida de que un blanco no iba a dejar de votar esta fórmula para votar a la de Yamandú Orsi y Cosse en noviembre. Entonces, ese discurso que alguno quiso instalar para pegarle a Álvaro —porque yo siento que era para pegarle a Álvaro, no para pegarme a mí—, de que el problema fue la fórmula, no lo entiendo. Porque no veo que un blanco no haya votado a Ripoll para votar a Cosse.
—¿O sea que Ripoll no perdió votos blancos?
—No siento que en este proceso haya habido blancos que hayan dicho “no voto a Ripoll porque viene del Frente Amplio”. ¿Y entonces después votás a Cosse?
—Pudo votar en blanco o anulado.
—Pero no aumentó el voto en blanco ni el anulado. Fue el mismo que todas las elecciones. En lo que tiene que ver con el votante blanco, estoy convencida de que no. A los blancos que no les gustaba la fórmula no votaron a Orsi. De eso estoy convencida. El problema de la coalición en sí también lo tuvo Luis. Hay un problema de octubre a noviembre. Yo creo que es multicausal, que hay muchas situaciones: cómo asegurar los votos, la intensidad con la que se milita, esto de trabajar mucho para el diputado y después hay una baja de la intensidad. Creo que esto solo lo cambiaría el ser coalición previo a la elección de octubre. Lo que me dejó esta campaña es que, para que la gente realmente sienta la coalición, tiene que estar desde el arranque.
—O sea que en 2029 tienen que ir con lema único.
—Hoy te digo que sí, sobre todo por haber vivido en primera persona la campaña. Es cómo fidelizás. O sea, me tengo que sentir parte de para no dudar. Porque, ya si hay una duda porque soy colorado, o soy de Cabildo, o soy de lo que sea y en realidad tengo que votar la fórmula blanca, no la siento mi fórmula. Distinto es si desde el arranque somos coalición. Similar a lo que le pasa al Frente Amplio, que podrá tener diferencias el MPP con el Partido Comunista, pero no hay duda de que votan juntos y que esto es natural desde el arranque. Creo que hay que ponerlo arriba de la mesa. Fortalecería muchísimo hasta la forma en la que hacés campaña.
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Valeria Ripoll en el Palacio Legislativo durante la entrevista con Búsqueda
Javier Calvelo / adhocFOTOS
—Y después de este tiempo de evaluación, ¿qué otra cosa ve que haya salido mal en la campaña?
—Hay cosas en las que hay que trabajar a partir de ahora mismo. Me pasó en Santa Catalina que una vecina me decía: “Yo sé que están haciendo todo mal en Montevideo, pero no puedo votar a un blanco”. ¿Entendés? O sea: “Prefiero quedarme con esto desastroso, sigo viviendo con la falta de dignidad que vivo porque ideológicamente no puedo votar a un blanco”. Entonces, hay algo que transformar en el Partido Nacional.
—La batalla cultural.
—Exactamente. Y que vos solamente la destruís o la derrotás estando en el territorio al lado de la gente. O sea, si yo estoy los cinco años instalado en los barrios, laburo con la gente, con los referentes de los lugares y hacemos una construcción colectiva, obviamente que esa persona va a confiar en mí. Pero porque me ve trabajando, me ve en la cotidiana, no me ve en la lejanía del Palacio Legislativo. A mí me parece que hay que tener un buen proyecto de cercanía, que obviamente en Montevideo y Canelones tienen que tener un perfil distinto. ¿Qué es lo que hace el Partido Nacional en el interior? ¿Cómo el Partido Nacional pasa de 650.000 votos a tener 900.000 en la elección municipal? Es la cercanía. ¿Y dónde no cambió prácticamente? En Montevideo y Canelones. O sea, siempre estamos en ese mismo lugar. ¿Dónde nos falta esa cercanía, que es donde vive la mayor parte de la población? En Montevideo y Canelones. Creo que eso le falta al partido. Y lo que te decía del problema de resumir lo que se hizo. Estoy convencida de que un hay un montón de relatos y situaciones que pasaron durante el gobierno, una mentira repetida muchas veces se transforma en una verdad para algunas personas. Y me pasó de personas que creían cosas que no eran las que habían sucedido, o utilizar situaciones pero generar una historia mal contada de lo que fue pasando. Y esas cosas acumulan en el imaginario colectivo de la gente. Errores también sucedieron porque ningún gobierno es perfecto y pasaron cosas que restaron.
Hay gente que no estuvo conforme con la campaña tampoco. Creo que pasaron un montón de cosas que hay que analizar. El victimizar a Orsi fue totalmente negativo, porque eso demostraba que no conocían a Orsi. Si yo tengo que resumir a Orsi, antes de resumir su gestión, digo que es un buen tipo. Tengo un buen vínculo, buen diálogo, me reuní un millón de veces, es un tipo que cae bien. Entonces lo peor que podés hacer es pegarle porque, cuanto más lo victimizás, más lo fortalecés.
—¿Falló esa estrategia de ridiculizarlo como Tribilín?
—Para mí no estuvo bueno. Y que no es de una sola persona ni de un solo lugar, porque lo veías en las redes y había un ataque fuerte a él, una victimización permanente, que lo fortaleció. Y fortaleció a una figura que estaba desaparecida. Date cuenta de que en la desaparición absoluta de Orsi le pegaban a Orsi. Entonces, estabas poniendo en presente a alguien que estaba escondido. A la gente no le gusta la gente que se pelea. El que está convencido de que da rédito pelearse, insultar, darse palo entre compañeros, el que está convencido de eso es porque vive del mundo de las redes sociales. En la vida real a la gente no le gusta ni a la interna de un partido que se estén tirando bombas ni que se estén cuestionando. A mí ahora me pasa con comentarios de gente cercana con la situación de Beatriz Argimón. ¿Por qué no hablan en privado? ¿Por qué no se juntan y se dicen las cosas? No está bueno, y a la gente eso no le gusta.
—Bueno, la que salió más dura con la designación de Argimón para la Unesco fue Graciela Bianchi, que al igual que usted viene del Frente Amplio. ¿Cómo tomó su declaración de que Argimón operó cinco años para el Frente?
—Es un disparate. Hacen mucho daño ese tipo de comentarios. Hacen daño porque vos podés compartir o no cómo se procesó, a quién avisó, a quién no avisó. Y hasta podés decir “no quiero que sea designada”. Pero decir que es una operadora cuando fue una excelente vicepresidenta, que tuvo un rol de diálogo permanente, que todo el mundo se lo reconoce, todo su trabajo social, todas las causas por las que ha peleado muchas veces muy sola, muy poco rodeada. Beatriz es pionera en un montón de cosas. Nos ha abierto la puerta a un montón de mujeres para que podamos tener la oportunidad de estar. Lo primero que me nace al momento de escuchar ese tipo de cosas es que es injusto. Es injusto con Beatriz porque es imposible no reconocer la trayectoria de ella. Y aparte es una blanca de toda la vida. Vos podés cuestionarle otra cosa que no te guste. Que no te gusta que sea feminista, que no te gusta que esté de acuerdo con la cuota, con todo lo que vos le quieras cuestionar. Pero lo que no podés no reconocer es la trayectoria de Beatriz y que en realidad merece lo que le están planteando. Se lo merece. Ha trabajado toda su vida en esas causas.
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Valeria Ripoll en el Palacio Legislativo
Javier Calvelo / adhocFOTOS
—Usted se impuso un bajo perfil luego de las elecciones y mucha gente especuló sobre su futuro político, pero ahora vuelve y desde una plataforma que es la televisión. Y quizás eso dé pie para que muchos digan que el futuro político de una excandidata a la vicepresidencia se esfumó porque vuelve a la tele. ¿Cómo reacciona a eso?
—La tele te da una llegada a la gente. La campaña me lo demostró: la gente me conocía por el programa. Sobre todo en una franja etaria a la que no le llegaría por mi actividad sindical. Todo el mundo mira Esta boca es mía, y la gente sabía lo que yo pensaba, cuando me había peleado con fulanito. Está bueno salir de la etiqueta y que la gente te conozca. No es la cholulez de la tele, te da la posibilidad de mantener vigente tu opinión de los temas. Me parece importante que la gente sepa qué pienso yo políticamente de los temas. Mientras lo puedas mantener, es un complemento de la política. Si lo sabés manejar, no es algo negativo estar en los medios. No en un rol de vedette. Pero le puedo llegar a gente que no puedo ver todo el tiempo, en Artigas, en Rivera.
—¿Y cómo va a complementar la televisión con la política? Fue candidata a la vicepresidencia por el oficialismo, ¿cuál es su proyecto político ahora?
—Mi proyecto político se para fundamentalmente en Montevideo. Yo aspiro algún día a ser intendenta de Montevideo. Yo quiero ser intendenta de Montevideo. Me encanta la tarea municipal.
—¿Le gustaría competir en las próximas elecciones departamentales?
—Ojalá pudiera. El tema es que también comparto el proyecto montevideano que hizo Martín (Lema). No sé qué es lo que va a hacer Martín. Pero yo preparo el proyecto montevideano sea o no sea con candidatura. Nosotros tenemos una bancada de tres ediles con la lista 22, vamos a estar en territorio permanentemente. Y es una vía para plantear cosas. Queremos tener un rol real.
—¿Siente que cuando haya un espacio de autocrítica sobre las elecciones va a estar su nombre en la picota?
—Creo que es necesaria la autocrítica con la base partidaria. Pero yo quiero escuchar a la gente, no quiero escuchar a los dirigentes, porque tienen su beneficio propio en los comentarios y análisis que hacen. Y mucho más en este proceso de elegir al directorio. Álvaro es candidato y garpa que otro le pegue. Todos quieren llevar agua para su molino. Creo que, separado de la convención, el proceso de la autocrítica estaría buenísimo. Es cerrar un capítulo para abrir otro.
—¿Quién cree que es el indicado para conducir el Directorio del Partido Nacional?
—Álvaro Delgado es el indicado, igual que como era el indicado para conducir el país. Sería el vocero ideal, es un interlocutor muy válido que tiene el respeto de todos, de propios y de ajenos. Es un hombre de diálogo permanente y es muy sólido a la hora de salir a cuestionar en nombre del partido. Y tiene esa apertura de saber que se necesita ensanchar la base del partido. Respeto muchísimo a los otros, pero me parece que es el momento de Álvaro.