Tomar el
camino más largo por miedo a agarrar el corto, donde la luz es más tenue, o
nula, y el movimiento de autos es menor. Que la violación llegue a ser un miedo
al salir a la calle. Decidir la ropa a usar dependiendo del transporte que se
utilizará para llegar a destino. Querer subir al ómnibus con un bebé, en brazos
o en cochecito, y necesitar pedir ayuda. Tener que estar fuera de casa,
amamantar, y no tener dónde hacerlo con tranquilidad. Terminar haciéndolo
en el ómnibus mismo, en el baño de algún comercio gastronómico o en el banco de
una plaza y, además, recibir algún comentario o miradas juzgadoras. Que el
cambiador de bebés sea exclusivo para el baño de mujeres. La ausencia de rampas
especialmente diseñadas para sillas de ruedas, para facilitar el recorrido de
una persona mayor o de alguien que camina con dificultad.
regenerado
La frecuencia
de estas situaciones es tal que si no se ha experimentado o visto con los
propios ojos, se ha escuchado por algún familiar o amistad cercana, sorprende
lo naturalizadas que están. “Es algo a lo que nos enfrentamos las mujeres y
disidencias desde chicas”, comenta la arquitecta Jimena Abraham Viera,
egresada de Udelar y del diploma de especialización Géneros, Ciudades y
Territorios: Herramientas para una Agenda Pública, de la Universidad Nacional
de Tucumán. “Vemos y notamos ciertas dificultades, es decir desigualdades, en
donde nos movemos”. La desigualdad de género y etaria está presente hasta en el
primer paso que uno da al salir de la casa. Porque sí, aunque pocos lo tengan
en cuenta, la forma en la que se planifica y diseña un territorio condiciona
completamente la forma en la que sus habitantes se comportan. Reconocer e
investigar estas situaciones, para luego implementar cambios referidos a
planificación, gestión y diseño urbano, es pensar un territorio o una ciudad en
clave feminista.
Por hombres, para hombres. “Toda la
planificación urbana parte de un conjunto de supuestos acerca del habitante
urbano ‘típico’: sus viajes diarios, sus planes, sus necesidades, sus deseos y
sus valores”, explica Leslie Kern, directora del Departamento de Estudios de
Género en la Universidad de Mount Allison de Sackville (Canadá) y doctora en
Estudios sobre la Mujer por la Universidad de Nueva York al comienzo de su
libro Feminist City (Ciudad feminista, 2019). “Qué sorpresa: ese
ciudadano es varón. Es marido, padre y sostén de familia; no tiene
discapacidades; es heterosexual, blanco y cisgénero”, sentencia la
canadiense.
Mientras que
el ordenamiento territorial engloba el conjunto de acciones transversales del
Estado, que tienen como cometido implementar una ocupación ordenada y un uso
sostenible del territorio, el urbanismo (escala más pequeña que el territorio)
estudia las relaciones socioeconómicas y ambientales de todos los habitantes de
una ciudad o pueblo. “El enfoque feminista requiere mirar la diversidad de las
personas que habitan en un territorio”, comenta Jimena Abraham, que es también
docente en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Udelar
y en la Universidad Nacional de Tucumán. Se busca analizar “cómo todas las
identidades intersectan en un mismo lugar y tenerlas en cuenta, no generar más
opresiones a unas o mayores privilegios a otras”, explica. El enfoque feminista,
ya sea aplicado al ordenamiento territorial o al urbanismo, se encarga de
ofrecer una mirada más sensible con respecto a la perspectiva hegemónica, que
se caracteriza por ubicar el foco en la productividad y, por lo tanto, está
pensada para el sector productivo de la sociedad. Un ejemplo concreto son los
horarios de transporte público. En horas en los que la mayoría de los
habitantes no va a trabajar, la frecuencia es mínima.
Sí, me gusta más hablar de territorio feminista. Al radicar en ciudades,
dejamos de lado a personas que están aún más relegadas, en las afueras, por
ejemplo. El enfoque feminista requiere mirar la diversidad de las personas que
habitan en un territorio con un criterio interseccional. Eso significa ver cómo
todas las identidades intersectan en un mismo lugar y tenerlas en cuenta, no
generar más opresiones a unas o mayores privilegios a otras. Milito mucho sobre
este tema en el ámbito rural. La planificación territorial desde un enfoque
feminista hace efectivo el derecho a la ciudad y los territorios para todas las
personas, considerando la diversidad de personas y la complejidad de su vida
cotidiana, que no se resume solo a ir a trabajar.
¿Cuáles serían las características del enfoque feminista?
Hay variascualidades primordiales. El espacio en cuestión debe
tener como prioridad la proximidad de las viviendas con los servicios y
comercios. No solo se tiene en cuenta el nivel de distancia, sino el nivel
temporal. Aquí es donde entran las infraestructuras de transporte. No tiene que
estar todo cerca, pero entonces sí debe estar bien conectado. La proximidad
permite una mayor autonomía de las personas y eso se conecta con la vitalidad
del lugar. La autonomía se trata de poder tener accesibilidad universal,
también trata de la percepción de seguridad; algo con lo que las mujeres y
disidencias nos enfrentamos siempre que salimos a la calle. La proximidad puede
ayudar a una mejora en la seguridad. La vitalidad habla de la diversidad de
oferta de comercios y servicios. Hay zonas, por ejemplo, que a determinada hora
se mueren, quizá por ser exclusivamente comerciales, y eso seguramente haga que
varias personas decidan no caminar por ahí. En ese sentido, se trabaja para
proponer áreas que tengan mix de usos y que también habiliten el uso
diversificado de personas (no solo para quienes trabajan, por ejemplo). El
enfoque feminista se caracteriza, fundamentalmente, por la representatividad de
todos los que lo habitan. La participación de diferentes personas a la hora de
pensar un territorio es clave. El abordaje urbano y el rural, o periférico, de
cada una de esas cualidades es diferente. En esas diferencias está la riqueza
del tema, cada espacio requiere de su propio proceso. La realidad es que el
enfoque territorial y urbanístico feminista está en continua construcción, eso
me parece algo superinteresante. Cada vez está más latente.
Nomenclatura. Los personajes homenajeados a
través de monumentos, nombres de calles o plazas, el tipo de transporte público
que se utiliza y sus horas de mayor y menor frecuencia, el tipo de iluminación,
el tamaño de los escalones y grosor de baranda de una escalera pública, la
cartelería y publicidad habilitada en vía pública, entre otros infinitos
detalles, conforman el cuerpo y espíritu de una ciudad. Si cada lugar se
planifica a partir de quien se encarga de ello y de lo que esta persona
investigue sobre los habitantes, es de esperar que la nomenclatura de los
territorios no sea neutra. Si bien el urbanismo es una disciplina que, como
muchas, se enriquece y necesita de otras, como la sociología o la psicología,
quien lidera los equipos multidisciplinarios ha sido, históricamente, el
hombre. Bruno de Zabala (Montevideo); Napoleón III, Georges-Eugène Haussmann y
Le Corbusier (París); Ildefonso Cerdá (Barcelona); Robert Moses (Nueva York),
y Lúcio Costa y Oscar Niemeyer (Brasilia) son solo algunos de los que han
tomado decisiones territoriales y urbanísticas fundamentales.
Excepcionalmente, existen mujeres que se han ocupado de lo mismo, como la
ingeniera y urbanista austríaca Eva Kail (1959), que fue la primera directora
del Departamento de la Mujer del Gobierno de la ciudad de Viena.
Es reconocida globalmente, más que nada en el ámbito de la arquitectura,
urbanismo e ingeniería, por ser de las pioneras en incorporar la perspectiva de
género al diseño de una ciudad. Durante su carrera ha contribuido en más de 60
proyectos relacionados con la igualdad de género en la vivienda, el transporte,
la planificación y el diseño de espacios públicos. Entre las referentes del
tema en la región se encuentran las argentinas Ana Falú, Natalia Czytajlo,
Zaida Muxí, Liliana Rainero y la uruguaya Daniela Arias.
Así como un territorio afecta los comportamientos de sus habitantes,
¿puede suceder al revés?
La construcción social incide en la construcción de un lugar. Sobre el
tema de la seguridad, en particular, hay mucho que hacer todavía desde la
construcción cultural de los roles. Es un trabajo que hay que hacer. A nivel de
ciudad está bueno identificar lugares en donde se dé cierta recurrencia de
situaciones de inseguridad, para luego ver cómo cambiar esos espacios. El
fuerte está en el cambio cultural. Por ejemplo, la publicidad que
hipersexualiza la imagen de la mujer podría ser algo a tratar relacionado a la
seguridad en la calle. Hay ciudades que lo han prohibido porque hacerlo puede
ayudar a romper ciertas cuestiones violentas. La iluminación de los espacios,
que en general solo está pensada para el vehículo y no para las personas, es
otra cuestión relacionada a la seguridad.
Destaca el ordenamiento territorial y urbanismo de Viena y de Bogotá.
¿Por qué?
Una de mis investigaciones me llevó a explorar el contexto de Viena en
los años 80. Eva Kail empezó a desarrollar en esa ciudad un proceso integral
que vinculaba el espacio público y el género. Incorporó la perspectiva de
género en las distintas dimensiones de la ciudad en las décadas de los ochenta
y noventa. Es conocida por realizar una muestra fotográfica llamada Who Owns
The Public Space (Quién es dueño del espacio público), muy paradigmática
hasta el día de hoy. En esta les pidió a ocho mujeres, de diferentes edades y
estilos de vida, que fotografiaran su vida cotidiana en la ciudad a lo largo de
un solo día. La muestra sirvió de diagnóstico para detectar qué barreras tenían
para transitar la ciudad y fue así que, como desde una cuestión poética, empezó
a explorar posibles soluciones en cuanto a planificación para poder solucionar
esas barreras en la vida real. Bogotá aplica varios planes con perspectiva de
género, ubicando el cuidado del ciudadano como una de las prioridades. (En
Bogotá) se creó una red distrital de cuidados con algo que ellos llaman Las
Manzanas de Cuidado. Las aplican tanto en el ámbito urbano como en el ámbito
rural y lo que hacen es asegurar el acceso a dispositivos vinculados al
cuidado; no exclusivamente en cuanto a policlínicas.
De larga data. La mayoría podría pensar que el
tema es incipiente, ya sea porque nunca lo ha escuchado o porque lo comenzó a
notar hace poco. Si bien es cierto que el enfoque feminista territorial y
urbanístico está experimentando un crecimiento, que se explica por el auge del
feminismo en general, sus raíces llegan a la década de los sesenta,
principalmente gracias a la estadounidense Jane Jacobs (1916-2006). Es posible
que sean más profundas todavía. Jacobs se convirtió en una de las primeras
influencias del urbanismo feminista al publicar, en 1961, el libro The Death
and Life of Great American Cities (Muerte y vida de las grandes ciudades).
Con él sentó algunas bases de este enfoque, que siguen vigentes hasta hoy: la
proximidad de las viviendas con los servicios y comercios, la accesibilidad, la
ciudad compacta —que promueve una densidad relativamente alta— y el fomento de
la economía local.
¿Cómo se acercó usted al tema? ¿Cuándo descubrió que le interesaba
especializarse en esto?
Es algo a lo
que nos enfrentamos las mujeres y disidencias desde chicas. Vemos y notamos
ciertas dificultades, es decir desigualdades, en donde nos movemos. Durante la
currícula de la facultad, es decir todo lo que fue mi formación de grado, hubo
una ausencia total, por ejemplo, de bibliografía de autoras mujeres. De
disidencias ni que hablar. Siempre me vinculé mucho con el tema territorial,
que es en lo que me especializo, y a partir de consultorías específicas en
territorios concretos investigué los casos de Bogotá y de Viena. Sabía que la
primera era paradigmática a escala regional y que la historia de Viena en
cuanto al enfoque feminista era bastante rica. Empecé a leer cada vez más sobre
estos casos. Cuando se intenta aplicar cosas que son de otros lugares al
contexto local a veces choca de frente con la realidad, y esas diferencias me
llaman la atención. Me di cuenta de que era un tema ya de larga data, con
aportes que han hecho feministas desde distintos lugares de conocimiento, y me
parecía algo necesario para empezar a pensar en el contexto uruguayo.
¿Dónde se para Uruguay, o Montevideo especialmente, en todo este tema?
Montevideo tiene una larga trayectoria en cuanto a políticas de género,
que vienen desde los noventa. Se han desarrollado acciones que tienden a, desde
lo simbólico, trabajar el derecho a la ciudad que deberíamos tener todos. La
plaza Las Pioneras es un ejemplo clarísimo. También está la plaza de la
Diversidad, otro ejemplo que conmemora la inclusividad. Por otro lado está el
parque de la Amistad, con gran enfoque en lo lúdico. Todavía tenemos un camino
por construir en cuanto a lo que es más duro, es decir, la planificación
general de la ciudad, pero sí ha habido acciones muy importantes que ayudan a
poner el tema sobre la mesa. También se está trabajando en el tema de la
iluminación de Montevideo.
¿Qué habría que hacer para que Montevideo se acerque más a ser una ciudad
en clave feminista?
Para que haya un cambio radical se tiene que hacer desde la planificación
y reestructura del territorio. Es ahí desde donde podemos reconfigurar la
espacialidad y cambiar la realidad de las personas, minimizar las desigualdades.
Creo que es necesario que se incorpore la diversidad en los equipos de
planificación y en todo el proceso, empezando por la etapa de diagnóstico y
recopilación de datos. Las mujeres y disidencias no estamos representadas allí,
se toma al hombre por defecto. Eso hace difícil proponer soluciones. Es difícil
desarrollar políticas territoriales urbanas a partir de datos que no
representan a todas las personas. Es casi imposible proponer sobre algo que no
se conoce. Por otro lado, se debe hablar desde lo académico.Es
necesario pensar en la bibliografía desde la que se estudia porque es desde
donde construimos el conocimiento para poder hacer un abordaje de todo lo que
viene después. Leer a autoras mujeres, analizar investigaciones hechas por
ellas es clave. En FADU ha habido un cambio en los últimos años, cada vez hay
más interesados en el tema. En cuanto a la currícula oficial de grado, en donde
se habla del tema es en materias opcionales, que tienen muy buena inscripción.
Soy optimista y creo que vamos a ir abordando cada vez más este enfoque.