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Volver a bailar: El detrás de escena del ensayo de El Mago de Oz

El detrás de escena del ensayo de El Mago de Oz, del Ballet Nacional del Sodre es un espectáculo. Los bailarines cosen las zapatillas, calientan las puntas y practican cada paso de la coreografía, mientras el staff ajusta los atuendos y los tocados.

El detrás de escena del ensayo de El Mago de Oz, del Ballet Nacional del Sodre (BNS), es un espectáculo en sí mismo. Alrededor de 20 bailarines van de un lado para otro en busca de sus trajes, colgados en largos percheros y con su correspondiente etiqueta con el nombre de cada persona y el número de cada acto. Otros buscan a quien pueda achicarles el vestido o el traje. Ahí es cuando seis mujeres del staff aparecen al rescate. Con agujas, hilos, cinta adhesiva y marcadores ajustan atuendos sobre los cuerpos fibrosos y marcados de los bailarines, sacan moldes —como lo hicieron con la boca del bailarín que interpreta al León, para poder hacerle los bigotes en el próximo ensayo— y arman los tocados para cada cabeza, que van desde coronas con mariposas o de plumas negras, un sombrero hecho de tuercas y una melena, hasta una gorra de baño blanca característica de los bañadores en los años 20. 

Foto: Adrián Echeverriaga. Foto: Adrián Echeverriaga.

Los movimientos de cada bailarín son elegantes, silenciosos, de una gracia y encanto extremos. Francesco Ventriglia, coreógrafo de la obra, no pasa inadvertido. Apenas sale de su oficina y de distintas partes del salón se escuchan voces gritando su nombre. Lo llaman para repasar pasos de baile, chequear movimientos y tiempos. Una de las bailarines vestidas de blanco se le acerca y le propone cambiar su tocado. “¡Si sigo cambiando cosas me van a matar!”, responde Ventriglia, mezclando en su tono de voz y sus movimientos un poco de ironía y otra cuota de drama. María Noel Riccetto, ahora en su rol de directora artística, tambien es un punto de referencia. Apenas entra, dos bailarinas le consultan qué le parece su vestido y con qué par de medias queda mejor. Libreta en mano y vestida con ropa deportiva, Ricceto se sienta en uno de los bancos a esperar el comienzo del ensayo. 

Foto: Adrián Echeverriaga. Foto: Adrián Echeverriaga.

Ya vestidas con bañadores a rayas, medias can can blancas y una gorra de piscina que les tapa todo el cabello, cuatro bailarinas conversan sobre su fin de semana. El León se encuentra sentado mientras cinco personas alrededor suyo trabajan su melena y se ocupan de que no falte ni una horquilla. Una pareja, que viste faldas negras y voluptuosas, practica en una sala totalmente espejada y pegada al salón principal del detrás de escena. El piso está tapizado de mochilas, bolsos y bolsitas que rodean a los bailarines que se sientan en el piso para charlar, coser sus zapatillas o vendarse los pies. Mientras algunos bailarines prefieren ir calentando, otros se paran de puntas mientras se sostienen en la pared, otros saltan sobre una colchoneta o estiran. 

Foto: Adrián Echeverriaga. Foto: Adrián Echeverriaga.

Cerca de las 14 horas, hora oficial del comienzo del ensayo, la mayoría de los integrantes del BNS ya está presente.Cuando llega la hora todos corren al salón y el detrás de escena queda vacío. Unas 10 personas se sientan junto a Riccetto y Ventriglia. Son observadores calificados.  La música comienza a sonar y con eso el ensayo. Desde afuera se siente el clima de alegría y la buena energía. También hay alguna lágrima, de tensión, ansiedad o emoción. Y aplausos, esos que festejan cada solo o el logro de una coordinación perfecta.

Foto: Adrián Echeverriaga. Foto: Adrián Echeverriaga.