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    Sueños sincronizados

    La selección uruguaya de patinaje artístico en la categoría precisión participa en Novara, Italia, en su tercer Campeonato Mundial; el equipo aspira a estar entre los cuatro mejores

    Es sábado y son las siete y media de la mañana. La rambla está despojada; hay pocos autos en la calle y menos gente en la vereda. El termómetro marca 10°C; parece haber menos. En el tramo que rodea al Parque Rodó, frente al edificio del Mercosur, en la pista de hormigón donde ahora no hay niños aprendiendo a andar en bicicleta ni adolescentes incursionando en el arte del skateboarding, aparece un grupo de jóvenes vestidas con mallas azules ajustadas que desobedecen­ los mandatos de cualquier alerta meteorológica. Aparecen dos, tres, cuatro, cinco, veinte. Y tímidamente empiezan a dar pequeños saltos en su propio eje, a calentar los músculos y a recorrer cada rincón del terreno de juego. Algunas llegan y apenas saludan; porque hace menos de siete horas estuvieron reunidas en el mismo punto y porque el encuentro se repite seis días a la semana desde hace casi un año. “Es prácticamente una convivencia”, dicen.

    Al terminar los ejercicios iniciales, todos —porque ahora también se suma un varón— se sientan en uno de los muros de la pista, estiran los brazos, las piernas, los abdominales, y comienzan a colocarse las plataformas de acción: los patines de cuatro ruedas sobre los que minutos después se desplazarán al unísono para buscar una coreografía precisa, absolutamente coordinada y sin fallas. La misma que este equipo, identificado como la selección uruguaya de patinaje artístico, presentará el sábado 1º de octubre en Novara, al norte de Italia, donde disputará su tercer Campeonato Mundial.

    “Together Team”, así se autodenomina la selección. Incluso algunos de sus integrantes —22 mujeres y un hombre— llevan las iniciales “T.T.” tatuadas en la muñeca o el antebrazo. El plantel se formó en 2008 tras la iniciativa de Rodolfo Barcia, patinador y jurado internacional, que desde el origen se mantiene como entrenador del equipo y que a partir de este año cuenta con la asistencia de la ex seleccionada Adriana Fresengo. En sus ocho años de trayectoria, el grupo, que compite en la categoría precisión, participó en dos Campeonatos Sudamericanos —en 2010 en Paraguay y en 2011 en Brasil, donde resultó primero— y en dos Mundiales (Brasilia 2011 y Cali 2015). Ahora, en Novara 2016, con su coreografía de cuatro minutos y medio titulada “Epic Warriors”, el equipo aspira a conseguir el cuarto puesto y lograr, así, el mejor resultado intercontinental de Uruguay en la historia de esta disciplina.

    Precisión. Ese es el nombre de la disciplina. Así como hay modalidades llamadas solo danza, solo libre, en pareja, o shows (de hasta 30 competidores), entre las categorías reconocidas por la Federación Internacional de Patinaje (FIRS, por su sigla en francés) está la de precisión, que desde 1999 forma parte de la grilla mundialista.

    En el patinaje artístico de precisión compiten equipos de 16, 20 o 24 integrantes que, en una coreografía de cuatro minutos y medio, tienen que acompañar la música con movimientos completamente sincronizados y figuras exigidas por el reglamento (hay que hacer, por ejemplo, rondas, líneas rectas y hélices).

    Este deporte tiene un bien supremo, la uniformidad, y jueces que la hacen cumplir desde la altura. Para determinar las puntuaciones evalúan detalles como la originalidad y la variedad de las formaciones, la ejecución de la rutina, la dificultad de la propuesta y su adaptación a la música, la elección de la música, el desplazamiento por la pista, la combinación de velocidades, el factor sorpresa y la armonía estética —incluyendo vestuario y maquillaje—, entre otros criterios. Sumando todos estos ítems, hasta ahora nunca, nadie, logró un 10.

    Actualmente, explica Fresengo, “las principales potencias de la disciplina son Argentina y Alemania, que se repartieron todos los títulos mundiales, y les sigue Italia, que nunca fue campeón pero que ahora va a ser local”.

    Este año, en el Mundial de Novara, van a competir más de diez grupos de países americanos, europeos y, posiblemente, asiáticos. A diferencia del patín sobre hielo, en el que los torneos incluyen un programa corto (dos minutos) clasificatorio al largo (de cinco), en el patinaje sobre ruedas hay una única demostración. Y de ahí se obtiene el puntaje y el ranking final de la competencia. “Por eso siempre les digo a los patinadores: acá no hay vueltas, es un solo tiro, no podemos fallar”, dice Barcia y repite tres veces: “Un solo tiro. Un solo tiro. ¡Un solo tiro!”.

    Guerreras épicas. Según Fresengo, en Uruguay hay cerca de 1.200 patinadores, en su mayoría niños, tanto de Montevideo como del interior. Y fue con deportistas de diferentes clubes federados de la capital y ciudades como Colonia, Juan Lacaze y Maldonado, que se formó la selección del “Together Team”.

    Desde que se fundó en 2008, el equipo rota constantemente su plantel entre patinadores que abandonan por estudio, por cansancio o por trabajo y otros que se acercan aun sin conocer la disciplina. Así, en ocho años, por las filas de Barcia pasaron ya 60 deportistas. “En el patinaje de precisión lo difícil es lograr que no se perciba que todos los patinadores están haciendo cosas diferentes, porque las rotaciones y el ángulo que les tienen que dar cada uno a los movimientos es diferente, además de que el nivel de por sí también es distinto. Me refiero a que cada uno tiene que aprender una coreografía propia que a su vez se adapte a la coreografía global, y ahí está la mayor dificultad: en nivelar”, explica el entrenador, creador de la serie “Epic Warriors”.

    Con un enganchado de música épica que el día de competencia se complementará con vestuario bélico en bordó y dorado, la coreografía forma parte del repertorio de la selección uruguaya, que, desde hace un año, casi todos los días de la semana, sobre el amanecer o la medianoche, alterna entrenamientos entre la pista de patinaje de la rambla y un gimnasio en Sayago que no cumple con los requisitos internacionales de la FIRS (para empezar, la medida tiene que ser de, al menos, 25 por 50 metros).

    Guía a Novara. El entrenamiento del sábado a la mañana está por terminar, y por eso Camila de León, la capitana —23 años, estudiante de Medicina— reúne al equipo para poner en marcha los últimos ejercicios. Entonces comienzan a patinar en grupo, en línea, en ronda, y ella, siempre por detrás de todos, guía el paso, marca las transiciones. “Cinco, seis, siete ocho, cruzo, va”, dice mientras la música suena en su cabeza y su presencia lleva el ritmo.

    Ahora, para despedirse, propone practicar una de las figuras más complejas de la serie que incluye cruces y saltos. Y pasa lo que nadie quiere, lo que pasa siempre en las instancias preparatorias de la precisión: dos patinadoras chocan en el aire, vuelan, horizontales, varios metros, y caen de cara contra el piso de hormigón. Una de ellas llora. Sangra. Pero nada parece detenerla. Se levanta, sacude las rodillas, se seca las lágrimas y sigue andando sobre ruedas. “El peso del esfuerzo —físico, psicológico y, también, económico— le gana en jerarquía al dolor”, dice la asistente técnica. Y, a pocos metros del accidente, la patinadora sonríe al escuchar el consuelo de una compañera: “Vos tranqui, que en el Mundial de Novara el piso va a ser de madera”.