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Kilómetros de historia en papel

Cartas artiguistas, expedientes judiciales, resoluciones de organismos públicos, documentos de la dictadura y papeles que pertenecieron a Sanguinetti, Pivel Devoto y Seregni, están a resguardo en el Archivo General de la Nación

Cartas artiguistas, expedientes judiciales, resoluciones de organismos públicos, documentos de la dictadura y papeles que pertenecieron a Sanguinetti, Pivel Devoto y Seregni, están a resguardo en el Archivo General de la Nación

Cada vez que Alicia Casas de Barrán levanta la cabeza del escritorio, sus ojos se encuentran con seis acuarelas de Juan Manuel Besnes e Irigoyen que cuelgan en una de las paredes. Es algo que ocurre cada día desde hace 14 años, cuando asumió al frente del Archivo General de la Nación (AGN) y pasó a trabajar a diario en la sala Juan Pivel Devoto de la casona ubicada en el número 1470 de la calle Convención.


Tan habituada está a esos cuadros de motivos marinos, dice, que está segura de que será una de las cosas que extrañará a partir de marzo de 2020, cuando deje de ser la directora del AGN. A los 80 años, y con una extensa carrera como bibliotecóloga, archivóloga y docente, Casas tiene claro que cuando cambie el gobierno -más allá del resultado electoral- será hora de dar un paso al costado.


Fueron casi tres lustros fructíferos, asegura, porque promovió avances significativos para el organismo que tiene bajo tutela los documentos que salen de todas las dependencias estatales y colecciones particulares. Trabajó con ahínco para lograr algunos mojones importantes en su gestión, entre los que menciona la compra del suculento archivo de Juan Pivel Devoto, la digitalización de buena parte del archivo documental existente, la adquisición de una cámara de conservación documental y la recepción de otra a través de una donación por parte de la Embajada de Estados Unidos. Además, asegura, en 2007 se marcó un hito con la aprobación de la ley de archivos, que establece que no se puede destruir ningún documento oficial sin el aval de una comisión especial.


Casas trabaja a un ritmo intenso, entre charlas y conferencias dentro y fuera del país, rodeada de libros y documentos que testifican la historia del Uruguay, aun antes de que se llamara así. Es viuda del reconocido historiador José Pedro Barrán, que murió hace 10 años. Ella, que recibe documentos de personajes emblemáticos de la cultura y busca materiales de archivo hasta el cansancio, no pudo aún desprenderse de los que guardaba su marido, admite emocionada.


El despacho de Casas huele a libros viejos y madera maciza. Delgada, menuda y verborrágica, está sentada detrás de un inmenso escritorio cubierto de papeles y delante de una biblioteca altísima. A la derecha del mueble hay un cuadro de Pivel Devoto -ella pide que aparezca en las fotos, porque lo considera un emblema del archivo y de su carrera profesional-, y a la izquierda una foto de Tabaré Vázquez con la banda presidencial.
A pocos centímetros cuelgan dos cuadros de valor histórico: una divisa colorada y una blanca de la guerra de 1904. La primera la tenía ella en su casa y quería colocarla en su despacho. Pero, para evitar susceptibilidades, entendió que era necesario contar con un distintivo blanco, así que llamó a su amigo el historiador Enrique Mena Segarra -en ese momento director del Museo Histórico Nacional- y le preguntó si tenía algo para aportarle. Le entregó una divisa blanca de seda, que lleva bordada la inscripción Defensores de las leyes.
Todo a su alrededor está relacionado con el pasado y la historia, pero no con un fin nostálgico; ella considera que en el triángulo que componen el AGN, el Museo Histórico Nacional y la Biblioteca Nacional descansa la identidad nacional.

DE METROS A KILÓMETROS. El AGN es la institución que reúne la información documental de todos los actos administrativos de los poderes del Estado y también colecciones de particulares que donan o venden sus materiales (ver recuadro). Está compuesto de dos partes: el Archivo Histórico y el Archivo Judicial. Recibe unas mil visitas por consultas al año, a las que se suman solicitudes que se hacen a través de la página web.
Hay materiales que están digitalizados, porque son muy antiguos y de esa manera se evita que sean manipulados y aumente el deterioro. Aquellos que aún no están disponibles en ese formato tienen que tocarse con guantes descartables, en una sala destinada para esos fines.

El Archivo Histórico funciona en un enorme edificio en Convención 1470, construido en 1922 para ese fin. Son tres plantas en seis niveles, en las que se encuentran documentos que van de 1700 hasta ahora, y que son de libre acceso al público, salvo excepciones. Si se los colocara uno al lado del otro, tendrían una extensión de 20 kilómetros.

El Archivo Judicial está ubicado en un viejo depósito de 500 metros cuadrados en la calle San Martín, donde reposan todos los expedientes judiciales que remiten los juzgados después de determinado plazo. Son 45 kilómetros de expedientes distribuidos en cuatro pisos en una construcción que ocupa casi una manzana. Todo es de acceso público, explicó Casas.
"Estos archivos tienen como sentido dar servicios al ciudadano de a pie. Por ejemplo, acá tenemos la base de datos de los ingresos de emigrantes al país en el siglo XIX. Si alguien tiene idea de la fecha en que llegaron, por ejemplo, sus bisabuelos de España o Italia, puede venir acá a solicitarlo y así presentarlo en la Embajada correspondiente", puso como ejemplo.

Otros, en cambio, consultan el archivo por razones académicas, porque están haciendo investigaciones sobre determinado tema. También hay quienes recurren a los viejos archivos de lo que era el Consejo del Niño, para saber, por ejemplo, si hay registro de bebés dados en adopción y así acercarse a conocer sus orígenes.

A RESGUARDO. Los documentos más antiguos son de mediados del 1700. Entre ellos hay, por ejemplo, cartas de José Artigas. Todos ellos -que fueron digitalizados- están a resguardo en una cámara conservadora que la Embajada de Estados Unidos donó en 2013, y que Casas muestra como uno de los logros de su administración.
De afuera parece un contenedor blanco, con una puerta que permanece cerrada todo el tiempo, y que tiene a su lado un indicador de temperatura, que no puede pasar de los 23 grados, y una humedad de 45 a 50%. Si alguien solicita esos materiales, se le entrega una versión digital.

¿Por qué si esa vieja casona guarda esas joyas de la historia del país es un lugar que se conoce poco y al que acceden solo algunos investigadores o curiosos? Para Casas, eso responde a que Uruguay no tiene una "cultura archivística". "El hecho de que los documentos más antiguos estén en Buenos Aires o Santa Fe, como sedes del virreinato, también conspira contra eso", dijo.
"Además, muchos de nuestros cabildantes eran iletrados. El relacionamiento era por la cultura oral, las discusiones eran orales. Luego todo se recogía en actas, pero los debates eran orales y quedó poco material", añadió.

BOLSAS DE TÉ. El edificio de la calle Convención se construyó en 1922. Es una estructura con entrepisos hecha en ladrillos de vidrio, pensada especialmente con el fin de guardar documentos, inspirada en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, explicó a galería Mauricio Vázquez, secretario técnico de la Dirección del AGN.
A esa construcción se le anexó en la década de los 70 una casona que perteneció a la familia Dighiero, donde funcionan oficinas y un pequeño taller de restauración en el que se trata de frenar el deterioro que produce el paso del tiempo en los documentos.


En Uruguay no existe la carrera de restaurador; por eso, quienes trabajan en el AGN son personas que se dedican, por ejemplo, a la encuadernación, o egresados de diferentes cursos de la UTU. "Cuando llega un material muy antiguo, muy deteriorado, lo único que podés hacer es frenar el deterioro, no podés ir para atrás. Se trata de que no avance más. Ahora hay una archivóloga trabajando en documentos del Ministerio de Guerra y Defensa de 1840. Cada vez que restaura una caja le digo: 'Le diste 100 años de vida'", comentó Casas.
La restauración de los materiales se realiza en una habitación de la casa Dighiero, donde Alicia -un nombre que, curiosamente, se repite entre el personal del archivo- explica las condiciones en las que trabajan. "Tenemos un taller pequeño, no se imagine que vamos a encontrar algo grande", dice antes de subir la empinada escalera que lleva hasta el lugar.

"Nosotros nos enfocamos en la limpieza. La suciedad, combinada con otros factores como la luz, la humedad y el calor, hace que aparezcan bichos que destruyen los documentos", cuenta la funcionario.
Es un trabajo muy artesanal: arriba del escritorio hay sobres de té -papel que se utiliza para reparar algunos documentos-, una plancha doméstica que permite sacar arrugas, metilcelulosa, pinceles y una guillotina. "Usamos los materiales más nobles que podemos. No es lo ideal, pero es lo posible", explicó.

El estado de los materiales no solo depende de su conservación, sino también del aire, la temperatura y la humedad del lugar, dijo Vázquez. En 2005, por ejemplo, hubo que restaurar parte del edificio porque había humedades y eso termina afectando los papeles.
Hay archivos en el mundo que tienen sistemas de ventilación o refrigeración, para que la temperatura no supere los 18 grados. En Uruguay eso no existe, pero, según Vázquez, en general el estado de conservación es adecuado.

El laberíntico edificio del AGN es inabarcable y el público en general no puede recorrerlo, sino que se limita a visitar su sala de lectura o la biblioteca. Puede pedir los materiales, que se conservan en infinitas estanterías, donde están identificados por etiquetas que dicen, por ejemplo, "Ministerio del Interior. 1909", "Libros del Antiguo Larrañaga" o "Jefatura de Salto de 1863".
En planta baja, sin embargo, todo parece más simple: hay un mostrador con un funcionario que oficia de portero y de vendedor de libros editados por el AGN que están a la venta en un simple escaparate. Hay títulos variados y tentadores, pero solo si se lleva efectivo, porque la bancarización no llegó a esa dependencia estatal.
Enfrente está la sala Juan Pivel Devoto, donde Casas tiene su despacho. Ahí, rodeada de documentos, cajas y envuelta en el aroma de papeles antiguos, contempla cada mañana los grabados de Besnes e Irigoyen que tanto va a extrañar.

 

EL ARCHIVO PIVEL

 


Entre los numerosos metros de materiales que están en custodia en el Archivo General de la Nación (AGN), los documentos que componen el archivo de Juan Pivel Devoto se encuentran entre los más consultados. Está organizado en 380 cajas color beige, ubicadas en varias estanterías del edificio de la calle Convención.


En 2009, el Estado uruguayo pagó unos 360.000 dólares a la familia del reconocido historiador (1910-1997) por un archivo documental que va desde el siglo XVIII hasta avanzado el siglo XX. Alicia Casas dijo a galería que la adquisición del archivo de Pivel es uno de los puntos más destacados de su gestión.


Pivel Devoto fue un destacado educador e historiador identificado con el Partido Nacional, que también fue director del AGN, del Museo Histórico Nacional, ministro y presidente del Codicen. Por eso, además de los materiales que componen su archivo personal, en el AGN están los documentos que formaron parte de su gestión en los diferentes organismos.


Casas trabajó junto a Pivel Devoto en la Biblioteca Nacional y lo considera una figura emblemática en la cultura uruguaya, por eso estaba tan interesada en acceder a sus materiales. El despacho que ella ocupa hoy en el AGN está en la sala que se llama Juan Pivel Devoto, y una foto en blanco y negro del historiador está colgada en una de las paredes.

 

DERECHOS HUMANOS

Se lo conoce como Archivo Berrutti, porque son materiales microfilmados que se hallaron en dependencias del Ministerio de Defensa Nacional en 2007, cuando Azucena Berrutti estaba al frente de esa Secretaría de Estado. Esos documentos, que meses después llegaron al Archivo General de la Nación (AGN), ocupaban 11 cajas con 1.144 rollos microfilmados y 51 DVD.


El Archivo Berrutti está compuesto por casi tres millones de imágenes digitalizadas -una extensión de 35 metros- que se guardan en cajas en estanterías metálicas, en una cámara de conservación en el edificio central del AGN, a una temperatura menor a 13 grados, para evitar su deterioro.
Junto a esa cámara -que fue adquirida durante la administración de Alicia Casas de Barrán- se encuentran estantes con 50 cajas con legajos de médicos, odontólogos, nurses y químicos en situación de retiro o fallecidos entre 1964 y 1999.

A diferencia de lo que ocurre con la enorme mayoría de los materiales del AGN, los documentos relacionados con derechos humanos de 1960 a 2003 no están abiertos al público en general, sino que la persona interesada que quiera conocer su situación particular debe realizar la solicitud de información. La ley 18.331, de protección de datos personales, impide que cualquiera pueda solicitar información sobre terceros.

De 2009 hasta ahora se hicieron 2.866 consultas, y en lo que va de 2019 unas 160. Además de particulares, solicitan información al AGN sobre ese período organismos judiciales e internacionales.
En lo que respecta a derechos humanos, el AGN también tiene en consulta 1.777 prontuarios de personas inhabilitadas para 1984 que entregó la Corte Electoral.
Entre la información relacionada con derechos humanos se incluye, por ejemplo, antecedentes de integrantes de grupos de izquierda, datos del Esmaco, informes de la Dirección Nacional de Inteligencia, documentos vinculados al juicio político a Enrique Erro y fichas de procesados por la Justicia militar, entre otros.

PAPELES DE JULIO SANGUINETTI

La lista de colecciones privadas que se puede consultar en el Archivo General de la Nación (AGN) es enorme y abarca documentos de políticos, artistas e intelectuales, entre otros. En la mayoría de los casos se trata de materiales que pertenecieron a personajes fallecidos, que llegaron hasta ahí por donaciones o adquisiciones que hizo el AGN.

Sin embargo, también se puede encontrar parte del archivo de un expresidente que está vivo y en actividad política: Julio María Sanguinetti. Él y su señora, la historiadora Marta Canessa, donaron documentos que van de 1945 a 2008.


Además, hay colecciones privadas con materiales que pertenecieron a Luis Batlle Berres, Lorenzo Batllle-, César Batlle Pacheco, Bernardo Berro, Juan Benito Blanco, Juan Manuel Blanes, José Cúneo, Tomás Diago, José Ellauri, Pedro Figari, Venancio Flores, Bernardino Fragoso de Rivera, Leandro Gómez, Diego Lamas, Dámaso Antonio Larrañaga, Víctor Licandro (reservado para consultas hasta agosto de 2030), Paulina Luisi, Antonio Lussich, Manuel Oribe, Jorge Pacheco, Carlos Quijano, Fructuoso Rivera, Aparicio Saravia, Líber Seregni, Amílcar Vasconcellos, Luis Alberto de Herrera y José Manuel Pérez Castellanos, entre otros.

"En general", explicó Alicia Casas, "vienen familiares de las personas una vez que fallecieron y dicen que tienen determinados materiales". En algunas ocasiones ya existió voluntad de ese antecesor que murió de que sus documentos fueran a parar al archivo.

Ante esas solicitudes, el AGN envía personal al lugar y evalúan qué es lo que hay. Hay ocasiones en que las familias retiran cartas o documentos demasiado personales. Algunos archivos son donados sin restricciones; otros tienen la salvedad de que pueden ser consultados a partir de determinada fecha, y otros son vendidos por las familias, como fue el caso del archivo Pivel.

Durante la administración de Casas también se hicieron tratativas para comprar el archivo de José Batlle y Ordóñez, pero no se llegó a un acuerdo.