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Primera muestra en París de Françoise Gilot, la única mujer que abandonó a Picasso

Haber dejado al genio de la cultura contemporánea le costó su carrera en Francia. Un año después de su muerte, el Museo Picasso de su ciudad natal salda esta deuda con una exposición que le rinde homenaje
Editora de Galería

¿Cómo abandonaste a una eminencia como Picasso?, le preguntaban una y otra vez a la pintora, escritora y crítica de arte francesa Françoise Gilot. Las únicas respuestas interesantes son aquellas que destruyen las preguntas, decía la filósofa Susan Sontag. En eso Gilot se volvió experta. “Los leones se aparean con leones, no lo hacen con ratones”, respondía ante la reiterada pregunta y lejos de descalificarla, le daba una razón de ser.

Astuta, segura de sí misma, Gilot no precisaba decir mucho más. Lejos de creerse inferior a quien fuera su pareja durante 10 años, uno de los artistas más influyentes del siglo XX, Gilot declaraba sin falsas modestias que era tan interesante como él.

Fue, ciertamente, una mujer excepcional en muchos sentidos. Catalogada por el propio Picasso como “la mujer que dice no”, Gilot fue la única de todas sus amantes y esposas que lo abandonó. Antes, el creador del cubismo fue pareja de Dora Maar, una artista y pionera de la fotografía que, no obstante, se entregó al torbellino emocional de la relación al punto de perder la cordura; tras ser dejada por Picasso, pasó el resto de su vida internada en un psiquiátrico. Antes de Dora estuvo Marie Therese Walter, quien a los 68 años se ahorcó. Después de Gilot, Picasso se casó con Jacqueline Roque, quien se dio un disparo.

“Soy la única que no se sacrificó al monstruo sagrado. Me fui antes de que me destruyera”, declaró Gilot en una entrevista cuando tenía 90 años.

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La artista rehizo su vida y logró pintar hasta sus últimos días en su estudio de Nueva York, donde falleció en junio del año pasado a los 101 años. Pero nada de eso fue gratis. “Ninguna mujer deja a un hombre como yo”, le dijo Picasso antes de que ella partiera con los dos hijos de la pareja, Claude y Paloma, a un apartamento comprado con una herencia de su abuela.

Picasso, enfurecido, se encargó de arruinar la carrera de la artista: destruyó muchas de sus obras de arte, las cartas de Henri Matisse —amigo del español pero también de Gilot— y movilizó todas sus redes para asegurarse de que tuviera las puertas cerradas en Francia: a pedido del pintor, numerosas galerías dejaron de representarla e invitarla a sus encuentros. Y a Gilot­, anulada por su ex, no le quedó otra que emigrar a Estados Unidos, donde pudo recomenzar, seguir exponiendo y vendiendo su obra.

En Francia, el rechazo hacia la artista se extendió hasta su muerte. “No podrás creer cuánto me detesta la gente en Francia”, expresó en el documental de 2020 Pablo Picasso y Françoise Gilot: la mujer que dice no. Hasta ahora, a Gilot nunca se le había ofrecido una retrospectiva importante en ese país. En 2021, año de su centenario, fue excluida de Elles Font l’Abstraction, exitosa exposición de mujeres artistas abstractas del Centro Pompidou. Por si fuera poco, Gilot­ ni siquiera aparece entre las más de 1.000 artistas de la base de datos de la iniciativa francesa Aware: Archives of Women Artists.

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Recién tras su muerte en 2023, el mundo del arte francés pareció darse cuenta de su deuda con la artista. Muestra de ello es que en marzo el Museo Picasso de París (ubicado en el Hôtel Salé) inauguró por primera vez una colección permanente de Françoise Gilot, exposición que no solo la homenajea, sino que oficia de alguna manera de disculpa ante el error de no haberle dado en vida su lugar como artista. Un portavoz del museo explicó que en esta colección no se la presenta como musa o inspiración de Picasso­, sino que se concentra en Gilot como artista. En el marco de una remodelación, el museo busca introducir una perspectiva feminista al tradicional enfoque masculino con el que se ha interpretado el legado de Picasso. En esa línea, inauguró una sala entera dedicada a exhibir una decena de obras de su expareja. Joanne Snrech, curadora del Museo Picasso, dijo a The Guardian­ que era importante incluir una exhibición de las pinturas de Gilot para disipar la idea de que era “solo la pareja de Picasso”. “Fue una artista con una carrera muy larga durante la cual su trabajo evolucionó. Lo que mostramos aquí es la diversidad de su trabajo”, agregó.

La exhibición de Françoise Gilot en el Museo Picasso de París, ubicado en el Hôtel Salé, reúne unas diez obras de la artista en una sala entera ubicada en el tercer piso. Foto: Viniciane Lebrun La exhibición de Françoise Gilot en el Museo Picasso de París, ubicado en el Hôtel Salé, reúne unas diez obras de la artista en una sala entera ubicada en el tercer piso. Foto: Viniciane Lebrun
Foto: Viniciane LebrunFoto: Viniciane Lebrun

Vivir a la sombra. “¿Crees que alguien va a interesarse por ti? Jamás lo harán solo por ti: hasta las personas que crees que te aprecian, solo será una especie de curiosidad por una persona cuya vida rozó la mía tan íntimamente”, le dijo Picasso a Gilot, enunciado que la artista plasmó en Vida con Picasso, un bestseller escrito junto con el crítico de arte Carlton Lake, publicado en 1964 y en el que expuso las luces pero, sobre todo, las sombras del artista. En el libro, Gilot cuenta que entre ambos había una fuerte conexión intelectual y física pero “en absoluto sentimental”, y habla de una convivencia que tuvo como telón de fondo a los personajes más emblemáticos de la vida cultural parisina de la época, como Matisse, Braque, Miró, Jean Cocteau, entre otros. Aclaró reiteradamente la intención de no usar el posesivo mi en el título, pues prefirió ubicarse en un rol de espectadora. Describe a un Picasso de altos y bajos, tan creativo como destructivo, brillante y tiránico, de a ratos padre cariñoso pero también violento, y siempre infiel. Un día, discutiendo a raíz de una de sus tantas infidelidades, Picasso puso un cigarro en su mejilla. “Debió haber esperado a que me alejara, pero yo estaba decidida a no darle el gusto”, relató.

Claro que Picasso intentó por todos los medios que el libro de Gilot no viera la luz. Inició tres demandas e instó a que unos 80 destacados intelectuales y artistas firmaran una petición en el periódico Les Lettres Françaises para que se prohibiera su publicación. De todas formas, el libro no solo fue publicado, sino que al poco tiempo ya había vendido un millón de copias y fue también traducido a 16 idiomas. De nuevo, para Gilot, el éxito del libro también le costó caro: el autor del Guernica no les volvió a hablar ni a ella ni a los hijos de ambos, y Gilot terminó de ganarse el rechazo definitivo de los franceses. No obstante, con las ventas, Gilot —que no llegó a casarse con Picasso— inició la batalla legal que la llevó a lograr que sus dos hijos se convirtieran en herederos del artista.

Museo Picasso de París. Foto: Viniciane Lebrun Museo Picasso de París. Foto: Viniciane Lebrun

Conexión artística. Gilot tenía 21 años y almorzaba con el actor Alain Cuny y la artista Genevieve Aliquot en un restaurante de París cuando Picasso, de 61 años y acompañado por su entonces pareja, Dora Maar, igualmente se acercó a su mesa a ofrecerles cerezas en un bowl e invitarlos a su estudio en la calle Rue des Grands Augustins. Para ese momento Gilot llevaba dos años exponiendo sus obras y era considerada una de las jóvenes promesas del arte parisino.

Autoproclamada artista desde los cinco años —cuando su abuela le presentó al impresionista Emile Mairet y la pequeña le dijo que ella también sería pintora—, Gilot, hija de un próspero empresario y una acuarelista, de igual manera estudió Filosofía y Literatura Inglesa en la Universidad de Cambridge y empezó abogacía ante la insistencia de su padre, carrera que abandonó al poco tiempo para dedicarse de lleno a la pintura.

Picasso era un artista admirado internacionalmente, pero no precisamente por la joven Gilot, que no se sentía para nada intimidada por su reputación como artista; prefería a Georges Braque, Henri Matisse o Édouard Manet. La joven, que participaba en la resistencia francesa y llegó a ser detenida en una protesta contra la ocupación nazi en París, cautivó a Picasso con su intelecto inquebrantable, su rebeldía y su belleza. “Esas cosas vienen en un paquete”, bromeó Gilot cuando el periodista estadounidense Charlie Rose le dijo que enamoraba a los hombres no solo a través de sus pinturas, sino también por su indiscutible atractivo. “Gilot posee una personalidad vital e ingeniosa, de una fuerza psicológica e intelectual tremenda, algo que fascinaba a Picasso. Si hay una marca en su personalidad, es la libertad. Siempre se negó a someterse a normas y rompió con los dictados de su padre, amigos y Picasso para afirmar su libertad”, sostuvo la biógrafa Annie Maïllis, directora del documental Pablo Picasso y Françoise Gilot: la mujer que dijo no.

En sus diez años de convivencia, Gilot fue no solo compañera de vida, sino también asistente y alumna de Picasso. AFP En sus diez años de convivencia, Gilot fue no solo compañera de vida, sino también asistente y alumna de Picasso. AFP

Por su parte, Picasso, admitió Gilot, era capaz de seducir a cualquiera con su encanto, y ella no fue la excepción. “Si quería ser encantador, era encantador. Si quería seducir, cualquiera podía ser seducido por él”,

En la misma entrevista con Charlie Rose, la artista confesó que, sin embargo, jamás se habría relacionado con Picasso si no fuera pintora, ya que su relación giraba básicamente en torno a las artes. Pese a que se percibe una influencia del cubismo en las obras de Gilot realizadas en esos 10 años de convivencia en Vallauris, al sur de Francia, la artista desarrolló siempre un estilo propio, mucho más orgánico, no tan anguloso como el de Picasso. Se centraba en su mayoría en los autorretratos, los paisajes y la naturaleza muerta. No obstante, ambos mantenían una compatibilidad artística indudable, y podían pasarse una noche entera hablando solamente de arte, algo que a Gilot no le pasó con Luc Simon, artista con el que se casó al tiempo de dejar a Picasso y con quien tuvo a Aurelia, su tercera hija. “Con Simon no había relación de ese tipo; sí teníamos conexión humana, pero no como artistas. No nos miramos a los ojos en cuanto al trabajo”, reveló Gilot.

Con Picasso, Gilot tenía una fuerte conexión artística e intelectual. Foto: AFP Con Picasso, Gilot tenía una fuerte conexión artística e intelectual. Foto: AFP

De Picasso, la pintora aprendió sobre todo a trabajar en “unidad de espíritu” y absoluta consciencia. Durante esos 10 años juntos fue, además de madre de sus hijos, su asistente, compañera y alumna. Gilot presenció las primeras exploraciones de Picasso con cerámica, esculturas y litografías, y también —aunque no le guste el término— fue su musa, al igual que todas las mujeres que pasaron por la vida del pintor. El retrato que Picasso hizo de Gilot es, quizás, el más icónico de los que fueron inspirados por sus parejas. La femme-fleur representa a la joven en forma de flor, con su cabello conformado por hojas verdes y su cuerpo en forma de tallo, del que se desprenden senos abstractos. La artista se quedó con esta pintura y la vendió a un coleccionista anónimo muchos años después por un monto que nunca fue revelado.

En la femme-fleur, Picasso retrató de forma abstracta a Françoise Gilot con cuerpo de flor tras haberla observado detenidamente durante una hora. En la femme-fleur, Picasso retrató de forma abstracta a Françoise Gilot con cuerpo de flor tras haberla observado detenidamente durante una hora.

Huir a tiempo. Playa, pleno verano en el sur de Francia. Gilot camina sonriente, con su característica postura erguida —que mantuvo hasta su último día— junto a un Picasso que sostiene una sombrilla y mira a la cámara cual cachorro en busca de su amo. Corría el año 1948 cuando el fotógrafo Robert Capa captó esta simbólica imagen (ver arriba) en la que se los ve aparentemente felices. “Nos merecíamos el uno al otro, por eso duramos un buen tiempo”, llegó a decir Gilot en referencia a sus similitudes como seres humanos. Eran dos leones. 

Pero ser pareja de Picasso y al mismo tiempo una mujer autónoma era una misión prácticamente imposible. Gilot, más cerca de la sabiduría de los 30 que de la ingenuidad de los 20, se sentía cerca del fin de aquella etapa. “Era capaz de discutir con él pero al final obedecía la mayor parte del tiempo. Picasso tenía la edad de mi abuela y al principio no encontraba extraño tener que obedecerle, porque solía obedecer a los mayores. Pero a los 30 sabía bien lo que quería, que no era necesariamente lo que Pablo quería. Entonces le dije a Pablo que nuestra relación tenía que cambiar en su naturaleza, o se terminaría. Me dijo que nadie dejaría a un hombre como él, y mi respuesta fue: ‘No lo has visto todavía’”.

AFP AFP

Dejar a Picasso fue su salvación y al mismo tiempo un martirio, ya que la artista, pese a haber compartido solo 10 de sus 101 años con él, jamás logró escapar de su sombra. Exiliada en Estados Unidos, realizó alrededor de 6.000 obras entre pinturas y dibujos, y expuso en importantes museos, como el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. “Estoy orgullosa de haber hecho 1.500 pinturas al óleo y más de 4.000 obras en papel, y son buenas. No son bocetos, están terminados, y eso es mucho trabajo”, respondió en 1998 cuando le preguntaron si estaba orgullosa de sí misma. En sus 70 años de vida pos-Picasso crio a Claude y a Paloma; el primero (fallecido en agosto del 2023) fue fotógrafo y cineasta, mientras que Paloma es empresaria y diseñadora de joyas, y Aurelia, de su matrimonio con Luc Simon, es arquitecta. Se divorció y al tiempo conoció al científico Jonas­ Salk, una de las mentes detrás de la vacuna contra la polio, con quien estuvo casada por 25 años hasta enviudar.

En paralelo, fue directora de arte de la revista académica Virginia Woolf Quarterly, miembro de la junta del Departamento de Bellas Artes de la Universidad del Sur de California y recibió la medalla Legión de Honor, una de las mayores distinciones en Francia. Su cuadro Paloma à la Guitare, un retrato de su hija de 1965, se vendió en 2021 por 1,3 millones de dólares en Sotheby’s de Londres.

Pintar era para ella tan natural como respirar, y lo hizo hasta sus últimos días en su apartamento cercano al Central Park de Nueva York. Podría decirse, entonces, que Françoise­ Gilot cosechó una carrera exitosa internacionalmente (a excepción de Francia), un logro gigantesco teniendo en cuenta el enorme perjuicio de haber tenido en contra a quien fue catalogado como el gran genio de la cultura contemporánea. Sin esos 10 años junto a Picasso, ¿hubiese sido la gran genia contemporánea? ¿Habría tenido su propio museo en lugar de ser homenajeada póstumamente con una sala dentro del museo que reúne la obra del hombre que la eclipsó?