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Vitrales que se conservan como piezas de arte en la arquitectura uruguaya

Con la llegada de expertos europeos se desarrolló una época de auge de los vitrales en el país, especialmente con la llegada en 1912 del italiano Arturo Marchetti

La creación de elementos decorativos a partir del vidrio coloreado se remonta a la época del Imperio romano. Sin embargo, las composiciones esmaltadas y ensambladas denominadas vitrales tienen su auge en la Edad Media. En iglesias, abadías y conventos, estas obras se refieren a temas religiosos como manera de prédica de las escrituras. El monasterio de San Pablo en Jarrow, Inglaterra, rescata los vestigios de esas primeras piezas en ventanas de lo que fue la construcción de piedra del siglo VII, mientras que en la catedral de Ausburgo, Alemania, los cinco profetas del antiguo testamento, David, Moisés, Daniel, Oseas y Jonás, están representados en vitrales perfectamente conservados que datan del siglo XI.

La arquitectura gótica resultó el gran aliado de estas enormes aberturas coloreadas para otorgarles el impulso que merecían, con lo que ganaron el respeto por toda Europa. Los trabajos de los artesanos se tornaron delicadas obras de arte gracias a la incorporación de óxidos en el siglo XIV que generaron nuevas tonalidades y a la utilización del diamante para cortar el vidrio. La temática en torno a ellos trascendió su utilización en construcciones religiosas para convertirse en elementos de decoración en interiores de casas y edificios.

Abstracciones geométricas, escenas bucólicas o temas relacionados con el rubro de la institución se materializaron en claraboyas, portillos y todo tipo de aberturas transparentes policromáticas. En Uruguay, con la llegada de expertos europeos se desarrolló una época de auge de los vitrales, especialmente con la llegada en 1912 del italiano Arturo Marchetti y su medalla de oro en el Salón de las Artes Decorativas de Milán a cuestas.

Palacio Santos
Ingresar al Palacio Santos, sede de la Cancillería es transportarse a la época de la presidencia de su propietario, el general Máximo Santos. Entre 1881 y 1886, el proyecto del uruguayo formado en Turín Juan Capurro profundizó en la vertiente italiana de la modalidad ecléctico-historicista.

El exterior con columnas y frontones quebrados, un friso de mármol rematado por una balaustrada señorial, aseguran un ostentoso despliegue interior con mármoles, vitrales, filigranas de yeso, cristales y esculturas en dorado. El gran patio interior está empedrado con adoquines y tiene una fuente que da paso a una claraboya polícroma en forma abovedada. El escudo nacional preside esa obra de Arturo Marchetti digna de un palacio. Los trabajos de restauración y conservación realizados en la década del 60 procuraron la preservación de los elementos originales.

Palacio Durazno
Los edificios de apartamento también adoptaron los vitrales como elementos decorativos y de fortalecimiento de la concepción arquitectónica. A finales de 1920 en el límite del Barrio Sur, el proyectista F. Filiberto y el constructor Santiago Porro construyeron el Palacio Durazno, un edificio de 60 apartamentos cuya organización espacial resulta totalmente simétrica.

Los materiales nobles del basamento, granito pulido y mármol, contrastan con la decoración del friso y los vitrales internos. Francisco Urban creó el gran ventanal en la fachada posterior, que "refleja un intento de adhesión al código déco aunque el sector central es claramente naturalista y compositivamente clásico, al igual que el vitral de la cúpula elíptica del hall", así se detalla en el libro Entre luces, el vitral en el patrimonio arquitectónico nacional, de Carola Romay, Miriam Hojman, Gianella Mussio y Verónica Ulfe. En 1997 fue declarado Bien de Interés Municipal.

Embajada de Francia
La Casa Buxareo fue adquirida por Francia en 1922 para sede de su embajada y residencia del embajador, luego de que su propietario original, Félix Buxareo, la dejara como herencia al arzobispado de Montevideo.

Cuando se realizó la reforma, el arquitecto francés Joseph Carré decidió incorporar un vitral como claraboya que no solo adorna el vestíbulo sino que es un "verdadero regocijo para la vista, un cielo de iluminación policromática", como lo definió el embajador Hugues Moret. El arte gótico del vitral en el estilo art déco, art nouveau irrumpen en la Casa Buxareo con la impactante creación del artista Marchetti, que además dialoga con dos reinas: la reina de Escocia María Estuardo y la reina de Francia y de Navarra María de Médicis.

Hotel El Alquimista
A dos cuadras de la playa Carrasco, el Hotel El Alquimista se ubica en una casa construida en 1925 por el arquitecto Azzarini. Los dueños -el matrimonio de la uruguaya Carolina Vernengo y el inglés Mark Sexton- le imprimieron un "estilo ecléctico al ambiente distendido y confortable" del espacio, que combinaron con "buena gastronomía". La casona con arañas antiguas, colección de arte, bodega de vinos y un jardín de jazmines y árboles frutales preserva ese espíritu original de la construcción destinada al descanso en el verano.

Una de las curiosidades del hotel son los vitrales semicirculares dispuestos en la pared donde asciende la antigua escalera de madera, que también son obra de Marchetti. En este caso, la dueña original de la propiedad extrañaba su Valencia natal, por lo que le encargó al artesano italiano que reprodujera en los vitrales los paisajes de su casa en España.

Edificio El Día


Sobre la calle 18 de Julio esquina Yaguarón, Diego Noboa Courrás construyó el edificio del diario El Día, fundado el 21 de marzo de 1867 por José Batlle y Ordóñez. Actualmente, aunque se convirtió en la sede de Maroñas Entertainment, se conservan los conceptos originales del edificio. Columnas con capiteles jónicos o corintios, las escaleras como protagonistas de la escena y pasamanos de bronce. El hall con el piso de diseño circular obliga a elevar la vista y perderse en el majestuoso vitral en forma de cúpula en el que se disponen los signos zodiacales. Esta bóveda del vitralista Arturo Marchetti permite que perduren valores originales de la construcción.

Palacio Legislativo
Inaugurado en 1925, el proyecto original del arquitecto Vittorio Meano quedó en el olvido, según consideraciones de la directora de Arquitectura del Poder Legislativo, Gisella Carlomagno, frente a las modificaciones incorporadas por Cayetano Moretti para brindarle mayor magnificencia.

En el Salón de los Pasos Perdidos, Moretti agregó una bóveda romana en el techo de la nave central y un lucernario, por lo que la iluminación zenital se produce a través de tres grandes vitrales, dos de superficie curva y otro plano que se ubica a mayor altura dentro del lucernario. El artista milanés Arturo Marchetti fue el responsable de la realización de la mayoría de los vitrales: en el Salón de los Pasos Perdidos hay 24 ventanas guillotina, una horizontal bajo la torre y dos abovedadas en los laterales. En cada antesala (de las cámaras de Diputados y de Senadores) se encuentran cuatro ventanales con paños fijos y basculantes; y en cada sala de sesiones hay dos vitrales horizontales. Marchetti realizó todos ellos con el mismo patrón de diseño y colorimetría, logrando ambientes cálidos a través de la luz que ingresa del exterior y de los patios interiores. El maestro artesano Giovanni Buffa también participó en la creación de vitrales en el palacio. Las entradas a las cámaras están coronadas por dos medias circunferencias que simbolizan el trabajo y la justicia, diseñados por Buffa en Milán y realizados por la Cooperativa de Artesanos del Mosaico de Venecia.

Las Carmelitas
Parroquia Virgen del Carmen y Santa Teresita es un magnífico templo estilo gótico de tres naves emplazado en el barrio Prado. Su construcción, a cargo de los arquitectos Guillermo Armas y Albérico Ísola, comenzó el 30 de marzo de 1929 y culminó en 1954. En el plan original estaba prevista la importación de todos los vitrales de Europa. Sin embargo, el inicio de la Segunda Guerra Mundial provocó que solamente una parte pudiera llegar de Alemania, por lo que el resto de las obras se encargaron a artesanos en Argentina y Uruguay.

Los vitrales, ubicados a ambos lados de la planta principal, permiten que la iglesia cuente con iluminación natural durante todo el día. Los diseños representan diversas escenas de la vida de la Iglesia. En el ábside se muestran escenas de la vida de Santa Teresita arrojando las rosas prometidas sobre la iglesia; en el centro se instala la imagen de la Virgen del Carmen; y en el lateral derecho, área del coro, se observa el rosetón de la pasión, obra de un vitralista uruguayo.

El Correo uruguayo
Al ingresar al edificio del Correo, la puerta de vaivén está coronada por un vitral en forma de semicúpula en tonos verdes y naranjas que anticipan la grandiosidad del edificio construido a principios del siglo XX por la empresa constructora E. Chiancone y Cía., y que desde 1996 integra el Patrimonio Histórico Nacional. Ubicado en la esquina de Buenos Aires y Misiones, este referente arquitectónico preserva otro vitral, de superficie plana, que se ubica en la sala de protocolo, también llamada oficina de la Presidencia de la Administración de Correos. El vitral, que representa a un chasqui entregando un mensaje al cacique indio a través del sistema de postas, fue un obsequio de la oficina de Correo de Perú a la institución uruguaya.

Librería más puro verso


En Sarandí y Bacacay, el edificio Pablo Ferrando, construido por Leopoldo J. Tosi y Hno. Arquitectos en 1917, es actualmente sede de la librería Más Puro Verso. El espacio se ilumina a través de una claraboya superior, un ventanal de fachada y un vitral junto a la suntuosa escalera de dos ramas. Esta obra de Arturo Marchetti, en tonos amarillos y verdes, muestra el perfil de Atenea enmarcado en una corona de hojas de acanto y está coronado por un reloj ovalado que se ve perfectamente desde el lounge del primer piso, en donde antes de la pandemia se servía café, almuerzos y se realizaban encuentros literarios enmarcados en el concepto de experiencias culturales y buena cocina.

Palacio Salvo


Entre 1925 y 1928, el artista italiano Enrique Albertazzi fue el encargado de realizar el vitral de 30 paneles que ocupa una superficie de 8,5 metros de largo por 4,5 de ancho. En el hall de lo que era el salón de fiestas del primer piso se impone esta obra amparada por las escaleras dobles de mármol que conducen al segundo piso. Inspirado en un cuadro del pintor ucraniano Ilja Jefimowitsch Repin, Los barqueros del Volga, Albertazzi decidió rendir homenaje a los inmigrantes que llegaban a Montevideo y eran recibidos en la "tierra prometida". Según cuenta Daniel Elissalde en su libro Historias del Palacio Salvo, Albertazzi creó un vitral más luminoso que el cuadro original sustituyendo el cielo mustio y agobiante por uno brillante con rayos de sol intensos entre nubes celestes. Como hecho curioso, estos barqueros plasmados en el Palacio Salvo están caminando en dirección opuesta a la de la pintura original. En el año 2017 fue desmontado totalmente para ser restaurado por Marcos Llorach.