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Aunque el movimiento feminista empezó hace muchas décadas, para las mujeres que hoy tienen entre 40 y 60 años, el primer contacto con conceptos e ideas feministas probablemente fue a través de las historietas de Maitena, en la revista Para Ti que llegaban a los quioscos o en Paula, de El País, uno de los medios de los más de 30 países donde se publicaban fuera de Argentina, o en alguno de sus 15 libros que recopilan parte de tu trabajo. Pero en aquellos años 90 el feminismo todavía estaba mal visto, era algo negativo, peyorativo, se refería a un pequeño grupo de mujeres alteradas (como Maitena llamó a su tira cómica semanal) que manifestaban en las calles, quemaban soutienes y odiaban a los hombres.
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Cómo Maitena no iba a ser feminista si su madre, que había estudiado arquitectura, un sueño que le había costado muchísimo alcanzar, tuvo que abandonar su vocación para dedicarse a criar siete hijos prácticamente sola, pues su marido estaba más ausente que presente, y que a raíz de esa situación cayó en una profunda depresión. Al ocupar el lugar número seis de los siete hijos, Maitena tuvo la suerte, según ella, de no ser educada, y pudo despegarse de una familia cuyo jefe era ministro de la dictadura argentina. A todo esto se suma un ingrediente más: Maitena fue madre a los 17 años.
Ese caldo de cultivo necesitó la ilustradora para mirar la realidad con otros ojos, para entender las situaciones cotidianas desde otra perspectiva, para encontrar una capa más profunda en la vida diaria de las mujeres y devolverla en clave de humor. Era la mejor manera de empezar a decir cosas, a mostrar situaciones que podían parecer muy normales y corrientes pero que tapaban desigualdades. Maitena se consideraba feminista pero no le gustaba decirlo. “Su humor es muy bueno, pero un poco feminista”, le decían.
Así y todo, tanto ella como sus lectoras seguíamos siendo presas de las lógicas inculcadas por la sociedad del momento. “El mundo era así (…). Yo aceptaba que el mundo era así”, le dice a María Inés Fiordelmondo en la entrevista que publicamos en este número. Ser gorda estaba mal, mostrar los pelos del cuerpo estaba mal, tener las tetas caídas estaba mal, había que estar siempre bella y espléndida para gustarles a los hombres. Y esos requerimientos implicaban un sufrimiento: hacer dieta, soportar el dolor de la depilación, someterse a cirugías. Con mucha ironía y humor, Maitena se hacía eco de esos “pequeños dramas de la vida cotidiana”, y sus lectoras moríamos a carcajadas viéndonos reflejadas en pintura (en este caso, en lápiz). Pero debajo de esos “pequeños dramas de la vida cotidiana” subyacían unos poderosos conceptos culturales sobre el rol de la mujer, su lugar en la sociedad, su relacionamiento con el hombre.
Hoy, 30 años después, la propia Maitena reconoce que hay cosas en su trabajo que no son adecuadas para esta época, y que no se deberían seguir leyendo, en un gesto de autocrítica que asombra y la enaltece aún más como artista. Por supuesto que el verdadero valor de una obra es cuando se la mira en su propio tiempo. Cuando desde el Centro Cultural Kirchner le ofrecieron montar una muestra retrospectiva de su obra, lo primero que pensó era que muchas cosas de su trabajo no se podían incluir porque “ideológicamente hoy atrasan”. A lo que la brillante curadora le respondió que “para entender dónde estamos, está bueno saber de dónde venimos; es parte del desarrollo de las cosas”.
Pero, más allá de que ciertas generaciones puedan ver en esas viñetas ciertos mandatos culturales que hoy se están combatiendo, precisamente en las marchas feministas en las que Maitena está y trabaja, muchas mujeres le dicen: “Vos me hiciste feminista”.
Porque, aunque en los 90 ya estábamos hartas de hacer dieta y de disimular la panza, lo hacíamos igual, lo aceptábamos. Faltaba dar el siguiente paso, el que están dando hoy las más jóvenes: ¿cuál es el problema de ser gorda, panzona o con las tetas caídas? Soy así y me acepto, me quiero, como lo explica esta pionera de la historieta feminista.
Ahora vemos que aquello era solo un comienzo, por algo se tiene que empezar. Y Maitena, para su generación y la de sus lectoras, empezó.