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Evaluado en tres dimensiones básicas —la esperanza de vida, los años promedio de escolaridad y el ingreso por habitante—, el desarrollo humano de Uruguay siguió relativamente estancado. En ese sentido, la edición con datos de 2018 del índice (IDH) que elabora el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), difundido el lunes 9, trajo pocas novedades: en los indicadores relacionados con la educación no hay progresos desde hace algunos años.El IDH de Uruguay en 2018 fue 0,808; el valor máximo del índice es 1, que ningún país alcanza aunque Noruega se aproxima bastante (0,954). Ordenados por sus respectivos IDH, Uruguay se ubicó en el puesto 57º —compartido con Kuwait—, Noruega en el 1º y Burundi (0,423) cerró el ranking de 189 países.En la edición anterior Uruguay había tenido un IDH casi idéntico (0,807) y casi la misma posición en el ranking (58º), aunque el PNUD aconseja no comparar valores y clasificaciones con los de informes publicados anteriormente debido a las revisiones y actualizaciones de los datos subyacentes. Además, entiende que, en términos generales, cambios en los centésimos en cualquiera de los índices no son considerados significativos.De las tres dimensiones básicas del desarrollo humano que conforman el IDH, en las que Uruguay mejoró fue en la posibilidad de llevar una vida larga y saludable (la esperanza de vida al nacer pasó de 77,6 en 2017 a 77,8 años en 2018) y la capacidad de lograr un nivel de vida digno medido (el ingreso nacional bruto per cápita aumentó de 19.400 a 19.435 dólares constantes de 2011 ajustados por paridad de poder de compra). En materia educativa, la capacidad de adquirir conocimientos, medida según los años promedio de escolaridad, y los años esperados de escolaridad, se mantuvo en 16,3 y 8,7 años, respectivamente.En una perspectiva de largo plazo, Uruguay mejoró de forma casi continua su IDH: aumentó 16,8%, desde el 0,692 en 1990.
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Según el PNUD, la redistribución de los ingresos, que a menudo domina el debate sobre las políticas de lucha contra la desigualdad, se ve a menudo como una “bala de plata”. Sin embargo, incluso un paquete plenamente redistributivo de cuatro políticas ambiciosas —impuestos sobre la renta más elevados y progresivos, rebajas tributarias para las personas con ingresos por trabajo reducidos, deducciones por cada hijo y un ingreso mínimo para todas las personas— sería insuficiente para revertir por completo el aumento de la desigualdad de los ingresos en el Reino Unido producido entre finales de la década de 1970 y 2013. Por eso plantea un enfoque más amplio; las políticas “premercado” pueden reducir las disparidades de las capacidades, ayudando, por ejemplo, a todas las personas a acceder al mercado laboral con una mejor preparación.Pero, por otro lado, está surgiendo una “nueva generación de desigualdades” también alrededor de la transformación tecnológica y el cambio climático, que de no ser bien gestionadas podrían provocar una “nueva gran divergencia” en la sociedad no vista desde la Revolución Industrial, advierte el informe. De esa forma, aspectos que solían considerarse como “deseables”, como ir a la universidad o disponer de banda ancha de Internet, son cada vez más importantes para acceder a las oportunidades del mundo actual: quien solo tiene acceso a lo básico se enfrenta a problemas para avanzar y progresar en su futuro”, argumenta Pedro Conceição, director del equipo del PNUD encargado de elaborar el informe. En estos aspectos profundiza la edición de este año, con un enfoque global.En lo que se refiere al acceso a la tecnología, los países en desarrollo presentan una tasa de 67 suscripciones de telefonía móvil por cada 100 habitantes, la mitad que en aquellos con IDH muy alto. En cuanto al acceso a la banda ancha, los países con índice bajo no llegan siquiera a una suscripción por cada 100 habitantes, frente a las 28 suscripciones por cada 100 habitantes en los países con IDH muy elevado.