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“Trabajo en el entrenamiento mental, por eso abordo la alimentación de manera holística”
La nutricionista Leticia Ramos propone otra manera de relacionarnos con la comida, apostando a ser conscientes de los sentimientos
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FOTO
"Las
emociones influyen directamente en lo que comemos, en cómo lo
hacemos y en las elecciones que tomamos", dice la nutricionista
Leticia Ramos. Llevar una alimentación balanceada no siempre es un
acto racional: las emociones tienen un impacto profundo en la
conducta que tiene que ver con qué y cómo comemos. Ramos acompaña
a las personas que quieren comprometerse y ser activas en el cambio
de su vínculo con la comida, para pasar del "yo sé lo que
tengo que comer pero no lo hago" a alimentarse de forma
consciente y cuidada.
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¿Cómo
manejamos lo emocional al momento de alimentarnos?
Vehiculizamos
emociones a través de la comida. Por el tipo de educación que
recibimos nos cuesta conectar con lo que sentimos. Y hay una energía
que queda bloqueada en el cuerpo –por ejemplo la frustración, el
enojo, la tristeza– y que lleva a tener reacciones desmedidas, como
puede ser una comida en exceso.
La
frustración es de las emociones más nombradas que despierta las
ganas de comer. Toda persona tiene un vínculo emocional con la
comida, el problema surge cuando ese vínculo rompe su equilibrio,
como sucede en el aumento de peso. El exceso de comida que hay, en
especial de ultraprocesados, sumado al piloto automático encendido,
potencian este comportamiento. Yo trabajo en abrir el abanico,
podemos aprender otras formas de canalizar las emociones.
¿Cuáles
son esas otras maneras de afrontar estas emociones?
Conectando
con uno mismo. Yo trabajo en el entrenamiento mental, por eso abordo
la alimentación de manera holística. En el inconsciente, que es
donde se origina el comportamiento alimentario. No se trata de
alcanzar la alimentación perfecta, porque no existe, sino la que
mejor haga sentir a cada persona.
¿Cómo
influye la cultura actual en cómo y qué comemos?
En
este mundo la sobreinformación en alimentación es tremenda. El
tiempo vale oro y eso hace que tengamos prendido el piloto
automático: como me comporto en mi vida es como me comporto con la
comida. Si vivo corriendo, con esa sensación de que me falta el
tiempo, la comida pasa a ser un acto inconsciente. Como a la hora que
puedo, rápido, incluso tragando, para cumplir con las obligaciones
que tengo, y el resultado es la ganancia de peso, la sensación de
poca energía y la pesadez.
¿Cómo
se puede cambiar esa manera de relacionarnos con la comida?
Lo
que pensamos impacta en lo que sentimos y lo que sentimos impacta en
lo que hacemos. Si quiero cambiar mi comportamiento con la comida
tengo que escuchar mis pensamientos alrededor de ella. Yo acompaño a
mujeres que quieren comprometerse y ser activas, que es la manera de
lograr un cambio real.
El
peso no es el protagonista. Acompaño a descender de peso, pero no
con la cultura de dieta. La gran mayoría de las personas que se
ponen a dieta bajan, pero no lo sostienen. Yo trabajo en un cambio
para toda la vida. No utilizo el término pacientes, que implica
tener un rol pasivo, sino acompañadas. También vengo deconstruyendo
mi rol profesional para dejar de lado el formato tradicional. Apunto
a generar una transformación en las personas.
¿Cómo
encara a alguien que le dice que quiere llegar al verano con
determinado peso?
Pregunto
qué es lo que quieren, si lo que desean es la inmediatez, no soy yo
la persona indicada, y hago una derivación. La dieta es la forma de
vida de muchísimas personas. Para generar conciencia de las secuelas
que deja, cree el movimiento Dieta
No More,
que se basa en revolucionar la manera en que nos relacionamos con la
comida.