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¿Se parece físicamente a su pareja? El fenómeno tiene una explicación científica
El fenómeno de las parejas que se parecen físicamente es mucho más común de lo que se cree; se fundamenta tanto en el mimetismo que surge con los años como en la atracción inconsciente hacia una estructura genética similar
Paz Sartori y Diego Larrouturou. Fotos: Adrián Echeverriaga
Paz y Diego no creían parecerse físicamente. En realidad, aquella idea nunca se les había pasado por la cabeza. Cuando se conocieron en un cumpleaños, sin embargo, a Diego Larrouturou le llamó la atención la altura de Paz Sartori. Supera el metro 80, igual que él. En Uruguay, donde la estatura promedio ronda el metro 70, toparse con otra persona a la que también se le pegan frecuentemente las rodillas al sentarse ante una mesa, que se vea obligada a correr hacia atrás el asiento de un auto ajeno o que sobresale en todas las fotos grupales es un hecho para nada cotidiano. “Está bueno que Paz sea alta porque la encontrás fácil en boliches, en toques”, bromea Diego. Se conocieron, la profunda afinidad dio paso al amor y el amor a la conformación de una familia —tienen dos hijos—. Ya desde sus primeras salidas como pareja les hicieron notar aquello en lo que nunca habían reparado. Que la estatura no era su único rasgo similar. Que son “iguales”. Que parecen hermanos. Hoy se miran, se ríen y, un poco, les dan la razón. A ambos les gusta vestirse con colores vibrantes —sobre todo en verano—, disfrutan bailar, son extrovertidos, adoran las fiestas y reuniones sociales y todo eso potencia lo que está a la vista: los dos son altos y flacos, de pelo castaño, ojos marrones, rostro fino y alargado. Se parecen y ahora lo saben.
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Hace pocas semanas el reto “siblings or dating” (hermanos o pareja) entretuvo al mundo entero en Instagram y dejó de manifiesto que los casos de parejas que se parecen físicamente son mucho más comunes de lo que se cree. Y abundan también entre celebridades, como Benedict Cumberbatch y Sophie Hunter, Justin y Haley Bieber, Courtney Cox y Johnny McDaid, Dylan Sprouse y Bárbara Palvin, Gisele Bündchen y Tom Brady, y la lista sigue con parejas que, en este caso, cualquier uruguayo podría cruzarse en la calle, como la de Ciro y Oscar, Rossina y Diego, Lía y Jessica, Paz y Diego. El parecido de sus rasgos físicos podría confundir a cualquiera. Para Lía Cambre y Jessica Parnás, por ejemplo, aclarar que no son hermanas se volvió costumbre. “Salimos a comer y nos preguntan si somos hermanas. El otro día fuimos al médico y me preguntaron: ¿es tu hermana? Estando con mi hermana al lado nos preguntan si con Jessica somos hermanas. En los boliches también, con el tema de ‘las hermanitas’, te tratan de levantar por ese lado. Todo el tiempo, todo el mundo, desde que nos conocemos”, cuenta Lía. Lejos de molestarse, la pareja se ríe. Es que hasta los dispositivos tecnológicos les confirman ese aire que mucho más que de hermanas, parece de dobles: ambas pueden desbloquear el celular de la otra con la cara.
Lía Cambre y Jessica Parnás. Foto: Adrián Echeverriaga
Este fenómeno de parejas parecidas, que parece tan misterioso, en realidad no lo es. Hay alrededor explicaciones científicas y muchas teorías. Una de ellas es la teoría lacaniana, que dice que cuando uno se enamora, es porque encuentra en el otro una parte de uno mismo. Puede ser desde la forma de hablar hasta un hobby o, en una evolución de este concepto, en la apariencia física. “A nivel inconsciente, vale todo”, dice el psicoanalista y periodista Richard Prieto, autor de La verdad cura. Quienes están a favor de esta teoría dicen que hay un hecho práctico que los favorece, y que no es menor: dos personas de la misma estatura, peso y condiciones físicas son mucho más compatibles sexualmente que dos que difieren mucho en estas características. “Encontraron en esa compatibilidad una cercanía sexual que les resulta muy llamativa y placentera”, añade Prieto.
Ahora, ¿atrae el que se parece físicamente a uno o el parecido es algo que surge —y se acentúa— con el paso del tiempo? Según los estudios, hay un poco de las dos.
Una de las explicaciones científicas señala que el ADN humano está programado para perpetuar los propios genes. Un estudio realizado entre la Boston University School of Health y la Universidad de California analizó a tres generaciones (desde 1948) del pueblo Framingham, en Massachusetts, y los hallazgos fueron sorprendentes: aquellos cuyo origen estaba en el norte y el sur de Europa terminaban uniéndose con quienes tenían los mismos antepasados, lo que explicaba, a la vez, su estructura genética común. En el libro Tell me what you want, el psicólogo Justin Lehmiller habla sobre eso: inconscientemente las personas se sienten atraídas por otras que se le parecen; gusta lo que resulta familiar, aunque nadie sea del todo consciente de ello.
Paz Sartori y Diego Larrouturou. Foto: Adrián Echeverriaga
Otra de las investigaciones revela que las parejas que pasan muchos años de vida juntas tienen más chances de asemejarse en su apariencia. Fue el psicólogo Robert Zajonc de la Universidad de Michigan el encargado de demostrarlo con su teoría de la similitud facial, desarrollada en 1987. Su hipótesis se basa, en resumen, en el tiempo y espacio compartidos. Dos personas que llevan tantos años juntas comparten a veces hábitos, experiencias, entornos. Todo eso moldea más o menos el aspecto de una persona.
Mimetizados. Rossina Parentini y Diego Irigoyen tienen 30 años, llevan más de media vida juntos y lo reconocen sin tapujos: “Para nosotros después de tantos años juntos es muy común estar conectados hasta en el pensamiento, por lo que puede ser que estemos mimetizados. Somos muy compañeros”. A eso se le suma que ambos son rubios, de tez igual de blanca y diáfana, y ojos verdes que adoptan exactamente la misma forma rasgada cuando sonríen. A pesar de los rasgos compartidos y las veces que se lo han hecho saber, Rossina y Diego no se consideran parecidos. Sí reconocen la semejanza en su estilo, que creció con los años, y en detalles más pequeños como lo amplio de sus gustos musicales.
Diego Irigoyen y Rossina Parentini. Foto: Adrián Echeverriaga
El parecido entre Ciro Tamayo y Oscar Escudero, ambos bailarines del Ballet Nacional del Sodre, complicó un poco la existencia a sus compañeros en el último estreno de la compañía, Minus 16. En la obra todos los bailarines vistieron traje negro, camisa blanca y sombrero. “Estábamos vestidos iguales, yo tenía el pelo un poco más largo. Éramos como un unísono de gente y tenías que reconocer exactamente las caras. Una compañera me dijo que en un momento no sabía quién era quién: ‘Estaban los dos bailando, y sonreían’”, cuenta Oscar. La sonrisa es su característica más parecida, además de la estatura, la claridad de sus ojos y la complexión física que de por sí como bailarines tienden a compartir. Y que los confundan con hermanos es siempre motivo de risa, asegura Ciro. “No molesta en absoluto. Por algo creo también que la vida te junta con una persona; no por el parecido, pero energéticamente hay algo que se complementa. Ahí también va que uno se mimetice con su pareja, con las costumbres y hasta la forma de hablar”. A Ciro, español, se le pegan las jergas sanjuaninas de Oscar, oriundo de esta provincia argentina. “O de repente a veces ni siquiera hace falta hablar y ya sabemos lo que el otro piensa o necesita”, comenta.
La pareja tampoco logra encontrarse el parecido que perciben otros ojos. O en realidad nunca habían prestado tanta atención al asunto como ahora, que se miran juntos a un espejo mientras posan para las fotos. “Nos miramos en el espejo y pensamos: mirá, tenemos la sonrisa parecida”, bromea Ciro.
Oscar Escudero y Ciro Tamayo. Foto: Adrián Echeverriaga
Lía y Jessica afirman que cada día se parecen más. Coincidir en la forma de vestirse es moneda corriente, como pasó con los buzos que eligieron llevar para la foto que acompañan esta nota, que compraron en la misma tienda sin darse cuenta. “Cuando nos conocimos no nos vestíamos ni ahí parecidas. Buscás gustarle al otro y lo que al otro le gusta y en un punto elegís, vamos a comprar ropa juntas, nos prestamos, usamos los mismos talles. A veces voy vestida de ella como si fuera mi ropa, pasa pila”, dice Lía. Las dos miden 1,64, son castañas de cejas oscuras y pobladas y tienen la misma forma en sus dientes. Por si fuera poco, las dos son empresarias —Lía es directora de la agencia de publicidad Wasabi y Jessica del restaurante Hoy te quiero— y siguieron el camino de sus madres, que trabajaban en los mismos rubros. “Nunca me parecí tanto a alguien en todo sentido. Es divertido parecerte a tu pareja”, subraya Lía, que todavía de vez en cuando se impresiona cuando mira a su novia, algo que no le pasa a Jessica, que no encuentra muchas similitudes.
A priori es posible pensar que a una pareja podría no gustarle los comentarios sobre su parecido. En general, no obstante, sucede todo lo contrario. Y eso, según Prieto, también tiene una explicación: “Cuando aparece el amor, uno se empieza a sentir tan bien con la otra persona que estas similitudes surgen naturalmente. Hay hasta un mimetismo ideológico, una cercanía en la visión de la vida, del mundo. Estamos en una época donde la búsqueda de individualidad es sagrada, y esto de enamorarse de otro porque encontramos algo de uno mismo se puede explicar en que en la concreción del amor, las parejas que se sienten bien no creen perder libertad o individualidad pareciéndose a su pareja. Mantienen su individualidad y cuando alguien marca su similitud, sonríen, contentos”.
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Famosos, parecidos y enamorados
El actor Benedict Cumberbath y la directora Sophie Hunter se casaron el 14 de febrero de 2015 y tienen tres hijos.
El jugador de fútbol americano Tom Brady y la Supermodelo Gisele Bündchen se casaron hace 13 años y tienen dos hijos.
Cada publicación de Instagram de la pareja de Dylan Sprouse y Bárbara Palvin está llena de comentarios del tipo: "parecen más gemelos que novios".
La actriz Courtney Cox empezó a salir con Jhonny McDaid después de que Ed Sheeran, amigo en común los presentara.