Estoicismo. Una introducción a la filosofía del arte de vivir, de John Sellars. Paidós, 2023, 263 páginas, 850 pesos
Coherencia con el orden natural. Zenón de
Citio fundó esta escuela filosófica en torno a 300 a. C. y, según explica
Sellars en su libro, su nombre refiere al sitio donde solían reunirse
informalmente: la Stoa Pecile (“pórtico pintado”, en griego), “una columnata
cubierta en el extremo norte del ágora (la plaza del mercado) de Atenas”. De
alguna manera, estos autores contemporáneos reducen las discusiones que allí
mantendrían los filósofos a un punteo de preceptos básicos, como el de no
entrar en contradicción con nuestra naturaleza humana. Según Bañeras, “debemos
entender el vivir en coherencia como el vivir en correspondencia”, entendida
esta como “la relación que mantienen la naturaleza y el ser humano”. El doctor
en Filosofía explica que existe en el cosmos un orden que marca ciertas
coordenadas y principios que deben ser escuchados, aprendidos y seguidos. “En
la medida en que el ser humano los siga podrá ser coherente con este orden y
manifestar su propia plenitud, es decir, desplegarse a través de la llamada y
la naturaleza que mora en su interior”.
Las emociones y la sensibilidad. “Ser estoico
en una época autocompasiva supone que a uno lo tilden de distante; peor, de
insensible”, escribe el británico Julian Barnes en su más reciente novela, Elizabeth
Finch (Anagrama, 2023) Se refiere a esa mujer, la que da título al libro,
una profesora de Cultura y Civilización recta,
interesantísima, insondable. Neil, un alumno suyo, alimenta una profunda
admiración hacia Finch; es él quien concluye, en cierta parte del relato, que
si tuviera que definir a su profesora de alguna manera, diría que es estoica.
Sin embargo,
Bañeras explica que el estoicismo no consiste en ejercer un control total sobre
la sensibilidad. “En lugar de eso, busca vivir en serenidad a través de la
sensibilidad”, y para lograrlo despliega un conjunto de ejercicios o prácticas
sobrias y austeras. Según el filósofo, actualmente nuestro foco de atención
está mayoritariamente dirigido hacia fuera: “Pensamos constantemente y nos
cuesta parar de hacerlo, y esto nos produce un creciente desasosiego”.
Desde el
ámbito de la filosofía estoica, Bañeras propone mirar hacia dentro desde la
calma, la reflexión y la meditación “para encontrar algunas de las respuestas a
nuestras vidas”.
Caminos hacia la actitud estoica, de Nacho Bañeras. Siglantana Editorial, 2023, 9,51 dólares (disponible en kindle vía Amazon)
Aquí
y ahora. Otro
precepto fundamental del estoicismo es la importancia de la virtud o la
excelencia para hallar la felicidad. Sellars explica que, según el estoicismo,
lo único que posee “bondad intrínseca” (y por tanto lo único que debería
preocupar al ser humano) es la virtud, entendida como “una disposición interna
excelente del alma; una mente saludable”. Completando esta concepción de virtud
con la de la Real Academia Española, que la define como la “disposición de la
persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien,
la verdad, la justicia y la belleza”, el estoicismo se acerca, al menos en este
punto, a un rigor, fuerza de voluntad y sentido de lo que es correcto que roza
el idealismo o una autoexigencia extrema.
De acuerdo al
estoicismo, tanto los objetos como los “estados de cosas” externos, en cambio,
deberían resultar indiferentes al ser humano. Según el profesor de Filosofía,
muchas de las emociones que sufrimos parten de juicios equivocados “que
atribuyen un valor espurio a las cosas externas indiferentes”. Por eso, esas
emociones son vistas como enfermedades del alma capaces de reducir nuestro
bienestar y felicidad. “El mensaje primordial de la ética estoica es que
nuestra felicidad está plenamente en nuestro poder aquí y ahora, siempre y
cuando estemos preparados para ver el mundo correctamente, y que una vez
alcanzada, esta felicidad jamás podrá sernos arrebatada”, escribe el autor. Si
bien las propuestas en que se basa son, en opinión de Sellars,
“desconcertantes”, el mensaje es poderoso y atractivo para estos días. “No es
de extrañar que el estoicismo haya continuado desde entonces fascinando y
alterando a los filósofos”, escribe.
El caminante sobre el mar de nubes (1818), óleo de Caspar David Friedrich
Sócrates
y otros referentes estoicos. “Esta filosofía ha estado siempre presente en la historia del
pensamiento occidental, a través de autores clásicos y propiamente estoicos
como Séneca o el emperador Marco Aurelio y pensadores fuertemente influenciados
por el estoicismo como Michel de Montaigne, Montesquieu o Quevedo”, repasa
Bañeras. Aunque propiamente no forme parte de la escuela estoica, Sócrates (470
a. C.-399 a. C), considerado uno de los más influyentes de la historia, es
también un referente y modelo de la vida estoica. “Fue capaz de desplegar una
vida virtuosa pese a ir contra lo políticamente correcto, y por otra parte
vivió cercano a su propia máxima de ‘solo sé que no sé nada’, ocupándose de lo
que realmente estaba a su disposición”, recalca.
Por otra
parte, explica Bañeras, tal como muestra el cuadro La mort de Socrate
(La muerte de Sócrates), un óleo de Jacques-Louis David, el gran filósofo
clásico afrontó su muerte con “templanza, serenidad y abrigado por sus
amistades, terminando de esta manera una vida filosófica”.
Otra pintura
que simboliza el estoicismo es El caminante sobre el mar de nubes, un
cuadro de Caspar David Friedrich que muestra a “una persona observando un
paisaje nublado y transpira la serenidad de una mirada contemplativa que,
estando cercana a la vida, la observa sin dejarse arrastrar por los
acontecimientos o por aquello que la niebla nos impide ver”, añade.
La muerte de Sócrates (1787), óleo de Jacques-Louis David
Vigencia
renovada. Según el
autor de Caminos hacia la actitud estoica, actualmente el estoicismo no
solo sigue influyendo en la filosofía, sino que además está viviendo un segundo
renacer, dado que “muchas personas buscan en esta corriente de pensamiento
respuestas a un mundo que cada vez se mueve y cambia más rápido y de cuyo
desasosiego es difícil escapar”.
“Al principio
tomé a Elizabeth Finch por una pesimista romántica; ahora diría que era una
estoica romántica. ¿Son compatibles ambas condiciones? ¿Pueden coexistir, o una
es consecuencia de la otra? Resulta tentador postular que EF comenzó siendo una
romántica de principios elevados y que luego, una vez la vida le hubo infligido
las decepciones inevitables, se convirtió en estoica”, escribe Barnes en la voz
de Neil. Parece lógico pensar que a la práctica del estoicismo se llegue
después de atravesar ciertas circunstancias, como una cierta forma de evolución
o aprendizaje. Como un lugar en el que buscar aislarse de un mundo incierto,
hiperestimulado, exigente y, por momentos, cruel. Como una manera de tomar
distancia y trabajar en el mundo interior para fortalecerlo y afrontar así la
adversidad exterior con otro temple.
Los puristas
del estoicismo, detractores de su versión moderna, dirán que la de hoy es
apenas una edición alivianada y resumida de la original, y probablemente tengan
razón. Pero en algún punto entre la disconformidad y la búsqueda de una calma
elusiva el estoicismo actual encuentra sus seguidores.
A partir de
EFE
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Tres claves
para el mundo de hoy
Nacho
Bañeras, doctor en Filosofía español y autor del libro Caminos hacia una
actitud estoica, plantea tres escenarios de la vida actual en los que se
pueden aplicar las tres disciplinas que el estoicismo propone para llevar una
vida filosófica y estoica.
La vía
estoica del deseo. “Pasamos mucho tiempo pensando la vida, rumiándola. Le damos
muchas vueltas en la cabeza pensando sobre situaciones futuras o qué pensarán
los demás. Muchas de las cosas que intentamos pensar para controlar, están
fuera de nuestro control y disposición”, señala Bañeras. Y propone preguntarnos
concretamente qué está bajo nuestro control: “Si aquello sobre lo que nos
preocupamos es incierto, los estoicos nos dirán que nos ocupemos de lo que nos está
generando, a menudo miedo, pues es lo único de lo que podemos ocuparnos”,
señala.
La disciplina
de la acción. “Vivimos en una sociedad cada vez más individualista y muchas de
nuestras acciones las construimos desde esta premisa, de la misma manera que,
muy a menudo, nos percibimos como islas aisladas, en soledad. Nos percibimos
solos”, explica este filósofo.
“Los estoicos
partían de la bella idea de que estamos hermanados entre nosotros puesto que
somos interdependientes y venimos de un mismo lugar, de un mismo origen. Este
hecho, que a menudo olvidamos, nos debería impulsar a actuar en base a la
solidaridad hacia los demás y hacia nosotros mismos. Esta vía es la que abre la
disciplina estoica de la acción”, señala.
El camino del
juicio. “Muchas veces nos presentamos como personas libres. Actuamos y
decidimos a través de lo que pensamos, que a su vez está fundamentado en el
conjunto de ideas y creencias que tenemos del mundo y de nosotros, pero ¿de
dónde viene aquello que pensamos?”, señala Bañeras invitando a reflexionar. En
su opinión, lo que pensamos y la forma en que lo hacemos generalmente proviene
de “un conjunto de creencias que hemos ido recibiendo de nuestro entorno
(familia, escuela, medios de comunicación) y que, según los estoicos, no hemos puesto
en cuestión”.
“Este camino nos abre a la
disciplina del juicio, que nos permite trabajar sobre el contenido de lo que
pensamos y la forma en la que lo hacemos”, señala.
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Estoicismo vs.
vulnerabilidad
En un momento
en el que se han derribado algunos muros y logrado que la vulnerabilidad
empiece a ser vista como una fortaleza, el estoicismo puede parecer ligeramente
anacrónico.
La gimnasta
estadounidense Simone Biles dio una gran lección al respecto en los Juegos
Olímpicos de Tokio 2020, cuando abandonó la competencia y no por una lesión
física, sino a causa de su salud mental. Algo inédito hasta la fecha. Tenía
grandes chances de llevarse el oro, pero priorizó su salud, dispuesta a
enfrentar las críticas que seguramente vendrían (y vinieron). Renunció a ese
estoicismo que se espera de los competidores olímpicos, históricamente
destinados a dar sus mejores resultados deportivos bajo una presión aplastante.
El caso de
Biles aportó su grano de arena a una evolución lenta pero constante, que ha ido
habilitando la vulnerabilidad en ámbitos en los que hasta entonces era
inadmisible.
Sin dudas que
el estoicismo tendrá sus beneficios, pero probablemente no sea una disciplina
que se adapte a todos.