La conductora de televisión y modelo argentina Fabiana Araujo estuvo de vacaciones en Uruguay antes de retomar la conducción de su programa ADN Moda y su labor como panelista en Implacables
La conductora de televisión y modelo argentina Fabiana Araujo estuvo de vacaciones en Uruguay antes de retomar la conducción de su programa ADN Moda y su labor como panelista en Implacables
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMientras estudiaba en el colegio secundario, la santafecina Fabiana Araujo decidió tomar un curso de modelaje con Roberto Piazza. Casi sin proponérselo las pasarelas se transformaron en su pasión y en una carrera que la llevó a desfilar con la diseñadora Elsa Serrano en Buenos Aires. Los vestidos, peinados y maquillajes la pusieron en el camino de los desfiles de Roberto Giordano en Punta del Este, espectáculos que sacudieron la serenidad del balneario en los años 90. Los atardeceres puntaesteños conquistaron a Fabiana a tal punto que continuó viajando a Uruguay.
Su carrera profesional de modelo derivó en la televisión como jefa de ceremonial en un programa con Tato Bores, para después estudiar teatro y prepararse para otros roles. Una columna de moda y belleza en un programa conducido por Pinky fue el inicio de su programa Donna Moda, que estuvo al aire por más de 20 años. En la actualidad, las tendencias siguen presentes en su vida a través del ciclo ADN Moda, en el que comparte las creaciones de los diseñadores y las novedades de Argentina. Además, integra el panel del programa de espectáculos Implacables, a cargo de Susana Roccasalvo, que sale en vivo todos los fines de semana.
Sin embargo, siempre se hace un tiempo para disfrutar de unos días de vacaciones en Punta del Este. En estos días conversó con Galería sobre su relación con el balneario, el modelaje, la televisión, el amor y cómo enfrentó los problemas de salud y otros momentos difíciles de su vida.
La moda definió el rumbo de su carrera profesional y Punta del Este ha estado presente a lo largo de su vida, ¿qué tiene este balneario que lo sigue prefiriendo?
Sí, Punta del Este está presente en mi vida desde mis inicios en los desfiles de Roberto Giordano y después en mi matrimonio. No sé qué tiene Punta del Este pero me encanta. Por un lado, el mar casi siempre está helado pero la playa es linda. Punta del Este tiene un encanto que solo entendemos los argentinos, para nosotros es especial porque hay mucha gente amiga, entonces también tiene que ver con los afectos. Además, con los uruguayos somos muy afines y la comida es exquisita. Ustedes son muy amables con nosotros aunque nosotros no lo somos tanto, debo reconocerlo. Los argentinos, o más bien, el porteño no es tan amable con el uruguayo. Y además, los atardeceres acá son imperdibles.
¿Cuándo empezó a venir?
En el 89 con los desfiles de (Roberto) Giordano, que paralizaban Punta del Este. Los desfiles eran un boom. Roberto fue un pionero en esto de hacer grandes desfiles multimarca, de convocar tantos diseñadores y de definir quién cierra, quién abre; todo eso era un gran ajedrez, con tantas modelos y diseñadores. Recuerdo que nosotros íbamos pasando las banderas, era todo un gran acontecimiento. Yo empecé viniendo a Punta del Este con las modelos de la troupe, digamos que no era de las destacadas. Los desfiles movilizaban al balneario, se cerraban las calles, fueron momentos gloriosos de la moda y de las modelos, de las supermodelos.
¿Con qué agencia trabajaba, Dotto o Piñeiro?
Yo estaba en la agencia de Pancho Dotto, viste que Ricardo Piñeiro, que murió hace poquito, era su competencia. Con él se fue un pedazo de Punta del Este, los dos hicieron en ese momento la movida de la moda. Pancho alquilaba una casa pasando La Barra, después tuvo La Fontaine, y con la agencia de Piñeiro generaban una gran movida de moda. De alguna manera, Punta del Este funcionaba como vidriera para el laburo del año. Si acá en enero tenías una buena temporada eso te garantizaba el laburo del año, porque las marcas te veían, se hacían contactos y se daban los famosos pases de una agencia a la otra.
Nació y se crio en Santa Fe, pero después se instaló en Buenos Aires para trabajar de modelo. ¿Cumplió su sueño?
De niña no pensaba nada específico. En realidad, quería ser médica, pero en Santa Fe no había Facultad de Medicina, entonces me habría tenido que ir a Rosario y a mi viejo no le gustaba que me fuera de la ciudad. Un día, cuando estaba en el secundario, vi un aviso en el diario de la escuela de modelos de Ricardo Castañeda y Roberto Piazza. Le comenté a mi mamá que quería hacer el curso y ella me acompañó a la entrevista. Coincidió que mi mamá había sido maestra de Roberto Piazza, entonces hice el curso y empecé a desfilar en la zona de influencia de Santa Fe, en Paraná, en Esperanza, mientras terminaba el secundario. Después empecé a estudiar abogacía porque era lo que tenía una salida laboral. A la vez seguía desfilando y casualmente una vez tuve un desfile en Paraná para Roberto Giordano. Desfilaba como una de las modelos locales pero también estaban las grandes, como Valeria Mazza. Cuando terminó el desfile se me acercó Elsa Serrano y me preguntó qué tenía que hacer el 6 de octubre, porque me quería para su desfile primavera-verano. Faltaban como cuatro meses y me puse muy nerviosa, porque yo tendría como 19 años.
La diseñadora Elsa Serrano era la número 1 en ese momento…
Para mí era un sueño desfilar para ella. Pasaron los meses y cuando llamé me atendió Rosita, su mano derecha, y me pasó con el señor Alfredo, su marido en ese momento. Él me preguntó si podía ir en setiembre para hacer la prueba. Fui a Buenos Aires, hice la prueba y mi primer desfile en Buenos Aires fue para Elsa Serrano. Eran 20 modelos de las top top de este momento y yo, que tenía una cara de desesperación… Pero ahí me di cuenta de que desfilar era lo que me gustaba. Después empecé a ver de qué manera me podía quedar en la capital, y resultó que mi mamá tenía un conocido que hacía desfiles en el interior y en Buenos Aires y empecé a trabajar con él, a hacer giras por todo el país, y después ya me quedé.
¿Y sus inicios en televisión?
A Buenos Aires llegué en el 86, 87 y la tele la empecé en el 90 con Tato Bores. También fue por casualidad, porque fui a un casting donde buscaban una jefa de ceremonial que llevara a los invitados con Tato. El programa de Canal 13 era Tato en busca de la vereda del sol. El primer día llegué y me dieron un guion. Pensé que no tenía que decir nada entonces llegó Tato, pasamos la letra y grabamos. Me trabé y lo repetimos. Yo pensé que había sido mi debut y despedida pero me quedé toda la temporada.
¿Cómo fue trabajar con Tato Bores?
Un lujo, lujo. Recuerdo que él grababa primero el monólogo largo y de un tirón. Lo tenía estudiado, tenía las pancartas como recordatorio, pero él iba más rápido que las chicas con las pancartas. Y al final bailábamos un bolero juntos, fue una experiencia maravillosa. En ese momento las modelos éramos perchas, no hablábamos, pero ahí empecé a hablar en televisión. Siempre fui muy ávida para aprender de todo, aprendí cómo se manejaba un programa, los cambios de escenografía, todo.
¿Su carrera continuó solo en televisión?
En ese momento me di cuenta de que me gustaba la televisión, entonces decidí prepararme y estudiar teatro. Eso me había salido bien pero no podía improvisar. Estudié teatro pensando que el camino iba por ahí, pero en ese momento ya me había casado con mi primer marido y a él no le gustaba, me decía: “Un día te va a tocar una escena de sexo o te vas a tener que besar con alguien”. Pero yo seguí igual y terminé mi curso de teatro.
¿Tuvieron hijos?
No, yo no tengo hijos biológicos, pero él tenía tres hijos chiquitos, de tres, seis y siete, y yo me hice cargo de toda la manada. No sé nada de niños con pañales, pero de tres para arriba lo sé todo.
¿Cómo fue que trabajó con Pinky?
Después de trabajar una temporada con Tato seguía como modelo. Pinky era una reina y la conocí porque mi primer marido era el exmarido de Raquel Satragno, la hermana de Pinky. Además, Marcelo (Araujo) era productor de los programas de Pinky y una vez fueron a Santa Fe a entregar unos premios y él me estaba arrastrando el ala. Pinky le decía que yo no entendía sus señales porque él no era claro, no me decía que me quería directamente. Entonces un día me invitó a Punta del Este y estaba Pinky. En ese tiempo yo vivía en Buenos Aires con una chica también de Santa Fe. Recién nos habíamos mudado y él me mandaba flores, bombones, me invitaba a desayunar, a cenar, a almorzar; estaba realmente interesado. Fue muy insistente, pasó un año invitándome a salir hasta que un día me pasó a buscar, fuimos a Aeroparque y de ahí a Punta del Este. Desde ese momento nunca más volví a mi casa.
Se llevaron bien de entrada...
Sí, vivimos un año juntos y después nos casamos. Estuvimos 23 años juntos. Y ¿cómo se emparenta esto con la tele? Pasaron los años, yo ya había estado trabajando en un programa que se llamaba Esto es publicidad y también en el noticiero de un canal de cable de Argentina. Y cuando Pinky empezó a hacer un magazine en América TV que se llamaba Siempre Pinky yo tenía a mi cargo una columna de belleza y moda. Después, cuando su programa se levantó, me quedé en América y ahí empecé a conducir el programa Donna, un magazine a las tres de la tarde de interés general pero más orientado a la mujer. Y como anduvo bien, de ahí surgió Donna moda que luego se transformó en un programa por sí mismo.
Ahora su carrera está en la televisión con el espacio de tendencias ADN Moda y como panelista en el programa de espectáculos Implacables, pero también la llaman para desfiles.
Sí, ahora mi vida es la televisión y de vez en cuando me llaman para desfiles porque ahora se usa eso de incorporar mujeres de otras edades, de otros talles, de otro color de piel o con canas; cosas que antes eran impensadas.
¿A lo largo del tiempo cambió su manera de desfilar?
Creo que no, las modelos que somos de las escuelas de los 80 y 90 tenemos algo incorporado, que ya nos sale así. Nos subimos a la pasarela y automáticamente nos sonreímos, cosa que las chicas hoy no hacen. Al contrario, tienen cara de serias, como que no les importa demasiado lo que están haciendo, mientras que para nosotras desfilar era una gloria, desfilar es un trabajo mágico. Te ponían ropa divina, los mejores zapatos, joyas, sombreros y salías a la pasarela con una música estupenda; además te aplaudían y te sacaban fotos. Terminabas el desfile y te pagaban. ¿Qué más? Era un laburo glorioso, ¡te pagaban por ser linda! A veces hoy me cuesta entender a las chicas que de pronto tienen ese desgano, o que no se comprometen, porque para este trabajo hay que ser responsable, puntual, hay que cuidarse, ir al gimnasio, hay que estar con las uñas bien higienizadas, el pelo limpio; y por ahí esas cosas hoy no las tienen presentes o hay que aclararlas.
¿Cómo se llevaban entre las modelos?
Yo siempre me llevé bien con todos. Tal vez porque tampoco fui de las top top top, como Tini de Bucourt, Valeria Mazza, Carmen Yazalde o Mariana Arias.
¿Es una persona optimista?
Tuve y tengo una vida bendecida. La verdad es que a pesar de que me pasaron cosas heavy siempre soy de tirar para adelante. Siempre creo que va a venir algo mejor y siempre estoy trabajando para estar mejor, para que estén mejor las personas que están conmigo, para dar trabajo, para hacer mi trabajo de la mejor manera posible. No es que de vez en cuando no me agarre el bajón o me sienta mal.
¿Y cómo hace para enfrentar los momentos difíciles?
Yo soy creyente, creo que hay un plan de Dios. Vengo de un colegio católico, Nuestra Señora del Calvario, y siempre digo que las calvarianas somos estoicas, como ese estoicismo de la madre al pie de la cruz. Pienso que a la vida hay que ponerle optimismo, ganas, fuerza y cuando sos creyente confiás en que vas a superar ese momento, ese mal momento, es como tener la certeza de que eso va a pasar.
¿Pero no cuestiona algunas situaciones? ¿Cuando se enteró de que tenía cáncer de mama no cuestionó por qué se enfermó?
Nunca cuestioné por qué me pasaron las cosas buenas en mi vida, uno cree que se lo merece: creo que me merezco ese trabajo, me merezco que me paguen bien, me lo merezco. Entonces, ¿por qué voy a cuestionarme cuando me pasa algo así? La vida es como una balanza, te pasan cosas buenas y malas. Es cierto que lo primero que surge es la pregunta ¿por qué? En mi caso, no tenía factores de riesgo, nunca fumé, como sano, nunca tuve sobrepeso, no tengo antecedentes familiares. Entonces, ¿qué pasó? ¿Y por qué no?
En ese momento estaba casada. ¿El soporte familiar la ayudó a salir?
Sí, fue en 2011, estaba con mi primer marido y por supuesto es más fácil sobrellevarlo en familia. Venía mi hermana y mis amigas de Santa Fe. Un apachuche está bueno. Además, yo había hecho bastante trabajo espiritual; había hecho insight y tenía varias herramientas para ayudarme. A veces uno también tiene conflictos con su familia de origen, con su padre, con su madre, y entonces regresás a acomodar un poco todo. Empezás a entender que los padres hicieron lo que pudieron con las herramientas que tenían en el momento en el que estaban. Y empecé también a ordenar las prioridades. El enojo puede ser una válvula de escape, pero en realidad cuando uno tiene ira contenida o enojo, no es ni el tránsito ni el auto, tenés que empezar a bucear y ver qué es lo que pasa. También hay que comprender que esta enfermedad me estaba pidiendo que parara la máquina, que cediera el control. Cuando te transformás en paciente tenés que esperar el tiempo de la biopsia, tenés que esperar los rayos, la cirugía, tenés que dedicarte tal vez todo el resto del año a sanarte. Entonces, te avisan que hay que parar la máquina, ver qué pasa; estas cosas son alertas, son banderitas que se encienden.
Después en 2016 vivió otro momento difícil cuando le detectaron el síndrome de Guillain-Barré.
Sí, tuveuna enfermedad autoinmune que se produce porque tus anticuerpos se confunden y atacan el propio cuerpo, a la mielina de los nervios periféricos, y quedan como un cable pelado.
¿Qué síntomas tuvo?
Yo me comí una milanesa que me cayó mal, me descompuse, tenía vómitos y diarreas. Todo eso fue un lunes. El martes pasé pésimo, el miércoles empecé a mejorar los síntomas, pero en la madrugada del jueves sentía que las piernas me ardían. Me acuerdo que me levanté de noche y me bañé tres veces. No sabía cómo apagar ese fuego. Fui al médico y me dijeron que podía ser un virus gastrointestinal, pero el viernes estaba peor y el sábado empezaba a caminar raro, lo que se llama caminar tórpido. Entonces fui al sanatorio, quedé internada y el domingo estaba paralizada, no podía mover las piernas. Ahí me diagnosticaron esta enfermedad y me empezaron a pasar inmunoglobulina. La parálisis iba ascendiendo desde los pies, y como fue detectada con bastante tiempo, no me tomó el aparato respiratorio, pero me paralizó la mitad de la cara. Me acuerdo que me veía con la cara paralizada y los médicos estaban felices y yo pensaba: ¡esta gente está loca! Y lo bueno era que no me había paralizado ni los pulmones ni el corazón. A partir de ahí empezó mi rehabilitación, que me llevó mucho tiempo. Estuve internada 21 días y después empecé a aprender a caminar de nuevo.
¿Qué enseñanza le dejaron estas situaciones que vivió?
Cada enfermedad tiene su propio mensaje. Yo pienso que lo que no te mata te fortalece. Salís renacida, feliz, apreciando cada segundo de tu vida, agradeciendo cada momento en el que te podés parar, en el que te podés bañar, que te podés preparar un té; cosas simples, muy simples.
Hay que agradecer, agradecer todos los días y seguir adelante. Y en el caso de los que estamos en los medios de comunicación, también tenemos que dar este mensaje: se puede salir adelante. Hay gente que baja los brazos porque es jodido verte en una cama y uno piensa: ¿podré volver a sentarme o caminar por mí misma? Hay que ejercitar la paciencia, quererse mucho y también es un aprendizaje familiar.
¿Estas enfermedades fueron un llamador?
En medio de todo esto me había divorciado de mi primer marido, luego conocí a Alejandro y nos casamos y al año me enfermé. Pasamos cosas raras y ahora finalmente estoy con un botón de pánico, con una perimetral, una denuncia por violencia doméstica. Estoy en pleno proceso de saber qué es lo que tengo que cambiar, qué es lo que todavía tengo que aprender, porque evidentemente estas cosas no le pasan a todo el mundo. Tengo una terapeuta que me dice que tengo el sí fácil, y que tal vez tenga que decir: “Yo te quiero mucho, no lo tomes personal pero no”. Hay que aprender a decir que no, es saludable. Hay que hacer lo que realmente tenés ganas y no adaptarte todo el tiempo al entorno, al trabajo, a la familia, a las necesidades del otro. Tengo que ponerme en primer plano y hacer lo que siento, yoga, natación, comer esto, acostarme temprano, mirar la tele, ir al cine, ir en bici; pero que lo elija yo y no decir “como vos quieras”, porque estás delegando tu poder de decisión a lo que quiere el otro.
¿Cómo sigue el año de trabajo?
Ya me vuelvo a Buenos Aires porque sábados y domingos en Canal 9 hacemos en vivo Implacables con Susana Roccasalvo. Y después arranco con ADN Moda, que es grabado.
Es muy activa en Instagram, ¿le gustan las redes sociales?
Me divierte. Tengo un grupo de gente que me sigue desde hace años y que no siempre soy consciente; son seguidores hiperfieles tanto del programa como en las redes. Me siento bien porque no recibo agresiones. Yo sé que a veces las redes son intensas, pero a mis seguidores les pregunto si les gusta el pelo corto o el pelo largo, les muestro dónde estoy en verano, y después ya empieza a ser también un instrumento de trabajo, de promoción del programa, de la ropa.
¿Qué cualidad se debe tener para ser modelo?
John Casablancas, fundador de Elite Model Management, decía que se tenía que tener algo en particular que llamaba factor X, que puede ser el pelo, la sonrisa, un rasgo de la cara… No tenés que ser una belleza ni estar muy producida, estando con el pelo natural y un vestido simple marcás la diferencia con respecto a las demás.