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La historia de la familia estadounidense que dejó su vida en Nueva York para mudarse a Pueblo Garzón
La diseñadora Amber Wright se mudó al pequeño pueblo y remodeló, junto con la arquitecta Paula Moreira, una casa de 1940 para instalarse con su familia
Amber Wright se enamoró de Pueblo Garzón cuando lo visitó en 2016. Siete años después se mudó al pueblo con su familia. Foto: Sofía Torres
Caballos que se acercan al alero, y hasta a la ducha, que tiene una gran ventana hacia afuera. Un living con vista al campo a través de un ventanal inspirado en los típicos lofts neoyorquinos. Proyectar películas infantiles en el jardín durante el verano e invitar a todos los niños del pueblo. Abrir una tienda de artesanías y arte en la plaza principal y no tener televisión en la casa. Así es la nueva vida de los Wright, una familia de cuatro que visitó Uruguay en 2016 y nunca lo pudo dejar atrás. El hechizo Garzón, que atrapa a cada vez más personas, atravesó el corazón de Amber y Marshall y decidieron dar un vuelco a sus vidas. Tras visitarlo varias veces después de aquella primera visita, se animaron a comprar una casa antigua a dos cuadras de la plaza principal y acondicionarla. Su objetivo era que se convirtiera en la casa de vacaciones, pero el tablero se dio vuelta y hoy es la casa permanente de la familia. Con aires rústicos pero también modernos, La casa de las hermanas, llamada así por sus dos hijas, Clarke (7) y Olive (4), la casa de los Wright es pura inspiración y el resultado de una historia de amor con este pequeño pueblo del campo esteño.
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La casa de la familia Wright mezcla el estilo rural con el moderno de Nueva York. Foto: Sofía Torres
La familia adquirió la casa en Pueblo Garzón en 2019, con la idea de reciclarla.
La sinergia de dos mundos. Con una fachada gastada y de varios colores, culpa del paso del tiempo, y con pisos de cerámica, la casa fue originalmente construida en 1940. Al lado de la galería de arte Black Gallery y a pocos metros de la plaza principal de Pueblo Garzón, la rodean vistas panorámicas salpicadas de vacas, ovejas y caballos. Los Wright adquirieron esta propiedad en 2019 y la arquitecta uruguaya Paula Moreira estuvo a cargo del reciclaje, que comenzó unos meses antes de que se desatara la pandemia. Desde Nueva York y sin posibilidad de ingresar a Uruguay, los estadounidenses renovaron su futura casa a la distancia. “Quisimos honrar y respetar la casa original”, comenta Amber, “por eso intentamos mantenerla lo más parecida a como estaba, pero sumándole algo de funcionalidad”. Es así como esta casa de casi un siglo mantiene su fachada original y sus dos cuartos. Se le agregó un baño extra, se modificaron sus ventanas y se le arregló el techo. “Queríamos restaurarla para que vuelva a sus tiempos de gloria”, agrega esta diseñadora de accesorios, instalada allí de manera permanente desde octubre del año pasado. “La casa estaba bastante deteriorada, se notaba que no tenía mantenimiento, la pintura estaba fea, las persianas caídas, entre varias otras cosas”, comenta Moreira. “Nunca había hecho un reciclaje de esta magnitud, porque la casa estaba asentada en barro, algo muy común en casas de campo y pueblos”.
Se mantuvieron varios aspectos de la casa original, como ciertas partes de las paredes en el dormitorio principal y el living-comedor. Foto: Sofía Torres
La conexión entre la arquitecta y la pareja fue instantánea. “Me sedujo el proyecto porque conectamos mucho desde la primera entrevista que tuvimos. Se notaba lo enamorados que estaban de Garzón y la ilusión que tenían con su nueva casa. Querían salir del ruido de Brooklyn y conectar con la naturaleza de acá”. Es por eso que, explica, la prioridad era que la casa dialogara con el campo, la vista y el atardecer. Tanto es así que la ducha tiene una puerta hacia el exterior y una de las paredes del living-comedor es un ventanal inmenso, que se inspira en los típicos lofts de Nueva York. “Me llamó la atención lo cerrada que era la casa, apenas tenía ventanas. La parte de atrás daba hacia el campo y se perdía en el horizonte. El sol caía justo ahí”, recuerda la arquitecta sobre la primera vez que visitó la casa.
La fachada de la casa se mantuvo casi por completo, solo se modificaron las ventanas. Foto: Sofía Torres
Al comprarla, la casa se encontraba en un muy mal estado pero los nuevos dueños quisieron mantener lo mayor posible de la casa original. Fue un gran desafío para la arquitecta Moreira, que conectó de manera instantánea con el proyecto.
Actualmente, el interior mezcla lo rural, rústico y simple con lo moderno y cool de Brooklyn. La belleza se encuentra en cada rincón, y cada centímetro pide ser fotografiado. “Creo que cuando entrás en esta casa puedes sentir que es parte de la historia”, dice Amber. “El interior hace honor al campo uruguayo y al diseño de Nueva York”.
Una de las grandes modificaciones de la casa fue la parte de atrás, en la que se contrutyó un ventanal gigante en el living-comedor, para que la casa dialogara directamente con el exterior. Foto: Sofía Torres
La casa tenía pocas ventanas y de tamaño pequeño, algo que se modificó ya que se buscó la conexión de la casa con la naturaleza.
El hechizo Garzón. Para algunos es difícil entender por qué alguien se mudaría a un pueblo a 34 kilómetros del centro más cercano, José Ignacio. Un pueblo donde no hay farmacia, estación de servicio ni médico. Un lugar cuyo mayor foco está puesto en el arte y es casa de cinco galerías de arte, dos residencias artísticas y un estudio de arquitectura. Un pueblo donde viven aproximadamente 200 personas. Para otros, es exactamente en todo eso donde encuentran su encanto. Como si de un hechizo se tratara, Garzón va atrapando, de a poco pero de manera firme, a distintas personas de Uruguay y del mundo que quedan encantadas con sus aires rústicos y slow. El estilo de vida simple, en conexión con la naturaleza, y la impresión de haberse quedado en el tiempo es lo que enamora.
Foto: Sofía Torres
“Nos enamoramos profundamente de Garzón cuando lo visitamos por primera vez”, recuerda Amber con la mano en el corazón. “Cuando digo que nos enamoramos, me refiero a que nos enamoramos muy en serio del lugar. Me atrajo el ritmo tranquilo. La energía era indescriptible y me atrajo inmediatamente. Cuando volvimos a Nueva York después de ese viaje, no parábamos de pensar en el pueblo. Pocos meses después compramos otro pasaje para volver. Luego otro, otro y otro. No viajábamos a ningún otro lugar y cada vez que teníamos que volver a Estados Unidos, no queríamos. Siento que hubo una fuerza cósmica que nos trajo hasta acá”. Luego de estar seis meses en su ya remodelada casa, la vuelta a la Gran Manzana fue complicada. “La transición fue rara y nos costó mucho adaptarnos. Así que en octubre del año pasado volvimos con la idea de mudarnos e inscribimos a las niñas en la escuela de acá. Garzón stole us away”, cuenta entre risas.
Foto: Sofía Torres
De la megalópolis al pueblo. Una cosa es quedar encantado con un lugar y otra es mudarse allí desde la otra punta del mundo. “Garzón es pura paz”, dice Amber desde su alero, con un vestido largo floreado, caravanas doradas y un moño. “Cuando estoy acá siento que la vida no es complicada, que es simple en el mejor de los sentidos. Acá me detengo a ver el atardecer, me tomo el tiempo de salir al campo y ver a los caballos. El ritmo de Nueva York es tan rápido que uno se olvida de que el tiempo pasa. Y eso es peligroso. Darles la oportunidad a nuestras hijas de estar conectadas en el presente y verlas tan libres nos llena de felicidad”. Recuerda que lo primero que notó cuando se mudaron fue la calidez con que los recibieron en el pueblo. “Siempre tuve a alguien que recibía mis preguntas y me hacía sentir que estaba feliz de ayudarme. Cuando uno se muda a otro país, tiene que comenzar de cero con todo y da miedo. A mi sorpresa, tuve muchas oportunidades para sentarme y charlar con vecinos, de pasar de ser desconocidos a conocidos y de ahí a ser amigos. La gente nos recibió en su casa y eso es maravilloso. Acá hay una comunidad pequeña y fuerte, que es una mezcla de locales y extranjeros”.
Las hijas de Amber y Marshall, Clarke y Olive, le dan nombre a la casa: Las dos hermanas.
Mientras cuenta su historia de amor con Garzón, a su lado se encuentra Marshall trabajando en la computadora. Su puesto en IBM le permite vivir en Uruguay y trabajar para su país natal. ?Ella, por su lado, es diseñadora de accesorios, crea, produce y vende sus piezas en Hills and Stone, concept store de arte y diseño que fundó este verano con la diseñadora uruguaya Nicole Tuvi. Se conocieron en el Restaurante Garzón, durante aquella primera visita en 2016, y de a poco se convirtieron en amigas y socias. La primera compró un terreno en 2018 y ambas bromeaban con que Amber debía comprar la propiedad de al lado. Tiempo después, la broma se convirtió en realidad y hoy son vecinas.
Foto: Sofía Torres
Comenzaron a experimentar con tintes naturales hace dos años y a vender estos accesorios —en general para la casa, como servilletas o ropa de cama— en Nueva York. Con el tiempo, el emprendimiento evolucionó y, con Amber instalada en Garzón, se convirtió en un espacio físico. Hills and Stone abrió como tienda pop up, frente a la plaza principal en diciembre del año pasado, y se encuentra en pleno desarrollo. “El lugar está influenciado por la magia que se encuentra en este remoto pueblo. Nuestra marca se basa en las fortalezas de nuestras respectivas culturas, lo que da como resultado textiles, arte, comida y experiencias”, explica AmbeLa de
Foto: Sofía Torres
Tierra Negra, Sagrada Natural Apothecary, Chef Maira Ramos, Mossa Ceramics, Satori Arte Textiles son algunas de las artistas, mujeres uruguayas y algunas neoyorquinas, cuyos objetos y obras de arte se consiguen en la tienda de Amber y Nicole, entre los productos de su propia marca.
Foto: Sofía Torres
Pero el emprendimiento no se limita a ser un concept store, ya que también busca generar espacios para unir a la comunidad de Garzón y aledaños, con distintas actividades gastronómicas y artísticas. En el pasado Campo Artfest, Hills and Stone se vio repleto de curiosos que entraban a ver su delicada curaduría de diseño y a disfrutar del ambiente cálido y relajado que allí se genera.