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Más personalidad y menos reglas: Así son los casamientos después de la pandemia
Rodeados de naturaleza, íntimos y relajados, con decoraciones temáticas y organizados con la ayuda de amigos; así son los casamientos después de la pandemia.
imagen de Más personalidad y menos reglas: Así son los casamientos después de la pandemia
Casarse con un vestido dorado y un pañuelo en la cabeza. Acompañar el look con un ramo tropical, unas sandalias rojo pasión y una capelina. Que las amigas íntimas diseñen los accesorios o creen el styling de la novia. Incluir tatuajes temporarios con los nombres de la pareja y globos de colores intensos para decorar la fiesta. Elegir celebrar en el campo o en la playa, en casas de amigos o familia. Que el novio cambie su atuendo a lo largo de la noche y la novia esté a cargo de diseñar los vestidos de sus amigas. Así son muchas de las bodas que tuvieron lugar en Uruguay en los últimos meses y que, casualidad o no, fueron pensadas y organizadas cuando los efectos de la pandemia empezaron a ceder y las fiestas a volver. “La principal tendencia es que todos los casamientos son diferentes y no hay una línea cerrada que repita todo tal cual”, comenta Sofía Inciarte, fundadora de la productora de eventos (entre ellos, muchas bodas) llamada Aplauso. El factor común es, entonces, que se alejan de las convenciones y tradiciones más arraigadas. En cambio, respetan el estilo y la personalidad de los novios, sin tantas reglas a seguir. Ya no se ven solo vestidos blancos ni fiestas en salones, no hay tanto cotillón futbolero ni ramos de rosas, tampoco grandes mesas dulces y noches de bodas en un hotel. “En general, los clientes que llegan a mí están buscando salir de las bodas tradicionales, quieren que llevemos a cabo una boda que refleje su personalidad, sus gustos y que tenga sello propio”, dice a Galería la wedding planner Josefina Álvarez Montegui.
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En este nuevo escenario, los padres participan menos que en otras épocas, la libertad de los novios para organizar es mayor y el estilo tiende a ser más informal. “No creo que mi casamiento haya sido convencional”, opina la fundadora de la marca de ropa Pura Vida, Agustina Vidal Aramburu, que se casó en marzo. “Primero porque tiendo a pensar que lo convencional es por Iglesia y en un salón. Nosotros no nos sentimos identificados con la institución de la Iglesia en sí y no íbamos a hacer algo solo porque es lo que se tiende a hacer o lo que otros esperan. Era una noche que para nosotros significaba muchísimo y queríamos sentirnos identificados. Hicimos nuestro casamiento en la playa, con vibras de verano y muchos jóvenes. Fue una fiesta íntima, sin ningún tipo de compromiso. La gente que estaba era la que queríamos que nos acompañara”, recuerda. Al igual que ella, cada vez son más las parejas que deciden celebrar su matrimonio de la manera más auténtica, relajada e íntima posible.
Rodeados de naturaleza. Ya sea en un campo familiar en Solís de Mataojo o en Punta del Este, en la casa de un amigo frente al arroyo de La Barra, sobre la arena de una playa o en el jardín de una casa, la elección del lugar no suele ser menor. Además de un contexto sanitario que propició la elección de lugares abiertos al aire libre, optar por espacios con valor sentimental se volvió una prioridad. Así, la zafra de bodas que tuvo lugar entre diciembre y marzo se alejó de los salones de fiesta más tradicionales. “Las parejas que me buscan quieren realizar las bodas en un lugar que sea de valor para ellos. Por ejemplo, en el campo de la familia o la casa de verano... O simplemente quieren locaciones originales o cerca de la naturaleza”, explica Álvarez Montegui.
Luego de quedar cubiertos de arroz en las puertas del Registro Civil de San Carlos, la arquitecta y surfista Fernanda Barbot y el argentino Máximo Baccanelli se trasladaron hasta Barra Brava Casa de Mar para festejar. “Este lugar tiene para nosotros mucho valor afectivo porque es de un gran amigo y además da al arroyo de La Barra, con una vista impresionante”, cuenta la novia a Galería. A los pocos días, hicieron una nueva ceremonia en Toda Flor, el exvivero y hoy chacra de eventos ubicada en Manantiales que es gestionada por Máximo. Según Inciarte, las razones por las que una pareja elige un espacio rodeado de naturaleza para celebrar su casamiento pueden ser muchas. “Porque es un lugar especial para ellos, por la independencia horaria, porque así es un casamiento único y a medida, irrepetible. También influye la intimidad que se genera con los invitados, que a veces deben alquilar algo más cerca del evento para poder estar. La energía es diferente y la preparación también”, explica.
En el caso de Agustina e Ismael Silva, la pareja eligió para casarse la playa Brava de Punta del Este porque los dos tienen pasión por ella. “Ahí hay una energía especial”, dice la novia, y agrega: “Queríamos que fuese un casamiento que nos identificara y no había mejor lugar que ese. Punta del Este es donde quisimos vivir toda la vida y por suerte es nuestro futuro hogar. Nos vamos a mudar ahí después de la luna de miel. Queríamos ser más nosotros que nunca ese día”.
Agustina Vidal
Casamiento de Agustina e Ismael
Para quienes eligen casarse por Iglesia, escoger una parroquia con valor sentimental también resulta la opción más atractiva. Ese fue el caso de las hermanas Agnes y Ana Elena Lenoble. La primera (que se casó en marzo con Santiago Azambuja) eligió la de Cristo de Toledo, ubicada en Villa García, en cuya construcción estuvo involucrada su familia, hace más de 130 años. Ana Elena, en tanto, se casó en diciembre con Juan Manuel Mezzera en Nuestra Señora del Carmen, en Solís de Mataojo, un lugar al que acostumbra ir hace años y donde siempre pensó en casarse. A pocos minutos de allí se encuentra el campo de sus padres, donde celebró la fiesta con sus amigos y familiares más íntimos, rodeados de verde y la salida de una luna llena.
Ana Elena y Juan Manuel
Ana Elena Lenoble
Ana Elena y Agnes Lenoble
Equipo de amigos e invitados íntimos. Pero más allá del lugar, hay otros factores que le dan a este tipo de bodas un carácter familiar. A diferencia de las celebraciones más tradicionales, donde se contrata a un tercero que se ocupa de la decoración, el vestido o el maquillaje, en este nuevo tipo de fiestas son las personas más cercanas a los novios las que arman equipo y toman las riendas de áreas como el ramo o el tocado de la novia, sacar las fotos o hacer el cotillón. Los amigos y familiares ya no se limitan a bailar y disfrutar de la velada, sino que participan de su organización. Así, la experiencia se comparte desde el minuto cero, incluso meses antes de que llegue el gran día.
Para Agustina, por ejemplo, fue una prioridad estar rodeada de gente cercana. Por eso convocó a sus amigas de toda la vida, las orfebres Macarena Cancela e Inés Carriquiry, para que hicieran el tocado, las caravanas, el ramo y los boutonnieres de los padrinos. Lucía Peradejordi, madre de una de sus amigas y quien la conoce desde niña, se encargó del maquillaje. “El equipo tenía que transmitir buena vibra, fundamental para sentirme cómoda”, explica la novia. “Fue un equipo de amigos. El fotógrafo fue Ascu (Rodrigo Ascurrein), un amigo de hace años. Yo quería un equipo con amor”.
En el caso de Fernanda y Máximo, unos días después del civil volvieron a organizar otra ceremonia, pero esta vez a cargo de amigos. Además, la íntima amiga de ella, Julieta Riverti, paisajista y fundadora de Estación Salvaje, se encargó de los ramos de la novia. Alexia Berthelemy, otra de sus amigas, fue la responsable del styling.
Fernanda y Máximo
Casamiento de Fernanda y Máximo
El clima íntimo se sostiene porque, al mismo tiempo, se tiende a realizar celebraciones más reducidas, con pocos invitados “por compromiso”, coinciden todas las novias consultadas por Galería. “Es un factor que se fue dando por la pandemia, ya que por las restricciones que había se tuvieron que hacer casamientos más chicos. Muchas parejas se sintieron identificadas con eso de que podían invitar a menos gente, con menos compromisos, y es una tendencia que sobrevivió pospandemia”, señala la wedding planner Josefina Álvarez Montegui. “La tendencia existe, la lista de invitados se cura un poco más que antes”, completa Sofía Inciarte, de Aplauso.
Relajados y auténticos. Las luces de la ciudad fueron la inspiración para Ana Arocena, madre de Agnes, a la hora de idear el ambiente para la fiesta de su hija. Las decoraciones temáticas, distanciadas del famoso blanco en las servilletas, sillones, flores y cualquier otro detalle del espacio, son cada vez más buscadas. Decididas a evitar la luz ámbar tradicional, Agnes y Ana iluminaron de azul, fucsia, turquesa y verde todos los árboles del jardín de una casona antigua de Carrasco. Para completar la escena, colocaron rocas de vidrio iluminadas de turquesa en cada una de las mesas altas del jardín. Estas, a su vez, fueron decoradas con luces led de color verde y, en cierto momento de la noche, malabaristas con fuegos y trompetistas entretuvieron a los invitados.
Casamiento de Agnes y Santiago
Agnes Lenoble y Santiago Azambuja
La boda entre Cecilia Bonasso y Jerónimo Bosch, que se realizó el domingo de Pascuas y en la que participaron sus hijos, estuvo inspirada en los años 90. Para eso, incluyeron tatuajes temporales y personalizados, glitter para los invitados, globos flúo y bengalas de colores. Esa estética divertida y alegre, que se notó más que nada en la pista de baile, se mezcló con la estética boho del civil. Durante la tarde, varias alfombras gigantes cubrieron el pasto de Aguaverde Wine Lodge. Sobre ellas había asientos de paja, puffs marroquíes y almohadones, invitando a sentarse en el piso. Todo eso acompañaba las sillas de madera que miraban hacia el altar.
La marca de indumentaria de Ana Elena, Sierra Mora, estuvo muy presente en la noche de su casamiento. El cotillón se inspiró en las botas y los bolsos de la marca y las lamparitas de luz sobre las mesas estaban sostenidas con riendas de caballos, confirmando la estética campestre de todo el evento. En el caso de Agnes, la decoración también estuvo a cargo de su madre Ana y fue pura y exclusivamente ecuestre. “Lo que hizo fue sacar al exterior la misma impronta de su marca, Actitud Sur, y la decoración que tiene dentro de la casa”, comentó la novia. Siguiendo esta línea, sus hermanas alquilaron una carpa de Folk Glamp y la ubicaron en medio del monte, para que la pareja pasara allí la noche de bodas. Con caronas de cuero como individuales, centros de mesa de guampa, lámparas de lonja que colgaban de los árboles y la cabina del DJ forrada del mismo material, la decoración se amalgamaba con el estilo del campo familiar.
La decoración de la fiesta de Fernanda y Máximo estuvo a cargo de Mónica Reyes, conocida de la novia. La propuesta buscó “reforzar la estética del lugar, enfatizando la imagen propia del campo”. Utilizaron mobiliario existente y con madera de árboles caídos construyeron piezas nuevas para armar livings al aire libre. Hubo fogones desperdigados por el pasto, centros de mesa con plantas recogidas en la zona y troncos que funcionaban como asientos alrededor de las mesas bajas de madera. La idea de que cada invitado tenga su lugar asignado, alrededor de típicas mesas y sillas, ya no corre. En cambio, se eligen mesas y sillas altas, bancos y mesas ratonas o largas y comunales.
“La tendencia en general es de descontracturar y dar personalidad”, señala la wedding planner. “Muchas parejas buscan salir de la típica propuesta gastronómica, buscando una opción más descontracturada. Por ejemplo, que se pueda comer parado o sentado en un sillón, saliendo un poco de la clásica mesa tendida así como también que haya opciones gastronómicas que les gusten más a los invitados jóvenes, agrega.
Atuendos únicos. Ana Elena se casó de dorado. Con cinco telas distintas y bordadas, con la espalda al descubierto, una cola larga y diseñado por su hermana Agnes, esta novia no solo rompió con el legendario código del vestido blanco, sino que también innovó en su accesorio de la cabeza. En vez del típico velo blanco que cae sobre la cabeza y espalda de la novia, lució un pañuelo color arena en la cabeza. “Lo más importante es sentirse cómodo y no pedir tantas opiniones”, escribió en su Instagram al hablar sobre su atuendo.
“Creo que hay una tendencia a animarse a más”, comenta la diseñadora y estilista Alexia Berthelemy. “Las novias están buscando algo diferente, un diseño que las represente más, despojarse un poco de los cánones tradicionales de lo que “debería de ser un vestido de novia”, buscando un diseño que logre reflejar lo que son ellas. Quieren estar cómodas, quieren casarse pero divertirse a la misma vez, quieren estar lindas pero relajadas. Me parece que la novia de hoy tiene una idea más clara de lo que quiere y lo que no. Es más demandante pero más jugada y eso da lugar a crear vestidos de novias diferentes, únicos para cada una”, concluye.
Bajo esa premisa Alexia trabajó con Fernanda en el estilismo de su civil y fiesta. La novia vistió una red de perlas de Chanel, capelina con un tul y sandalias rojas bajas para el civil. “La moldería tenía que ser simple porque la tela hablaba por sí misma”, explica Alexia. “Fer no quería estar superrecargada para el civil y jugamos con los accesorios. Nos divertía cancherear porque la perla tiene esa dualidad de que puede caer en lo formal. Y no queríamos eso”.
Durante su casamiento con Cecilia, fue Jerónimo el que cambió de atuendo varias veces y se robó buena parte de las miradas de los invitados. “Dado el lugar y el horario, no quería el clásico chaqué negro, sino algo que tuviera un poco más de color y al mismo tiempo fuera formal, dado la solemnidad del momento y la ceremonia”, comenta. Vistió un chaqué azul, pantalón gris claro, una galera y una corbata verde azul, “en sintonía con la naturaleza del lugar”, tal como él describe. “En el cóctel cambié la galera por una boina inglesa, más descontracturada para saludar, brindar y transicionar hacia el baile griego y la fiesta. Para bailar Zorba me quedé en chaleco. De noche cambié el pantalón gris por uno negro de pana, listo para la fiesta. Como había que cambiar de camisa cada tanto por el trajín del baile durante toda la noche, fui cambiando a camisas más bolicheras, en sintonía con la música, el baile, el cotillón y demás”, explica a Galería.
Flores, ramos y algo más. “Me gusta pensar en el ramo como el acompañante vegetal de la novia y su vestido “, comenta la paisajista Julieta Riverti. Con un simbolismo que varía desde la fertilidad hasta la protección de malos augurios, los ramos han acompañado a las novias desde tiempos inmemorables. “Las flores tienen en su esencia la vitalidad, son fruto de la naturaleza en su esplendor, son el medio reproductor de las plantas. Veo a los ramos como la imagen de la novia en flores”, concluye la paisajista. Al mismo tiempo que las flores se revalorizan en los hogares, son cada vez más las novias que se animan a llevar ramos de colores fuertes, ramos sin flores pero con penachos y colas de zorro, o simplemente decirle no al ramo y decidir no llevar ninguno. Encargada de diseñar y armar el ramo de su amiga Fernanda, Julieta explica que se inspiró en los paisajes tropicales para el ramo del civil. Es por eso que, tomando distancia del típico ramo blanco, este estaba armado de flores de pajarito, astromelias violetas, zinnias rosadas y gerberas rojas. Estas últimas para que el ramo combinara con los zapatos de la novia, de ese color. “Siempre me gusta incluir alguna flor o detalle que tenga un valor sentimental para ellas o ellos¨, explica al contar que las flores de pajarito eran importantes para Fernanda.