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Entrevista a Lorena Ponce de León: la campaña, la mudanza a Suárez y su trabajo a futuro

A los 43 años -tres menos que su marido-, Ponce de León tiene características que la hacen diferente a las otras señoras de mandatarios que llegaron al gobierno luego de la dictadura.

A los 43 años -tres menos que su marido-, Ponce de León tiene características que la hacen diferente a las otras señoras de mandatarios que llegaron al gobierno luego de la dictadura.

Lorena Ponce de León abrió la puerta de su casa y propuso conversar en el escritorio, porque su marido tenía una reunión prevista y pensaba utilizar el living. Fue a la cocina a buscar agua, sirvió dos vasos y se sentó debajo del cuadro de una playa de La Barra de Maldonado que hace unos años Luis Lacalle Pou le encargó al pintor y surfista Nicolás Caubarrère.

Son las 15.30 de la tarde del miércoles 4 y la calma en La Tahona es total. A esa hora no hay niños en las calles y tampoco en la casa de Lacalle Pou, ya que sus hijos están cursando los últimos días de clase. Cuando llegó galería, Ponce de León estaba en el jardín, en una reunión de trabajo.

Pasaron 10 días de las elecciones que determinaron que su marido será el próximo presidente uruguayo, más allá de que en los hechos hubo que esperar casi una semana para la confirmación oficial de la Corte Electoral. El sábado 30, en Kibón, Ponce de León acompañó a Lacalle Pou en el estrado durante los festejos con simpatizantes de la coalición multicolor, igual que lo había hecho en otras oportunidades. En Uruguay no existe la figura formal de primera dama, pero más allá del perfil alto o bajo que asuma, la esposa del presidente siempre despierta interés.

A los 43 años -tres menos que su marido-, Ponce de León tiene características que la hacen diferente a las otras señoras de mandatarios que llegaron al gobierno luego de la dictadura. Dejando de lado a su suegra, Julia Pou, que tenía la misma edad cuando Luis Lacalle Herrera asumió en 1990, Ponce de León es la más joven de todas.

No tiene una militancia política previa, como Lucía Topolansky, y tampoco estuvo vinculada a las obras sociales, como María Auxiliadora Delgado. Al igual que Marta Canessa o Mercedes Menafra, tiene un trabajo ajeno a lo político y al de su marido, aunque no es historiadora ni empresaria, sino paisajista.

En el último tramo de la campaña, en la que recorrió el país siete veces junto a su marido, Ponce de León fue ganando protagonismo. Antes del balotaje repartió listas en ferias y avenidas, descolgó carteles de propaganda de columnas de la vía pública subida a una escalera y respondió críticas desde su cuenta de Twitter. Su presencia en actos fue aclamada por militantes que, al igual que hacían con su marido, querían sacarse una foto con la mujer del líder nacionalista.

En la semana previa al balotaje, anunció a galería que en caso de que Lacalle Pou llegara al gobierno, ella trabajaría de forma honoraria en temas relacionados con vivienda, reciclaje y empleo, y que para eso pensaba formar un grupo también honorario de colaboradores. Aún no quiere dar detalles de la iniciativa, pero aclara que está planificando algo en ese sentido.

Ni Lacalle Pou ni Ponce de León guardan demasiados recuerdos de la primera vez que salieron juntos. Él tenía 19 y ella 16, no se acuerdan del lugar al que fueron, solo que aquella cita no tuvo demasiada trascendencia y que se aburrieron. Unos años después se cruzaron de casualidad en un boliche de Punta del Este, pero la relación comenzó recién en 1998, cuando una prima de él y amiga de ella organizó una reunión y los invitó.
Esa noche descubrieron que tenían muchas cosas en común, y cuando terminó la reunión fueron a bailar a Azabache. "En enero de 1999 me dijo para casarnos. Lo ves ahora para atrás y decís qué seguridad o qué inconscientes. Lo que nos pasaba a los dos era que no teníamos que probarnos nada, los dos estábamos encantados", dijo a galería Ponce de León.

En ese 1999, Lacalle Pou protagonizó su primera campaña electoral, siendo candidato a diputado por Canelones, y ella lo acompañó en algunas recorridas. Hasta ese momento, Ponce de León no había tenido relación con la política; su madre era votante de Jorge Batlle, y su padre, blanco.

El 9 de junio de 2000, Lacalle Pou y Ponce de León se casaron en la Catedral Metropolitana. El entonces sacerdote Daniel Sturla habló de que sus antepasados habían peleado en las revoluciones de 1897 y 1904 y que incluso "llegaron a dormir en la misma carpa", contó Ponce de León. El hoy cardenal se refería a Luis Alberto de Herrera, bisabuelo de Lacalle Pou y a Germán Ponce de León, abanderado de Aparicio Saravia.
"Los Ponce de León somos 4.500 y todos parientes. Somos descendientes de Vicente, que llegó a Uruguay y se casó con Eloísa Errazquin, con la que tuvo nueve hijos. Cuando enviudó, se casó con una hermana de ella y tuvo nueve hijos más", explicó. Cada 25 de diciembre, Ponce de León celebra la Navidad con sus primos y tíos paternos.

Ella tiene ocho hermanos con los que mantiene un vínculo muy cercano: los tres mayores son del primer matrimonio de su madre; tiene un hermano hijo de su madre y de su padre, y luego vienen tres hermanos más de otro matrimonio de su padre. Hace unos años conoció a otro hijo de su padre, que tiene 23 años.

¿Cómo fue enterarse de grande que tenía otro hermano?
No fue mucha sorpresa, sabiendo cómo era mi papá (Eduardo Ponce de León). Es hombre muy aventurero, estuvo en Vietnam.

¿Cómo terminó ahí?
Se fue con 19 años a Estados Unidos con tres amigos a probar la vida aventurera. En un momento se ponen a vender libros puerta a puerta, los encuentra la Policía y les dice que como no tenían más visa tenían que volver a su país. Dijeron que sí pero no lo hicieron. Se fueron a Los Ángeles y ahí les dijeron que los deportaban o iban a hacer la milicia. Papá y un amigo de él, Pato López, deciden quedarse. Hacen el Ejército y empieza Vietnam. Papá fue, era paracaidista. Estuvo un tiempo y luego volvió.

El padre de Ponce de León se dedicó a distintos negocios y a la venta de productos tan diversos como cueros o autos antiguos. Su madre, Perla Núñez, fue secretaria de la Onda y luego tuvo una agencia de viajes. Después de separarse de Ponce de León estuvo en pareja con un hombre que tenía otros tres hijos, con los que Lorena sigue manteniendo también una buena relación. Una de ellas es madrina de su hija.

Por ser parte de una familia ensamblada, Ponce de León se imaginaba que el día que tuviera que formar la suya buscaría algo más simple. Pero las relaciones humanas están lejos de ser simples y por eso la pareja sufrió una crisis en 2011 que los llevó a vivir cuatro meses separados.

En el programa De cerca, su marido contó que estuvieron separados. No es común que los candidatos hablen de esos temas. ¿Por qué lo hizo?
Un día me dijo: "Si me preguntan, ¿qué hacemos con esto?". Porque en cosas personales siempre nos consultamos. Contesté: "Lo mejor es ser transparente".

¿Qué le dejó esa separación?
Como vengo de una familia ensamblada mi proyecto de vida era ser una familia con una madre, un padre e hijos, algo simple. Cuando empecé a vivir, a madurar, comencé a ver cosas y nada es perfecto, toda relación es compleja y te vas haciendo camino al andar. Empezamos a distanciarnos, con el nacimiento de los chicos uno se hace mucho cargo de una cosa y el otro como que se separa un poco. Pasaban cosas entre nosotros y yo me planteaba de que en realidad para estar así prefería estar sola.

¿Se lo planteó usted?
Sí.

¿Él se fue de acá?
Al principio obviamente me contestó que "no". Le dije: "Vamos a pelearla cada uno por su lado". Me quedé con los chicos, empecé terapia. Le dije que para volver necesitaba que cambiara esto, esto y esto. "¿Qué tengo que cambiar yo?", le pregunté. Porque no soy perfecta. "No se me ocurre nada", me respondió. Él empezó a cambiar. Nuestro matrimonio está como está gracias a él.

¿Qué tiene el nuevo Luis?
Es mucho mejor padre, es más complaciente al momento de escuchar. En la política hay una parte lindísima que es compartir con la gente, pero a veces te demandan tanto de afuera que te olvidás de estar adentro. Se produce como esa separación, que no la querés hacer pero a veces se da. Sentí que se incluyó cien por ciento en la familia.

En esos meses de separación, Ponce de León incorporó dos elementos que hoy son fundamentales en su vida: el reiki y las flores de Bach.

Abre los ojos, se entusiasma, y empieza a explicar por qué son tan importantes para ella: "Bach fue un cirujano plástico que entendía que cada vez que extirpaba un órgano o un tumor, o había algún problema o enfermedad, había sido causado por una emoción. Entonces, si trabajás la emoción, no tenés la enfermedad. En la terapia floral empezás a trabajar la persona, van apareciendo cosas".

Su primer "conejillo de Indias" fue su marido, que sufría de vértigo. Ella le preparó flores de Bach y él dijo que no volvió a sentir esa sensación tan incómoda. "Ahí él empezó a creer. Yo seguí experimentando, todos tenemos cosas para arreglar", explica.

Lacalle Pou y su señora el día de la comunión de Luis Alberto y Violeta junto a Manuel.

Lorena junto algunos de sus primos Ponce de León.

Luis Alberto y Violeta, los mellizos que nacieron por fertilización asistida.

Luego de las elecciones internas de junio, Lacalle Pou, su señora y sus tres hijos armaron las valijas y se fueron de vacaciones a Panamá. El destino se eligió por el gusto que los cinco tienen por el agua: el presidente electo y su hija hacen surf; Lorena y sus hijos practican morey. "Pasamos horas en el agua, es un lindo programa familiar", dice Ponce de León. No han vuelto a sumergirse todos juntos desde esa fecha, por eso esperan hacerlo a fin de año, cuando se tomen unos días solos en algún lugar que no quieren decir.

Los hijos del presidente electo son los mellizos Luis Alberto y Violeta, de 15 años, y Manuel de 13. Los dos primeros son nacidos por fecundación in vitro. A partir de esa vivencia, Lacalle Pou impulsó la ley que establece que la fertilización sea una de las prestaciones gratuitas del sistema de salud uruguayo.

¿Cómo vivió el hecho de no quedar embarazada y recurrir a tratamiento?
Mi naturaleza, aprendida de mi madre, es ser muy positiva. Me cuesta ver la parte negativa de las cosas. Me gusta mucho autoexigirme, siempre siento que se puede dar un poquito más. Cuando decidimos tener hijos, él quería que fuera enseguida y yo prefería esperar a recibirme. Cuando empezamos a ver que no quedábamos naturalmente, fue la primera vez que dije "no puedo manejar todo". Fue mi primer sacudón en la vida. Hicimos un seguimiento y ahí se vio que no ovulaba. Entonces empezamos a hacer estimulación, inseminaciones artificiales, y tampoco quedaba. Toda esa invasión al cuerpo, con la cantidad de hormonas que tenía arriba, las pastillas, las inyecciones. Con el tratamiento, de los once embriones que quedaron me pusieron dos. El resto fue al freezer, quedaron congeladitos. Cuando no quedaron esos embriones frescos me desbarranqué, la pasé mal. Quería estar acostada, estar tranquila. Fueron pocos días, dos o tres. Como soy muy ansiosa, me di cuenta de que algo no estaba bien, acepté que tenía un problema. En algún momento tenés que romperte. Un día estaba en el supermercado y me puse a llorar con una lechuga. Ahí me di cuenta de que estaba mal. Ricardo Pou, mi ginecólogo de toda la vida, me recomendó a (Marisa) Dellepiane. También me mandó a un psiquiatra que me recetó un antidepresivo. Lo tomé dos meses, hasta que quedé embarazada de los mellizos.

¿Se le acercan mujeres a hablar del tema?
Sí. Es lindo ver cómo la gente te cuenta algo tan sensible. Para la mujer es muy triste y el hombre la pasa muy mal también, porque pasa a ser un elemento reproductivo. A veces se me acercaba gente con el hijo y me decían "él es in vitro también".

¿Cómo preparó a sus hijos para enfrentarse a tener un padre candidato a presidente? ¿Hablan de cosas que se dicen de él y de su abuelo?
Sí, alguna vez hemos hablado. En la campaña pasada eran muy chiquitos, ahora tienen 15 y 13. Con las redes les doy siempre el mismo consejo: no lean los comentarios. Yo tampoco los leo, el comentario venenoso no vale la pena leerlo, sí la crítica positiva. Cuando leo esos comentarios, mi razonamiento es: "Esa persona no me conoce".

Para mucha gente ustedes son pitucos que viven en La Tahona. Ese estilo de vida fue demonizado por algunos sectores en los últimos 15 años, en un país en el que se hablaba del "presidente más pobre del mundo". Ustedes son lo contrario a eso, más allá del capital.
En esta campaña (Luis) era el candidato con menos capital. (Daniel) Martínez tenía mucho más capital que nosotros, de hecho lo tiene. Esta casa todavía la estamos pagando, pedimos un préstamo. La decisión de venirnos a un barrio privado fue mía. Vivíamos en un apartamento en Avenida Italia y Santa Mónica. Yo veía que Luis en las recorridas pasaba muchos días fuera. Yo soy muy miedosa, cuando tenía 14 años entré a mi cuarto y me encontré un tipo revisando las cosas. Me quedó esa sensación de la violación de la intimidad. Quería un apartamento o un lugar que había escuchado que era para casas pero cerrado, así él se iba a poder ir y yo me iba a poder quedar tranquila. Compramos un terreno en otro barrio privado, vino la crisis y nos dejaron adentro con ese terreno que quedó en un juicio. Volvimos a ahorrar. En ese momento esto era bastante lejos, con camino de balastro y un pozo solo. En general a los negocios familiares me dedico yo. Empecé a ver los precios y para lo que quería, era lo más barato. Estábamos por empezar a construir y un día Luis me dice que habían llamado para comprar el terreno. Llamé, lo vendimos a un mejor precio del que compramos, hicimos una buena diferencia, compramos este y nos dio para empezar a pedir el préstamo. Ahí empezamos la casa, fue todo préstamo, menos el 20%.

¿Cree que ahora está más aceptado el estilo de vida que llevan ustedes?
Hay gente que se ensaña, ¿no? Quiere crear una mística y un prototipo de persona por ser tal o cual. Somos personas como cualquier otra. En la campaña pasada había gente que me decía: "¿No te vas a mudar?". ¿Cómo me voy a mudar? Es lo que somos. No me subestimen, ¿ustedes se piensan que por vivir en donde vivís, no vas a entender lo que está pasando en cualquier parte del país? Me creo lo suficientemente inteligente y sensible como para entender las realidades del país. No me voy a mudar por necia, es lo que somos.

¿Le cuesta dejar esta casa?
Mis hijos se levantan todos los días seis y media para entrar a las ocho. Calculo que va a ser lo mismo. Lo que más les preocupaba en la campaña era cómo iba a ser vivir lejos, cuando ellos acá van en bicicleta a todos lados. Ellos quieren invitar amigos. Les expliqué que es una casa de familia como cualquier otra, que papá va a tener tareas muy importantes, que va a ser manejar un país, si nos tocaba. Y que yo tendría mis tareas. Que iba a ser una casa de familia, más grande. Va a ser como acá, las pijamadas en el living de casa serán en Suárez.

Cuando era niña, Ponce de León pasaba los veranos entre Punta del Este y Parque del Plata, entre la residencia paterna y la casa de los Cabrera, sus vecinos de la calle Urquiza, en La Blanqueada, donde vivió hasta los ocho años.

En la playa desarrolló el gusto por el agua y la naturaleza, que durante los inviernos quedaba en un segundo plano mientras estudiaba en el Colegio Alemán y luego en la Scuola Italiana. Cuando llegó el momento de elegir una carrera, buscó algo relacionado con esos intereses.

Mientras estudiaba para ser técnica forestal en la Universidad de la Empresa, se enteró de que la Intendencia de Montevideo dictaba un curso de técnico en Jardinería y decidió anotarse. Varias veces a la semana se trasladaba desde su casa en Carrasco hasta el Jardín Botánico, el imponente espacio verde vecino de la residencia presidencial de Suárez y Reyes, donde nunca imaginó que viviría.

Se hizo un nombre reconocido como paisajista. ¿Qué piensa hacer en los próximos años?
La arquitecta Melisa Rodríguez y yo trabajamos juntas hace seis años. Tengo una unipersonal, trabajo para Zonamerica encargándome de todo lo que son mejoras y obras nuevas, y proyectos para los que me convocan a través de Zonamerica. Ahora vamos a ampliar el estudio, voy a tratar de trabajar una vez por semana un día entero en el estudio. No quiero dejar, me costó mucho llegar, tengo un currículum que está bueno y me encanta lo que hago. Vamos a ampliar un poquito más el estudio, una agrónoma nos va a empezar a ayudar. No quiero dejarlo cien por ciento.

¿Piensa hacer algo en los jardines de Suárez?
A Suárez la conozco de afuera, no sé adentro cómo es. Alguna cosita haremos, pero con este gobierno austero no vamos a poder gastar mucho.

¿Qué hará con esta casa?
La otra vez hablaba con una amiga sobre qué íbamos a hacer con esta casa. En principio la vamos a alquilar porque no nos queremos desprender de ella, por lo menos por ahora. No sabemos si la vamos a alquilar con muebles o sin muebles.

¿Qué objetos le gustaría llevar?
Las mesas de luz, las compré en la feria de Tristán Narvaja. Les tengo un cariño especial. Supongo que esto se irá (dice mientras mira la biblioteca). Tengo muchos libros de paisajismo, de biodecodificación, que leo bastante.

¿Qué más lee?
Ahora hace un tiempo que no estoy leyendo, desde mitad de año. Lo último que leí fue Los cinco lenguajes del amor. Está buenísimo, porque es acerca de cómo el otro se siente querido.

¿Sigue jugando al hockey?
Sí. Es una pasión que desarrollé de vieja, cuando una amiga me dijo que se estaba armando un grupo de madres. Me inicié en Old Girls, en la categoría mami, hasta hoy sigo jugando ahí, y también me sumé al grupo Viejas las Pelotas. Nos anotamos en una liga. Me tocó jugar contra Violeta, ella tiene 15 y juega en la sub-16 y sub-18. A veces me cruzo en la cancha y me toca marcarla, ella es delantera nata.

Su suegra dijo en el libro Ellas cinco, de Pablo Vierci: "A veces te pasás mucho tiempo rodeada de gente que solo te cuenta cosas lindas, entonces ayuda mucho seguir teniendo amigas que te dicen la verdad". ¿Quiénes son esas personas incondicionales para usted?
Son cuatro o cinco. Yo no soy política, cada vez que sale una nota mía se las mando y les digo: "Háganme la crítica". Por lo general me dan una devolución y trato de aprender sobre eso para tratar de no macanearla. Mis amigas me dicen las cosas de frente, trato de que no sean muy crudas.

¿Cómo se imagina el 1º de marzo?
No tengo la menor idea. Me lo imagino como un momento muy emocionante, para Luis va a ser muy fuerte. Siento que mi rol es estar bien plantada, estar hombro con hombro. Trato de que nuestra vida sea un gran equipo.

En el escritorio donde se hizo la entrevista hay fotos de Lacalle Pou haciendo surf, una vieja divisa partidaria, imágenes de momentos políticos emblemáticos, recuerdos de viajes y de campañas, y una biblioteca donde conviven los libros del matrimonio. Hay títulos de política, de terapias alternativas, alguna novela y ensayos.
En el living, en cambio, predominan las imágenes más íntimas. Hay fotos de Lacalle Pou y su señora con sus hijos, con sus familias, en viajes, en la playa, con amigos y parientes. Hay muchísimos portarretratos donde se los ve sonrientes y distendidos en actividades cotidianas; en ese espacio no hay política, ni distintivos partidarios, ni libros, ni carpetas.

Mientras Ponce de León se prepara para las fotos, se abre una puerta y aparece el presidente electo. Saluda y pregunta cuánto tiempo resta para terminar la nota, porque él tiene previsto usar el living. Va a la cocina, arma un mate e intercambia algunas bromas con su mujer.

Suena el timbre y llega Azucena Arbeleche. Como el living sigue ocupado, el presidente electo y la futura ministra de Economía se instalan a conversar en el jardín, junto al parrillero.

Después de la charla, de las fotos y de la llegada de los chicos del colegio, llega un momento muy esperado por Ponce de León: la vuelta al hockey. En la recta final de la campaña casi no pudo jugar, y dice que extrañó horrores las prácticas, las charlas con amigas y ese rato para ella corriendo en la cancha.
Ponce de León trata de planificar cada paso que da. Es ansiosa, dice, y cuida los detalles para que las cosas salgan como espera. Esa capacidad organizativa la pondrá a prueba ahora, en una mudanza que era posible y ahora es real.

Le quedan tres meses por delante, en los que tendrá que hacer valijas, guardar objetos en cajones y despachar muebles. Será a partir de enero, porque ahora está cerrando el año y piensa en los días de descanso familiar. Un descanso que los encontrará a los cinco en el mar, lejos de protocolos y formalismos.