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Lucía Rodríguez: "En mi vida utilizo el humor para salvar cualquier situación. Siempre"

Nombre: Lucía Rodríguez • Edad: 40 • Ocupación: Comediante • Señas particulares: se pone perfume cada vez que sale al escenario; es experta en lavar mates; uno de sus mayores sueños es actuar en cine o en una telenovela.

Nombre: Lucía Rodríguez • Edad: 40 • Ocupación: Comediante • Señas particulares: se pone perfume cada vez que sale al escenario; es experta en lavar mates; uno de sus mayores sueños es actuar en cine o en una telenovela.

Vivió en Rivera desde los ocho hasta los 15 años. ¿Es un lugar al que siempre vuelve? Volví mucho desde los 15 hasta los 20 porque mis amigas habían quedado allá. De hecho, cuando empecé a ir a un colegio de Montevideo, mis compañeros se fueron a Bariloche y yo preferí quedarme e ir a Rivera. Pero ahora hace un montón que no vuelvo. Hace dos años fui con un espectáculo que hacíamos con Germán (Medina), Terapia de Pareja, y fue superemocionante volver. Actuamos en el Teatro Municipal, en donde yo cantaba con el coro del liceo.  

Su padre era piloto de la Fuerza Aérea y su madre trabajaba en el viejo Iname. ¿Cómo nació su vocación por la actuación? De familia, nada. Los dos siempre fueron de leer mucho, pero ni siquiera teníamos la costumbre de ir al teatro. Porque además vivíamos en Rivera y ahí había muy pocos espectáculos. Yo quería ser artista. Era insoportable. Sentaba a todos mis amigos en el hall de casa, imitaba a Xuxa, les actuaba y los tenía hartos.


¿Cuándo comenzó a profesionalizarse? Cuando estábamos en Rivera la única televisión uruguaya que llegaba era Plop!, y cuando vi a Imilce Viñas me enamoré. Les dije a mis padres que quería estudiar teatro con ella. Cuando nos tuvimos que volver a Montevideo yo no quería porque tenía a todas mis amigas allá (Rivera), entonces la promesa fue: "Nos volvemos y vas a estudiar teatro". Y ahí me anotaron en la escuela de Imilce. Estudié tres años con ella y después hice un posgrado con Pepe Vázquez. En la primera prueba de teatro que tuve, en el Teatro Don Bosco, me subí al escenario y dije: "Yo quiero estar acá".


Además, trabajó haciendo promociones de perfume, como traductora de portugués y en atención al cliente en Antel. ¿Creyó que iba a poder vivir de la actuación? Durante mucho tiempo creí que no, que tenía que estudiar otras cosas más formales, que tenía que tener otros trabajos, porque además era algo que te decían. Te preguntaban: "¿Qué hacés?", les decías: "Soy actriz", y te respondían: "¿Y de qué trabajás?". Esa era la pregunta siempre. Y la verdad es que, desde que me dedico a esto, siempre fui una privilegiada. El arte es absolutamente poco valorado en Uruguay, de a poco se ha ido formalizando, pero siempre lo vimos como un entretenimiento y no como una profesión.


¿Por qué decidió dedicarse al humor? Nunca me tuve fe para el humor. Siempre quise hacer drama y la primera obra que hice fue Yerma, de García Lorca. Yo quería hacer llorar e Imilce siempre me decía: "Vos tenés que hacer reír, Lucía". Y cuando fui madre por primera vez (27) y tuve a Felipe, todo lo que tenía conocido de la maternidad era lo que me habían contado o visto en la tele o los libros; era todo maravilloso, y nadie me había dicho la verdad. Cuando empecé a transitar el embarazo me sentía horrible, engordé como 37 kilos, todo me dolía. Y ahí empecé a tener la necesidad de contar esto que me pasaba desde el lado del humor; de mostrar que mi maternidad no era la idealizada.


Tuvo a Felipe (12) y luego a Mateo (4), que es a quien más vemos en sus redes. ¿Ve en él a un potencial actor? Mateo puede ser lo que tenga ganas de ser. Se puede comer el mundo, pero no se lo voy a decir nunca para que no se duerma en los laureles. Pero sí, la verdad es que es un personaje, mucho más de lo que muestro o puedo llegar a mostrar.


¿Utiliza el humor como un modo de defensa? Sí, yo me río de todo. Me trae muchos problemas también, porque obviamente no todo el mundo tiene el mismo humor, y no todos se ríen de lo mismo. Pero en mi vida utilizo el humor para salvar cualquier situación. Siempre. No puedo estar más de cinco minutos triste porque enseguida se me ocurre un chiste sobre la situación. A mí me sirve reírme porque siento que lo sano así.

Está en La culpa es de Colón, y en la segunda mañana de Desayunos Informales, salió varios años en La Compañía, Revista House y parodistas Los Muchachos, y estuvo en obras como Rescatate, Él y Ella, y antes de la cuarentena con su unipersonal Antes muerta que sencilla. ¿Televisión, carnaval o teatro? Es como que me mandes a elegir a mis hijos. Son cosas totalmente distintas las tres. En el teatro tenés la seguridad de que la persona que va, por lo general, decidió ir a verte, pagó una entrada y está ahí dispuesta a que lo hagas reír. Es capaz el ámbito más fácil, el más cariñoso. Me pasa lo mismo con el carnaval, salvo en la parte del concurso, que la sufro. Y la televisión tiene algo que te hace llegar a lugares que ni sospechás. Hace que la gente te conozca, y eso está divino, pero tiene también ese otro costado, en las redes y demás, en donde te ves juzgada porque estás muy expuesta. Pero no reniego, para nada. Soy recontra privilegiada de tener trabajo en un momento en el que casi ninguno de mis compañeros tiene. Pero si tengo que elegir, capaz que me quedo con el teatro.


Además, en breve debutará con un nuevo tema como cantante. Sí, es una plena con Mariano Bermúdez, un crack perdido. Escuché un día una canción del argentino Nahuel Pennisi, y no sé por qué la melodía me llevaba a imaginarla en plena para bailar. Y como con Nahuel no hablo, le escribí a Mariano y le dije: "Quiero estar contigo en esta canción". Ya está grabada, pero todavía no nos termina de convencer como para sacarla. Yo obviamente no soy cantante, no tengo el sabor que tiene que tener una cantante de plena, entones ando como ahí. Pero la canción es hermosa, y seguramente salga.