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Magdalena Prado: "Entiendo que el activismo se enfrenta con el periodismo"
Nombre: Magdalena Prado Edad: 28 Ocupación: periodista Señas particulares: Cuando nació se llamaba María del Mar y después sus padres se lo cambiaron; conserva libros que fueron dedicados a su padre por sus autores; siempre recibe a los invitados con algo para comer.
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Nombre: Magdalena Prado Edad: 28 Ocupación: periodista Señas particulares: Cuando nació se llamaba María del Mar y después sus padres se lo cambiaron; conserva libros que fueron dedicados a su padre por sus autores; siempre recibe a los invitados con algo para comer.
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Si sus amigas le dieran un premio, ¿cuál sería? Podría ser a la escucha. Siempre me dicen que tengo buenos consejos, la palabra justa. Creo que es una virtud el tema de la comunicación, porque capaz muchas de ellas sienten lo mismo que yo, pero tal vez no tienen la facilidad para ponerlo en palabras.
Tuvo varios casamientos en el último tiempo. ¿Suele emocionarse en las ceremonias? Soy muy llorona, muy sentimental. Creo que es hasta un problema a veces, pero me encanta ser así. Y en los casamientos lloro, más si es de una amiga. No es porque los casamientos sean lo único que me importa, pero me gusta que estén viviendo algo que les hace felices. Empatizo demasiado con el otro; por ejemplo, miro La Voz y me emociona que la otra persona tenga la suerte de cumplir su sueño. Para el periodismo a veces es un desafío, porque me involucro mucho con las historias, pero no podría ejercerlo de otra forma.
De todas maneras, sus colegas dicen que es muy profesional. Creo que sí, que me sale naturalmente porque lo vi toda mi vida con mi padre, Matías Prado. También me he nutrido un montón de las experiencias de los distintos medios en los que he trabajado, que han sido superdiversos, desde Montevideo Portal e Infonegocios hasta Canal 4 y Radio Sarandí. Mis colegas han sido mi mejor escuela.
Dicen que su padre estaba muy orgulloso de que hubiera decidido ser periodista. Bueno, pero también estaba preocupado. Estoy segura de que él estaría orgulloso de mí, no porque sea buena o no, sino porque lo he ejercido con pasión igual que él. Cuando estoy con alguna duda, cuando tengo que tomar una decisión difícil en el trabajo, pienso en qué consejo me hubiese dado él.
Cuando él falleció yo tenía 17 años. Recuerdo el obituario que escribieron en Búsqueda de mi viejo, del trabajo riguroso, de consultar varias fuentes y también de ejercerlo con pasión. He logrado encontrar cosas de mi papá periodista, no solo en mis recuerdos, sino en sus colegas.
Hice la Escuela de Periodismo de Búsqueda, con ese maestro que fue Claudio Paolillo. Ir a la redacción de mi papá me dio ese cierre profesional con mi viejo que estuvo buenísimo. Fue un regalo tremendo.
¿Cree que la televisión trata diferente a los hombres y a las mujeres? Vos te fijás y los comentarios para un comunicador varón pueden ser sobre si es bueno o no es bueno, si es facho o es bolche, pero a la mujer además de todo eso, se le cuestiona si es gorda o si es flaca, si se acostó con uno o con otro. Incluso vos ves quiénes están en televisión o quiénes son portada de revista, son más mujeres hegemónicas que varones hegemónicos. De todas maneras, se me ha cuestionado más por ser joven que por ser mujer. En este país falta pedirles opinión a los jóvenes.
Usted entró siendo muy joven a la producción de Viva la tarde, en Radio Sarandí. Nunca me hubiese imaginado que iba a tener tantas oportunidades en Sarandí, ese primer día no me imaginé que iba a estar nueve años como hace tanto que estoy. Viajé, cubrí elecciones, pasé de ser productora a conductora con 24 años. Fue superdesafiante y aprendí mucho de mis compañeros, sobre todo de Kairo Herrera. Estoy muy agradecida de todo lo que creyeron en mí, a veces las mujeres necesitamos que crean en nosotras, que no nos den la chance solo por probar.
Uno de esos viajes fue al Congo. ¿Qué fue lo que más le sorprendió? Era chica, tenía 23 años y era la segunda vez que viajaba por trabajo. Había ido a San Francisco, a la meca de la tecnología, visité Facebook y Google. Y a la semana me fui al Congo. En el mismo mes viví las experiencias más diversas. Fue un shock de realidad. Me gusta cuando el periodismo tiene impacto.
Se crio en una cooperativa de viviendas en Malvín. ¿Qué recuerdos tiene? Si tuviera que elegir algo que no cambiaría, sería eso. Toda mi vida ha estado marcada por la diversidad, entendida no solo desde el punto de vista sexual. Primero, porque tengo un hermano con discapacidad. Después, porque en la cooperativa convivían chicos que iban a los colegios más caros de Carrasco con chicos que iban a la escuela pública del barrio. Nos criamos en la libertad más absoluta, de jugar, disfrutar, hacer. Además siempre te sentís contenido.
Su hermano Matías tiene síndrome de Down y usted ha estado muy vinculada a diferentes organizaciones. ¿Se considera una activista? No, porque entiendo que el activismo se enfrenta con el periodismo. Lo pienso un montón. No me considero activista pero sí trato de darle a mi trabajo un enfoque humano, de contar historias de vida. Me pasa también con el feminismo.
Acaba de lanzar stardust, una línea de remeras que rinde homenaje a las personas con síndrome de Down y migrantes. ¿De qué se trata el proyecto? Es una extensión más de las cosas que pienso y una forma más de comunicar lo que siento. Tanto yo como Felipe, mi novio, que es mi compañero de vida y de este proyecto. Desde mi experiencia, siento que la ignorancia es lo que nos detiene, lo que hace que no haya una integración. Y lo mismo sucede con las personas migrantes. Si no conocemos cuál es la historia de esa persona, qué tiene para darnos, cómo nos enriquece, es difícil que podamos abrir el corazón. Quiero que las remeras sean un vehículo para informar y sensibilizar. Y también dar un paso más y donar parte de los ingresos a la Asociación Down y al Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana, que trabaja con migrantes y refugiados. Hoy son esos grupos y esas temáticas, mañana no sé.