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María Eugenia Cruces: "Creo que tengo la capacidad de escuchar a las personas"
Nombre: María Eugenia Cruces • Edad: 28 • Ocupación: licenciada en Bioquímica y rugbier profesional • Señas particulares: hizo todo tipo de deportes y ahora practica kitesurf, adora leer, pensó en ser médica.
Empezó en el rugby a los 19 años.
¿Qué conocía de él? Nada, cero. Apenas lo conocía de
verlo. Fue una amiga, Luchi, que me invitó a participar cuando se formó el
equipo femenino en el Círculo de Tenis. Había arrancado la facultad y no quería
meterme en algo más. Pero ella me dijo: “Vení, Maru, que es un deporte para
vos”. Fui, probé ¡y tenía razón!
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Ya había hecho handball,
fútbol, gimnasia, atletismo y boxeo. ¿Por qué pensó su amiga que el rugby era
para usted? Siempre me gustaron los deportes.
De mi grupo de amigas quizá yo era la más... aguerrida, me gustan las cosas de
fuerza, físicas. Creo que va por ahí.
¿Cómo lo tomaron en su familia?
¿No les pareció una locura? ¡Por
supuesto que sí! Pero me conocen y saben que siempre estoy inventando algo o
metiéndome en cosas “no normales”. La reacción fue más “¿te vas a meter en
esto?”, “¿qué necesidad tenés de lastimarte?”, pero en tono resignado, no para
convencerme. Luego me apoyaron y me acompañaron.
Es la capitana de Las Teras. ¿Qué
tan importante es un capitán en el rugby? Muy importante. Eso me lo enseñó la capitana del Círculo, Luru. Tiene
que ir marcando y viendo cómo está el grupo, ser el nexo con el staff
técnico y en la cancha es quien se comunica con el referí. En un juego muy de
equipo tiene un rol muy importante sobre todo fuera de la cancha.
¿Y por qué cree que la nombraron a
usted? Creo que porque en la selección
era la que tenía más experiencia y quizá por alguna cualidad. Creo que tengo la
capacidad de escuchar a las personas, empatizar y mediar.
¿Cómo surgió el gusto por la
ciencia? Siempre me gustaron física,
matemática, química o biología. Siempre me gustó mucho la biología. Pensé en
hacer Medicina, pero no me interesaba atender pacientes. Cuando estaba en sexto
de liceo el profesor de Física me invitó a un paseo por la Facultad de Ciencias
y el Institut Pasteur. Entré y la sensación fue: “quiero hacer esto, quiero
trabajar acá”. ¡Y lo hice! Mi primer pensamiento fue hacer Ciencias Biológicas,
pero me anoté en Bioquímica y me di cuenta de que me gustaba más.
Y con esos dos intereses, ¿no le
preguntaron de qué va a vivir acá en Uruguay? ¡Miles de veces! “Cómo te gusta lo complicado a vos”, me dijo un
entrenador. El deporte siempre lo hice por hobby, no pensé en estar tan
involucrada, aunque lo terminara estando. ¡Nunca pensé en el salto al profesionalismo!
Y en la facultad, también me metí desde la inocencia; en el peor de los casos,
siempre podía ser bioquímica clínica. Luego las oportunidades se fueron dando.
Siempre vivió por el Prado. ¿Qué
le gusta del barrio? Nací en el Paso Molino, al lado,
y luego me fui al Prado. Me gusta el verde, más que nada, las calles amplias y
arboladas, y que tengo a todos mis vínculos por la vuelta.
Vivió en una antigua casa quinta.
¿Alguna vez escuchó ruidos raros?
Es la casa de mis abuelos, hoy vive mi madre ahí. Como estuve ahí desde
chiquita, crecí ahí, nunca tuve miedo. Sí recuerdo una vez con tormenta, estaba
sola y empezó a abrirse y golpearse todo. Ahí fui a recorrer un poco a ver si
veía algo… esa quizá fue la experiencia más cerca del miedo.
¿Qué sabía del Calvisano, el equipo
italiano que la contrató? Muy poco,
me hubiera gustado saber más. Sé que es un club importante en Italia, que en lo
femenino está segundo en su grupo, y no mucho más.
¿Y de la Lombardía? Ahí algo más, que hay montañas, lagos, que es muy
lindo, que tengo que recorrer. Nunca fui a Italia, era un debe.
¿Dónde va a vivir? En un departamento con Ceci(Verocai), la otra
jugadora uruguaya contratada por el Calvisano.
¿Cómo lo tomó su pareja? Es gracioso, porque el año pasado nos reencontramos en
diciembre porque él, que también es científico del Pasteur, tuvo que ir a
trabajar al exterior tres meses. Surgió esto y fue tipo: “acabo de llegar y
ahora te vas vos”. Pero él, que me ve en el día a día, sabe lo importante que
es para mí y enseguida me dio para adelante. Nos arreglaremos.
Trabajó como periodista en ESPN.
¿Qué le dejó esa experiencia?
Fue otro desafío. Cuando me invitaron quedé en shock porque no tengo
herramientas de comunicación, pero me pareció que estaba linda la oportunidad
para mostrar el rugby femenino, aportar desde ese lado. Fue un desafío muy
difícil, pero por suerte me tocaron unos compañeros bárbaros que me enseñaron
un montón; fue una experiencia muy linda de estar todos los viernes, hablar con
entrenadores, jugadores y estar en la cancha de rugby.
En la ciencia su especialidad no
eran los virus. ¿Cómo llegó a trabajar con el Covid? Sí, de virus ni cerca. Cuando sucedió todo, el viernes
13 (de marzo de 2020), yo estaba realizando experimentos en el instituto y se
decidió hacer una reunión con la poca gente que andaba circulando, con Gonza
Moratorio, Pili Moreno, Carlos Batthyány… Ahí me ofrecí como voluntaria, ofrecí
mis manos, la PCR es una técnica que hacemos de rutina. El Institut Pasteur
paró todo y se dedicó al coronavirus, cambió de rumbo. A las dos o tres semanas
me tocó montar el laboratorio de diagnóstico en el Hospital Pasteur, que era lo
que podíamos hacer. Fue una experiencia extraordinaria.
Del Covid no zafó. Me tocó la ómicron. Por suerte ya salí, ¡quedé inmune
para poder ir!
Y en estos meses, ¿qué va a pasar
con la María Eugenia científica?
Queda en stand by. Me queda la tesis de la Maestría en Biología Celular
y Molecular, escribirla y defenderla. No sé qué pasará ahora que me voy para
allá, en principio por tres meses, y tampoco quiero adelantarme mucho. Esto no
me lo imaginaba ni ahí así que no quiero quemarme la cabeza. ¡No sé cómo me
sorprenderá el universo cuando tenga que tomar otra decisión!
¿Qué extraña de la vieja normalidad? No tener que planificar todo a partir de
cuarentenas; básicamente eso.