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    ¡Callemos!, habla Cayetana

    Nº 2152 - 9 al 15 de Diciembre de 2021

    Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos (1974). Argentina-española-francesa. Nació en cuna de oro. Se formó en los mejores colegios de Buenos Aires e hizo un doctorado en Historia en la Universidad de Oxford. Fue periodista. Hoy hace política desde el Partido Popular y es diputada por Barcelona. Es inteligente y autónoma. Es mujer. Es liberal. Por todo esto es “políticamente indeseable”.

    Políticamente indeseable es el título del libro publicado recientemente por Cayetana, donde nos cuenta de su vida a través de los capítulos que vinculan su actividad laboral con una serie de valores y posturas políticas sobre la identidad, la xenofobia, el apaciguamiento, el tacticismo o la sumisión y también capitula sobre la empatía, la afirmación de valores y la interpelación a la acción.

    No voy a reseñar este libro (cosa que acaba de hacer nada menos que Mario Vargas Llosa), pero sí me quiero detener en un intercambio de tuits con uno de los tantos uruguayos invadidos de zurdopatía igualitarista.

    Cuando comento en las redes que compré el libro de Cayetana, digo que es “una mujer que tiene los cojones bien puestos y las neuronas volando… (y por lo tanto) no necesita leyes de género, ni cuota partidaria, ni feminismo (para ocupar cargos). Le sobra talento”.

    Y aquí viene la andanada de argumentos pueriles y gastados para descalificarla: “Esa mujer nació siendo sucesora a un marquesado, descendiente de nobles e ilustres, fue educada en el mejor colegio de Buenos Aires y llevó su carrera universitaria en Oxford: así nadie necesita cuotas ni feminismos para llegar a ser influyente. Qué gracia”.

    Mi respuesta fue que habiendo nacido con esos blasones y ese dinero, bien pudo dedicarse a gastarse una buena vida; sin embargo, decidió estudiar y hacerse un lugar en el duro mundo de la política. Y también comento que hoy en día no es imprescindible ir a Oxford para adquirir saber, sino que con ganas y voluntad puedes hacerte experto en casi cualquier campo, simplemente recurriendo a la información pública y gratuita que ofrece la web.

    Reconoce el tuitero que sí, que se pudo haber quedado en su casa, “pero una vez que salió la tuvo mucho más fácil que tantas mujeres”. Ante este “pero”, yo le consulto si acaso el Canario Luna no la tuvo “más fácil” en su carrera artística al haber “heredado” esa voz privilegiada. O si él mismo (un hombre joven y sano) “no la tiene mucho más fácil que yo, que vengo luchando contra dos cánceres”.

    Le sugerí hacer un poco de “justicia social”, ya que me parece muy injusto “que los sanos sean cada vez más sanos y los enfermos seamos cada vez más enfermos”, para lo cual sugerí “repartir” mejor nuestras “riquezas sanitarias”, así yo me quedo con parte de su salud y él con parte de mis cánceres. No contestó.

    Bajo la atractiva premisa de “que pague más el que tiene más”, olvidamos entender por qué tiene más el que tiene más, y esto es (en el 80% de los casos) porque las personas que tienen más estudiaron más, planificaron más o arriesgaron más y lo hicieron así porque son más: más curiosos, más responsables o más emprendedores.

    Es lo que recoge con tanta sabiduría liberal el artículo 8 de nuestra Constitución de la República, que reza: “Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”.

    Los liberales no creemos en la igualdad porque sí creemos en el individuo. Y cada individuo es diferente de otros en sus gustos, deseos, preferencias, talentos recibidos y virtudes practicadas. Por todos tendremos resultados diferentes al final de la carrera de la vida.

    Lo que sí abogamos los liberales es que las personas puedan tener similares oportunidades en el arranque, en especial en la educación, donde nadie quede sin conocimientos básicos para construirse su propio futuro y no puedan hacerlo porque sus padres no tienen dinero, no creen en el estudio o no fomentan buenos hábitos.

    Pero luego, una vez dentro del salón de clases, será responsabilidad de cada uno atender o no al profesor, sacar buenos o malos apuntes, tener la disciplina de estudiar o la actitud de querer superase.

    Pensar —como piensa cerca del 70% de los uruguayos— que los ricos lo son porque heredaron, tuvieron suerte o se aprovecharon de otros es un gran freno para emprender, para valorar a los que sí saben crear riqueza, y además nos llena de odio y frustración. Hete aquí el caldo de cultivo de las ideas socialistas.

    Dice Cayetana: “Como periodista y política, he vivido la declinación española, capítulo a capítulo. Sé hasta qué punto la mediocridad y el sectarismo han erosionado las instituciones. He visto a los medios de comunicación deslizarse por la pendiente de las junk news y a la sociedad entregarse al victimismo y la irracionalidad”. ?

    “Durante un año y medio luché contra lo indeseable en la política hasta que me convirtieron en políticamente indeseable. Desde esa condición, la del hombre en la arena, que, con el rostro cubierto de sangre, sudor y polvo, políticamente derrotado, afirma: ‘Que por mí no quede’, me reafirmo en mis esperanzas… de acabar con la presunta superioridad moral de la izquierda y con el síndrome de Estocolmo de la derecha”.

    Es con este talante, de saberte derrotado ante las masas pero convencido de que estás haciendo lo correcto, que hay que dar la batalla cultural. Y escuchar a los más sabios —no a los más elocuentes— nos ayudará a reafirmarnos en nuestras propias esperanzas.

    Por eso, callemos. Habla Cayetana.