N° 2063 - 12 al 18 de Marzo de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa marcha del domingo 8 fue una de las más multitudinarias de los últimos años. Sin embargo, al leer la prensa los días siguientes parecía que el foco seguía siendo el operativo de seguridad del Ministerio del Interior: el helicóptero, la cantidad de policías en la calle, los edificios vallados. ¿Puede considerarse “exitoso” un operativo policial frente a una marcha de miles de personas en la que históricamente nunca hubo más disturbio que unas manchas de pintura en la fachada de una Iglesia? Se podría pensar que hubiera bastado con reforzar la seguridad únicamente frente a la Iglesia del Cordón, para alcanzar esos mismos “resultados exitosos”.
Lo cierto es que, ante tanta parafernalia, por momentos queda la duda de la información que realmente llega sobre la marcha a todas aquellas personas que no asistieron. ¿Para qué marchan? ¿De qué se quejan? Quiénes son y qué piden esas “locas que tienen una vagina en la mano dibujada” y que están con “carteles ultraobscenos”, como expresa una señora en un video que se hizo viral en redes sociales.
Ciertamente, los carteles que llevaban las miles de mujeres que recorrieron 18 de Julio desde plaza Libertad hasta la Universidad eran de lo más variados. Y si se considera que la palabra obsceno, viene del latín obscenus, que significa “repulsivo, detestable”, probablemente la señora del video tenga razón: es que la mayoría de los mensajes (caseros, casi siempre escritos a mano sobre cartones o cartulinas) hablaban de violaciones, de asesinatos, hablaban de acoso y de abusos sexuales y de todo tipo, crímenes de los que las mujeres son víctimas día tras día en todas partes del mundo.
Tal vez, detenerse en algunos ayude a entender mejor los motivos que hace a tantas mujeres salir a la calle a protestar: “Te prefiero violenta antes que violada y muerta” dice uno, escrito en letras violetas. “Mi cuerpo no pide tu opinión, dejame caminar tranquila”, se lee en otro. Y siguen: “Hoy no están todas nuestras voces juntas porque desde la tumba no se puede gritar”, “Mucha violación, poca respuesta. Ahora bancate nuestra protesta”. Y hasta los que resultan más duros de leer: “Nos pegan. Nos violan. Nos matan. Nos secuestran. Nos acosan. Nos queman. Nos descuartizan. Nos cosifican. Nos venden. Nos burlan. ¿Nos victimizamos?”.
Es que por momentos parecería que estas violencias se naturalizan tanto que pasan desapercibidas, que no resuenan. Pero el asunto es que lo obsceno acá, más que los carteles, es la realidad. Al día siguiente de la marcha, una niña de 11 años intentó suicidarse en Fray Bentos arrojándose del techo de su casa. Al llegar al hospital para ser atendida, explicó a los médicos que el motivo era haber sufrido reiterados abusos sexuales de un familiar. El informe médico constató los abusos. La prensa casi no habló del tema. Habla de fútbol, de operativos de seguridad, de coronavirus. El martes, dos días después de la marcha, se dispuso el arresto domiciliario para un “abuelo” que violaba repetidamente a sus tres nietas/os. La denuncia había sido presentada en mayo de 2018: el caso tardó casi dos años en formalizarse, y aunque la fiscal pidió prisión preventiva mientras se prepara el juicio, el juez consideró mejor que el hombre de 66 años se quede en su casa.
Pero la lista de hechos obscenos es interminable: algunos días antes del 8M, en Argentina, un joven de 19 años mató a su novia, quemó su cuerpo en el parrillero, lo descuartizó y se deshizo de los restos en una ruta de la provincia de Catamarca. En Uruguay, el mismo día de la marcha fue hallado en la Ruta 9 el cuerpo de una mujer de 65 años, que estaba desaparecida desde algunos días: fue asesinada por el hombre con quien tenía una relación “afectiva” hacía más de un año.
El gobierno anuncia US$ 4 millones para comprar tobilleras y es una buena noticia, pero parecería que el problema habría que atenderlo desde bastante antes, porque está incrustado en la estructura de las sociedades que construimos.
Las millones de “locas” que salen a la calle en todo el mundo con una “vagina dibujada en la mano” marchan porque están hartas de tanta obscenidad. Hartas de las violencias que sufren en manos de tantos hombres todo el tiempo, de tantos hombres abusadores, violadores, asesinos, jueces, abogados, comunicadores, policías, amigos, cómplices, y defensores acérrimos del patriarcado y del statu quo.