Nº 2229 - 15 al 21 de Junio de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl domingo 11 de junio de 2023 quedará en la mejor historia. Esa fecha será recordada por la consagración de la selección uruguaya de fútbol por primera vez campeona del mundo en la categoría sub-20. Es un hito deportivo, un punto de quiebre en la trayectoria de la camiseta celeste y, como tal, siempre será parte de la memoria colectiva de un deporte que moviliza al país entero. Solo por eso vale el agradecimiento y las felicitaciones a todos y cada uno de los campeones.
Pero este logro, en principio deportivo, tiene otra lectura más trascendente. Puede ser visto desde una perspectiva global que ayude a que se haga contagioso en otros ámbitos, públicos y privados. Sirve para derribar muchos mitos y para empezar a construir futuro con base en nuevas premisas o en otras viejas que habían sido deslegitimadas.
El más importante de esos mitos que el pasado domingo se dio de frente contra una hermosa realidad es que los jóvenes uruguayos ya no son lo que eran, que no tienen disciplina ni apego al trabajo y que sus concepciones de vida son mucho más individualistas y desapegadas de algunos de los valores que guiaron a sus mayores.
Toda generalización es mala pero la anterior es además una gran mentira. Cuando la motivación es buena, los resultados pueden llegar a ser excelentes, como ocurrió con el grupo de futbolistas compatriotas sub-20 que logró el Campeonato Mundial. Sin individuales despegadas, con la justa combinación entre humildad y orgullo, la diferencia fue el trabajo en equipo, con una buena guía y un hambre de gloria que es capaz de mover montañas.
Eso lo siguen teniendo los jóvenes uruguayos. Por más que gastemos ríos de tinta y horas y horas de análisis políticos y académicos hablando de los retrocesos de las nuevas generaciones. Es probable que lo que estemos haciendo con ese negativismo es colgarles de sus espaldas nuestros propios fracasos porque, cuando se les saca esa mochila, los resultados pueden ser históricos, como mostraron estos muchachos. Son solo futbolísticos, es cierto, pero en Uruguay decir fútbol es decir idiosincrasia y ejemplo. Así que es mucho más que eso.
En cuanto a las premisas para lograr ese objetivo histórico, lo que demostró el triunfo del domingo es que lo imprescindible es mucho trabajo, organización y profesionalismo. Eso sirve para el fútbol pero también para todas las otras actividades, incluida la política. Hace ya un tiempo que la Asociación Uruguaya de Fútbol apostó por sus selecciones nacionales en distintos niveles y volcó recursos e infraestructura para lograr los mejores resultados. A su vez, elaboró una estrategia común a todos, desde los adolescentes hasta los mayores. Hoy se empiezan a ver los logros.
Este último punto es muy importante como para empezar a controlar las ansiedades en todos los ámbitos. Los logros no llegan de un día para el otro. Hay que apostar a un objetivo concreto y luego destinar recursos, tiempo, infraestructura, motivación y valores a lo largo de años o décadas. Si el objetivo es el indicado y el camino elegido es el correcto, tarde o temprano llegarán los resultados. Hoy ocurrió en el fútbol y mañana podría pasar en otros ámbitos si todos logramos ponernos de acuerdo en estos puntos esenciales.
El ejemplo está claro y los que lo pusieron arriba de la mesa son una selección de esos mismos jóvenes que de un tiempo a esta parte se han transformado en el centro de las críticas de muchos adultos. Depende de nosotros, los mayores, tomarlo o seguir descargando todas nuestras frustraciones, enfrentamientos incongruentes y decisiones equivocadas sobre ellos, como si fueran los responsables del mundo que nosotros construimos. No parece ser lo más sensato. Aprovechemos esta oportunidad, porque ejemplos motivadores de este tipo no aparecen muy seguido.