Algo huele mal en el porno

Algo huele mal en el porno

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2103 - 23 al 29 de Diciembre de 2020

Es interesante pensar cómo algo tan “puro y simple” como la masturbación –que básicamente implica la estimulación genital para el placer sexual– se fue convirtiendo en una de las bases de la economía capitalista contemporánea. Es que hoy en día la industria pornográfica es una de las más rentables del sistema, generando miles de millones de dólares de ganancia anual, y siendo por lejos el mercado más lucrativo de Internet. Como explica el filósofo español Paul Preciado (2008), “cualquier otro portal de internet se modela y se organiza de acuerdo con esta lógica masturbatoria de consumo pornográfico”, que implica: inversión mínima, venta directa del producto en tiempo real y satisfacción inmediata del consumidor a través de la visita al sitio web.

Si bien en las últimas décadas los feminismos y las “minorías” sexuales y raciales han hecho un esfuerzo consciente por desarrollar otros modos de producir placer a través de la mirada, el grueso de la producción pornográfica sigue manteniendo un enfoque patriarcal y sexista, basada en la misoginia y la violencia hacia mujeres y niñas. En este sentido, la investigación sobre la plataforma Pornhub publicada el 4 de diciembre por Nicholas Kristof, columnista del New York Times, es tan dura como reveladora.

Pornhub es propiedad de un conglomerado privado de pornografía con más de 100 sitios web, productoras y marcas: un verdadero monopolio de la industria pornográfica. Según el artículo, el sitio (que recibe 3,5 billones de visitas por mes, más que Netflix o Amazon) está “infectado con videos de violaciones”. Además de hacer referencia a los cientos de miles de videos que aparecen bajo la búsqueda de etiquetas como “chicas menores de 18”, “adolescente muy muy chiquita” o “adolescente degradada”, la nota presenta testimonios de menores de edad que fueron víctimas de abuso sexual, cuyos videos de abuso se pueden encontrar en la plataforma. A pesar de las reiteradas denuncias por parte de las mujeres, siguen apareciendo en la página hasta varios años después. Muchas aceptaron compartir su historia porque creen que así pueden ayudar a evitar que otras adolescentes pasen por lo que ellas pasaron. Varias intentaron suicidarse en más de una oportunidad.

“Debería ser posible estar a favor del sexo y en contra de Pornhub”, dice Kristof en su artículo, y plantea que el problema no es la pornografía, sino la violación: “Aceptemos que promover agresiones contra niños o cualquier persona sin su consentimiento es inconcebible”. Según su investigación, muchos de los casi siete millones de videos que se publican cada año en la página representan abuso infantil y violencia no consentida. Según le explicó un exempleado de la empresa, hay “moderadores” encargados de filtrar los videos que involucran menores de edad o situaciones de abuso, pero se espera que “dejen pasar” la mayor cantidad de contenido posible, ya que la plataforma aumenta sus ganancias con este tipo de escenas. Los moderadores tienen que mirar los videos rápidamente, y muchas veces es difícil darse cuenta si se trata o no de menores de 18, o si la tortura es real o falsa. “El trabajo en sí te destruye el alma”, expresó el exmoderador.

Así, el problema con la pornografía es siempre la violencia y la delgada línea del consenso. Y la violencia no solamente pasa por las imágenes que involucran a menores de edad. Muchas veces las mujeres adultas que actúan en videos porno están también siendo engañadas, abusadas o violadas, como expresan los testimonios de decenas de actrices o exactrices porno, o como se puede ver en casos como el de la productora Girls Do Porn, que reclutaba a mujeres jóvenes para trabajos de modelaje, y una vez que estaban allí les decían que en realidad se trataba de un video porno para adultos y las presionaban de distintas maneras para participar (los dueños de Girls Do Porn fueron procesados por tráfico sexual y la empresa fue cerrada, pero los videos siguen estando disponibles en Pornhub).

Si es difícil para un moderador darse cuenta si hay o no abuso en un video pornográfico, probablemente más lo sea para quien simplemente tiene ganas de masturbarse. Claro que estarán aquellos que deliberadamente encuentran placer en el abuso, y otros que se masturbarán con una violación sin saberlo. Es por esto que, como plantea Paul Preciado, dejar la pornografía únicamente en manos del patriarcado no parece ser una buena idea: el desafío real es encontrar formas alternativas de producción audiovisual de deseo y placer que no conlleve abusos no consentidos de ningún tipo.