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    Autopista al infierno

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2152 - 9 al 15 de Diciembre de 2021

    (leer escuchando Highway to hell de AC/DC)

    Existe una vieja frase apócrifa que dice que “la mujer del César no solo debe ser honrada, además debe parecerlo”. Si bien la frase seguramente nos suene anticuada y más de uno la llamaría machirula sin más, plantea una cuestión que tiene total vigencia si se la piensa en términos políticos en el presente. Esto es, si la mujer del César era una suerte de cargo público o por lo menos alguien relevante y visible, en la vida política actual la persona pública además de ser honrada también debe parecerlo.

    Traigo la frase a cuenta del reciente caso del exministro Germán Cardoso, que acaba de ser exonerado por una mayoría (la de los suyos) en la comisión parlamentaria que investigó algunas de sus acciones en el cargo durante los meses de la pandemia. Aunque el caso aún sigue en la órbita de la Jutep y ya está en la Justicia, en el ámbito parlamentario el informe en mayoría (con los votos del oficialismo) decidió que “no se encuentra en la actuación del exministro Germán Cardoso elementos que hagan presumir la comisión de irregularidades o delitos”.

    Recapitulemos: a comienzos de agosto se hizo público a través de Búsqueda el conflicto existente entre el entonces ministro de Turismo, colorado, y el director nacional de Turismo, Martín Pérez Banchero, también colorado pero de un sector distinto. De hecho, ya para entonces Cardoso había pedido al presidente Luis Lacalle Pou la remoción de su correligionario. Pérez Banchero dijo entonces que existían discrepancias en los criterios de compra de espacios publicitarios y que en la cartera había una estructura paralela que dejaba a la división de marketing por fuera de las decisiones sobre esos temas, que eran de su competencia.

    Pérez Banchero cuestionó además que en el ministerio se usara la compra directa como norma en vez de la licitación pública. Y, explicó, que fue debido a su oposición a estos métodos que el entonces ministro solicitó su despido. Tras varios crujidos dentro del Poder Ejecutivo, esta situación derivó en la salida de Cardoso del Ministerio de Turismo y en la creación de una comisión investigadora a pedido del Frente Amplio. Cardoso por su parte reaccionó volviendo a su banca de diputado y solicitando desde ahí que la investigadora incluyera también la gestión de los dos últimos ministerios previos, conducidos por el Frente Amplio.

    Entre los casos denunciados por el entonces director de Turismo estaba el de Kirma Services, una empresa con sede en Estonia que fue contratada por Cardoso y su equipo de forma directa. El contrato fue observado por el Tribunal de Cuentas porque la empresa no estaba registrada como proveedora del Estado, como estipula la normativa. Como tantas otras veces, nadie le hizo el menor caso al tribunal. Lo de Kirma presenta tantas irregularidades y tiene un olor tan apestoso en lo que se refiere al rol jugado por personas cercanas al entonces ministro que ya solo eso hace bastante sorprendente la decisión de la comisión parlamentaria. Por ejemplo, la evidente colusión entre intereses privados y públicos de Elbio Rodríguez, asesor honorario de Cardoso y empresario vinculado al juego online, quien declaró en la comisión (supongo que sin despeinarse) que su intención era lucrar con la participación de Kirma en otros negocios con el Estado.

    Por supuesto, al abarcar también la gestión de los dos últimos gobiernos del Frente Amplio, en la comisión se cuestionó el vínculo que sé yo ¿étnico? entre la exministra Liliam Kechichian y la Unión General Armenia de Beneficencia (UGAB). Se cuestionó en particular el acuerdo entre esa unión y la Federación Uruguaya de Básquetbol (FUB) y el monto del arrendamiento que surgió de dicho acuerdo. Cardoso afirmó además que existía un diferendo legal entre la UGAB y la FUB y que el monto pagado por el arrendamiento entonces (2014) fue como conciliación por ese diferendo. Esto da, según los miembros de la coalición de gobierno, mayoritarios en la comisión, elementos suficientes como para que el tema pase a la Justicia.

    Volvamos entones a la mujer del César, mirando la situación desde el llano, que es desde donde miran los ciudadanos preocupados por la cosa pública. Por supuesto, aún no está claro qué dirá la Justicia ni qué encontrará la Jutep en este asunto pero creo que si algo demuestra la conclusión de la comisión parlamentaria es que el bienestar ciudadano, es decir, la búsqueda de la transparencia, la probidad y la excelencia en la gestión pública, siguen siendo elementos alejados de la más sucia realpolitik. Esa barrosa realidad en la que los políticos parecen más preocupados por evitar las olas que podrían agitar sus bancas que por darle al ciudadano que los votó garantías democráticas con su tarea.

    No es menor ni ajeno aquello que denunciaba hace unos años Ricardo Gil Iribarne cuando era director de la Jutep: el sistema político uruguayo en su conjunto es refractario a ser investigado. Sí, genera dispositivos que crean la apariencia de preocuparse por la transparencia y la buena gestión (contribuyendo así al llamado efecto placebo) pero luego se encarga de que las instancias responsables de la investigación o bien no tengan recursos para hacerla (la Jutep antes), o bien puedan ser manipuladas desde el propio sistema político (la Jutep ahora) o bien nadie les dé la menor pelota (el Tribunal de Cuentas, siempre). Eso sí, el intercambio de presuntas (y no tan presuntas) irregularidades se eterniza entre todos aquellos partidos que han gobernado, sean de izquierda, de derecha o de extremo centro.

    Ahora, al ciudadano, ¿todo esto le da garantía alguna de que no se va a seguir repitiendo esta clase de opacidades y manejos completamente turbios desde el poder? ¿Alguien en el sistema político se preocupa por el lijado y manoseo que cada una de estas denuncias y sus respectivas investigaciones parlamentarias implican sobre el andamiaje institucional? Porque la conclusión inmediata que puede sacar el ciudadano ante tanto toqueteo y retórica vacía destinada a proteger a “los míos” es que al final da lo mismo unos que otros porque “todos son iguales”. Y esa es la antesala al “que se vayan todos”, que a su vez es el paso previo al outsider carismático que no necesita de los mimbres institucionales. Este manejo nefasto de la cosa pública solo allana el camino para el populista de turno y eso debería preocupar antes que a nadie a quienes comen de los partidos.

    A los politólogos les encanta decir que sin partidos no hay democracia, y es verdad. Ahora, la democracia no se reduce a los partidos y sus agendas, como prueba este patético desaguisado, no siempre coinciden con el interés ciudadano. Cuando se prioriza la defensa corporativa de lo partidario por sobre la transparencia y el desarrollo de las herramientas de control ciudadano, se está caminando de manera obvia en la dirección populista. Después no vale sorprenderse ni tirarse las manos a la cabeza cuando el líder carismático patea el tablero y decide hablar directamente con “el pueblo”. Fue usted, amigo político, quien con sus actos aportó el material que construyó esa autopista al infierno. El suyo y el nuestro.