N° 1971 - 31 de Mayo al 06 de Junio de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáYa ni vale la pena hablar de la peor cosecha de soja en la historia de Uruguay. El agricultor uruguayo, que es un empresario resistente a la adversidad, está buscando desesperadamente medidas para poder resolver los problemas que se le plantean. El primero y más urgente es conseguir que el sector financiero (bancos y proveedores de insumos) mantenga abiertas las líneas de crédito para sembrar como se pueda los cultivos de invierno, a la espera de una nueva zafra de soja salvadora. La pelea principal es cómo financiar la futura campaña de esa oleaginosa, que es la que mueve al grueso de la agricultura nacional.
Ese no es un tema simple, porque lo que terminó pasando deja en evidencia que la estructura de gestión de riesgos climáticos de la agricultura es muy deficiente y no soporta un shock como el que tuvimos. Es cierto que la combinación de febrero seco y abril lluvioso es muy poco frecuente, pero sus efectos fueron terribles. Las consecuencias no son del todo malas, porque al menos nos sacude de la cansina pereza rioplatense y nos pone a pensar.
Hay que reinventar el sistema de contención de riesgos agrícolas para preservarnos de que si vuelve a pasar una catástrofe climática, estemos mejor preparados y, sobre todo, protegidos. Esto le plantea un problema esencial a un gobierno de izquierda: tiene que salir a ayudar a empresarios que considera poderosos y ricos y, por ende, indignos de la ayuda del Estado.
No ayuda mucho que el gobierno siga negando la realidad sobre la profundidad de la crisis. Tampoco colabora que desde sectores como el PIT-CNT se insista en aplicar nuevos impuestos al agro. Pareciera que la izquierda más radical sueña en gravar al agro solo por ser el campo e ignora que tiene un problema muy serio de rentabilidad y no es del último año, sino que ya arrastra varias campañas.
En ese contexto, es claro que si el agricultor tiene que ir a un banco a pedir un crédito es porque no le sobra el dinero y no se lo gastó en viajes o una mejor camioneta, lo perdió produciendo mientras el Estado le sigue dando la espalda.
Felizmente, los precios que vemos hoy en día son mejores que los que teníamos el año pasado a esta misma fecha. Estamos sobre el filo de la siembra de colza, pero queda tiempo para sembrar trigo y cebada. La magnitud del desastre es tal que se precisarán muchas campañas para salir del pozo donde estamos. En especial, en los pueblos del interior del país es donde más se siente la falla de la cosecha.
La esperanza más próxima está en la cosecha de invierno que empieza en noviembre. Hasta ahí, el campo uruguayo y buena parte del litoral van a vivir en una economía de guerra para sobrevivir. El lector debe entender lo siguiente: estamos solo comprando tiempo para seguir con la esperanza de que llegaremos a buen puerto con la producción y rezando para que los precios no colapsen, pero nada nos garantiza el éxito en el emprendimiento. Hay alternativas para tomar coberturas de precios y en cierta medida de la productividad, pero son caras y en el campo (que no tiene liquidez) no hay cómo pagar para comprar seguridad. Lo que a mí me preocupa es que solo compramos tiempo, sin un plan B por si las cosas se complican.
Mientras las empresas agrícolas le ponen lo mejor para sembrar en tiempo y forma los cultivos de invierno, el gobierno hace maravillas para seguir comprando tiempo a favor de ver cómo resuelve los problemas del agro.
Una nueva suba de los combustibles por variables que eran contentibles, pero no lo fueron por el uso de los instrumentos inadecuados, solo profundizará el malestar del sector que como mucho logrará que la suba del gasoil sea menor que la de la nafta. De achicar el Estado en la próxima Rendición de Cuentas ni noticias hay. Es complicado pedirle a la gente más paciencia de la que ya tiene.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT.