Nº 2169 - 7 al 20 de Abril de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMás de una vez me he preguntado qué habría sido del mundo occidental de no mediar la aparición de pensadores que, como Ludwig von Mises, vinieron para recordarnos en qué consiste la base estructural de la libertad en el orden social. Las ideas de Boecio, de San Agustín, de Guillermo de Ockham, de Duns Scoto, de Schopenhauer, de Kierkegaard, Nietzsche y Heidegger sitúan al hombre y su íntima libertad en la dimensión de sí mismo para sí. Pero el rasgo social del que nos hablaron Aristóteles, Santo Tomás, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Hume y Adam Smith implica necesariamente la confrontación con los aspectos materiales, porque la libertad social es por definición empírica y mundana. De ahí que resulte tan importante entender lo que es el capitalismo como ámbito natural de esa libertad y principalmente entender hasta qué punto las pretensiones y la acción del socialismo en las mentes de los legisladores, en el alma de los revolucionarios y en el repertorio de los políticos improvisados o profesionales resulta fatal. El socialismo es improcedente desde el punto de vista antropológico, pero también es insolvente como respuesta económica al capitalismo.
El trabajo de Von Mises en gran parte tuvo por objeto no solo demostrar los beneficios del capitalismo y su consecuente aporte a la libertad y a la búsqueda de la felicidad de las personas, sino también las insolvencias del asedio socialista y sus aliados, de esa campaña continua en favor de la mayor injerencia del Estado en la vida de las personas. La premisa de Von Mises estriba en afirmar que el socialismo ha seducido solo porque se lo vio de lejos y se lo entendió desde el fin del camino y no desde sus molestias u objeciones a los principios de la libertad. Dice que las críticas de los socialistas a la economía capitalista se desvanecen cuando se examinan de cerca. Por ejemplo, explica, el socialista odia la búsqueda de ganancias del capitalista. Para estos últimos, una transacción es rentable cuando los rendimientos superan los costos. Pero incluso el socialista que quiere ser productivo debe generar un excedente; esto no tiene que ser grande, pero tiene que estar allí, porque de lo contrario, la demanda ya no se puede cubrir a largo plazo. Y afirma algo que siendo obvio igual merece ser destacado toda vez que hay un socialista en la conversación: las ganancias especulativas surgen en el capitalismo porque alguien espera que la demanda de un bien aumente en el futuro. Compra barato y vende caro. Esto equilibra la oferta y la demanda. Esta es una función importante para la economía nacional, pero que los socialistas atacan constantemente.
Otro aspecto relevante que trata Von Mises tiene que ver con la distribución, tema principal de los discursos políticos que a derecha e izquierda son consecuentes con el ideal socialista. Indica Von Mises que para los socialistas la distribución es más importante que la producción. Dice literalmente Von Mises: “Eso suena extraño, pero así es exactamente cómo piensan los socialistas”.
Su lúcida demolición del dogmatismo socialista alcanza su máxima cota clasificando en cuatro modos el abordaje de la distribución en el socialismo. No falta humor en esta sagaz reducción cuando concluye que todas funcionan más mal que bien:
1. Reparto por cabezas. Aquí todo se reparte por igual, sin diferenciar si el destinatario es adulto o niño, vago o trabajador, capaz de trabajar o enfermo, etc.
2. Distribución de acuerdo con los servicios prestados a la comunidad. Esto es difícil bajo el socialismo porque no hay precios de mercado ni estándares de evaluación. Se podrían utilizar las horas trabajadas, pero es muy dudoso que el tiempo invertido en la producción de bienes esté directamente relacionado con el nivel de servicio a la sociedad.
3. Distribución según necesidad. Este principio de distribución debe fallar debido a una ley de hierro de la economía, a saber, que nuestras necesidades son en principio infinitas. Siempre quedan algunas que no se pueden satisfacer. Por lo tanto, este principio de distribución no es uno mientras no haya una gradación de dónde comienza la necesidad y dónde termina.
4. Asignación por valor. Nuevamente, esto no puede funcionar porque el valor parece muy subjetivo y no se puede decir claramente quién tiene que decidir al respecto. ¿El gobierno? Esto abriría la puerta a la arbitrariedad.
Recomiendo la lectura de este libro.