Nº 2163 - 24 de Febrero al 2 de Marzo de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáVolvió el carnaval a los tablados después de la pausa obligada que provocó la emergencia sanitaria el año pasado. Este tiempo extra colaboró en parte a que disminuyera el impacto de las denuncias realizadas en agosto de 2020 en la cuenta de Instagram @varonescarnaval. Eso, y la impunidad con la que se suele manejar la violencia contra las mujeres, permitió que muchos de los hombres denunciados sigan estando arriba de los escenarios y hasta integrando jurados —como es el caso de Andrés Oroño, que está acusado por acoso a una menor de edad, pero forma parte del jurado del concurso de carnaval de 2022 por el departamento de Canelones—.
En un ambiente en el que más de 90% de quienes participan son hombres (este año hay 38 mujeres murguistas en un total de aproximadamente 400), resulta difícil que todo el dolor plasmado en aquellas placas de Instagram se refleje efectivamente en los tablados. De hecho, probablemente muchos lo sigan viviendo como una injusticia, como una molestia. “Me tiraron una zancadilla desde atrás y quedé acobardado”, dice una de las letras de este año, y sigue: “No voy a irme porque vos me lo digas, voy a perder el miedo…, voy a volverme canción”; en lo que parece ser una respuesta al tema, hecha por una de las murgas que tiene entre sus integrantes a varios de los varones denunciados. Si efectivamente esa letra hace referencia a las acusaciones, parecería ser un ejemplo más de la ya conocida inversión de roles, en la que los acosadores terminan siendo los que tienen miedo y se sienten traicionados por la espalda; en definitiva, terminan siendo las víctimas del asunto.
Para quien ama el carnaval, seguramente sea dolorosa la crítica, pero aceptarla es parte de un proceso más que necesario. Para quien no ve un problema en las conductas de abuso relatadas en los testimonios de mujeres y adolescentes, el trabajo es más arduo: implica desnaturalizar un montón de hábitos y dejar de hacer aquello “que hicieron siempre”. Porque el mundo cambió, y lo que antes era aceptado en silencio por miedo o por culpa hoy ya no lo es: las “bromas”, los acosos de todo tipo, la desvalorización y tantas otras formas de violencia ya no deberían ser parte del carnaval ni de ningún otro ámbito.
Quizás muchos creyeron que el tiempo iba a borrar lo sucedido en las redes, y un poco así fue. Pero muchas carnavaleras vienen trabajando fuerte para que las denuncias de #varonescarnaval no hayan sido en vano. A la cultura machista hay que cambiarla con trabajo e insistencia, porque sola no va a cambiar nunca. En este sentido es de destacar, por ejemplo, el esfuerzo llevado adelante en forma conjunta por las mujeres murguistas, la comisión de género del Sindicato Único de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay, la División Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo (IM) y la División Cultura de la IM, para lograr implementar los Puntos Violetas en todas las actividades de carnaval de la capital del país. Los Puntos Violetas son espacios de referencia que dan información y asesoramiento ante situaciones de violencia de género y, aunque aún no hay una evaluación formal, parecen haber sido muy bien recibidos y es una forma de hacer presente el tema en cada una de las actividades desarrolladas. Sin dudas, hubiera sido bueno incorporar este tipo de iniciativas en otros departamentos del país, para evitar situaciones lamentables como la que se vivió hace unos días en el teatro de verano de Paysandú, cuando tanto desde la hinchada como desde la propia murga La Celeste insultaron, empujaron y hasta escupieron a una mujer que sostenía un cartel en repudio a @varonescarnaval (parece que en La Celeste actúa uno de los hombres denunciados).
Por otro lado, vale la pena resaltar también el “esfuerzo” que se ha hecho para incluir más presencia femenina en los conjuntos; y aunque 38 siga siendo un número demasiado bajo, en el concurso oficial anterior no llegaban a 20 las mujeres murguistas. Además, muchas de ellas se han destacado con fuerza por la enorme calidad de sus actuaciones, dejando en evidencia que seguir usando hombres vestidos de mujer para hacer la parodia quizás no era la mejor opción.
Finalmente, es necesario mencionar la valentía y el compromiso de las murgas que sí decidieron incorporar el tema de los abusos en sus letras, porque barrer para abajo de la alfombra nunca fue una buena decisión. En este sentido, cabe destacar a la murga Doña Bastarda con la canción Nuestra fiesta, escrita por Emilia Díaz, y a la murga Mi vieja Mula con el cuplé Instagram carnaval, escrito por Sebastián Mederos. Emociona realmente escuchar algunos de estos pasajes en una canción carnavalera.
Desde acá va un profundo agradecimiento a todas esas personas que están intentando construir un carnaval más justo y menos violento, tanto a las compañeras que la siguen luchando desde adentro como a los varones dispuestos a revisar sus prácticas cotidianas y reconocer los errores, para que no se repitan nunca más.