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    El hombre que nadie quiere ser

    Columnista de Búsqueda

    N° 2059 - 13 al 19 de Febrero de 2020

    Más del 90% de los homicidios a escala global son cometidos por hombres, según datos recientes de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Aunque la cifra no sorprende, sin dudas impacta que casi la totalidad de los asesinatos del mundo surjan solo de una mitad de la población. Si bien no existe un consenso a la hora de explicar este fenómeno, muchos estudios coinciden en que los factores sociales y culturales que conforman la noción misma de masculinidad tienen incidencia en la enorme diferencia entre las tasas de homicidios cometidos por hombres y mujeres.

    En el documental The Mask You Live In (que se puede ver en Netflix), el entrenador y exjugador de fútbol americano Joe Ehrmann cuenta que cuando tenía cinco años su padre le dijo que “se hiciera hombre”, mientras le enseñaba a golpear y dar puñetazos. “Creo que esa es una de las frases más destructivas en esta cultura”, afirma Ehrmann. El exjugador explica que usó el fútbol para esconderse de las exigencias de la sociedad: “Te podés esconder detrás del casco, detrás de los gritos de la multitud y te convertís en el símbolo perfecto de lo que significa ser un hombre en esta cultura”. Ehrmann confiesa que la imagen de “hipermasculinidad” que proyectaba le hacía sentir que así sería más querido y respetado.

    Si bien el hecho de ser “hombre” implica de algún modo ubicarse en el lado privilegiado de la vida (entendiendo que el patriarcado es un sistema de dominación donde lo masculino se construye como la figura referente de autoridad), es necesario entender el impacto negativo que las nociones culturales de masculinidad tiene sobre los propios hombres. Algunos de los principales mandatos que componen la masculinidad hegemónica son los siguientes: no expresar afectos ni debilidad (los hombres no lloran, expresar las emociones es cosa de mujeres), ser de pocas palabras, tener mucho deseo sexual (hacia las mujeres) y exhibirlo, tener un “buen rendimiento” sexual en términos cuantitativos, ser homofóbico y misógino (rechazar todo lo que pueda asociarse con feminidad u homosexualidad), ser proveedor, tener éxito económico, ser fuerte físicamente. Todas estas imposiciones terminan muchas veces generando hombres violentos, incapaces de procesar sus emociones, incapaces de relacionarse afectivamente y con un miedo constante a no ser lo “suficientemente hombres”.

    Desde hace décadas se viene hablando del surgimiento de una “nueva masculinidad”, pero a veces parecería que se trata tan solo de un eslogan vacío de contenido. Si bien es cierto que se pueden observar algunos cambios, el núcleo duro del mandato de masculinidad hegemónica sigue gozando de buena salud. Es importante entender que noticias como “un grupo de jugadores de rugby asesinó a patadas en la cabeza a un joven de 19 años a la salida de un boliche” (como el caso ocurrido recientemente en Argentina) tiene mucho que ver con la manera en que los hombres son socializados. Tiene que ver con el rechazo que la sociedad expresa hacia aquellos varones que no son lo “suficientemente viriles”. Tiene que ver con lo que se les transmite desde la educación, desde las películas, los videojuegos, las publicidades. Esta “hipermasculinidad” que se fomenta, o masculinidad hegemónica (Connell, 1995), o masculinidad tóxica (Sinay, 2006) es generadora de una violencia que tiene como costo en la vida de miles de varones y mujeres en todo el mundo.

    Es necesario terminar con la complicidad silenciosa que habilita la existencia de estas violencias cotidianas. Se vuelve urgente reconfigurarse y ayudar a otros varones a hacerlo también. En Uruguay existen algunos grupos que desde hace varios años trabajan en pos de construir masculinidades menos violentas y menos machistas, entre los que se encuentran: el grupo Traidores de Papá, los Varones por la Igualdad, el Círculo de Hombres, la Asamblea de Varones, el Grupo de Apoyo a Hombres (WEM Uruguay), y el Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género. Pero se necesita de la participación de todos para que estos dejen de ser grupos aislados, para que los hombres al fin se organicen seria y masivamente en contra de tantos mandatos tóxicos.