N° 2061 - 27 de Febrero al 04 de Marzo de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCon la llegada de marzo viene el “mes de la mujer”, y las agendas de muchas empresas se llenan de actividades en torno a temas que van desde la violencia de género o el acoso sexual hasta el trabajo no remunerado y la desigualdad en el espacio de trabajo. Sin embargo, pocas son las actividades que abordan la contracara de estas realidades: la construcción social de las masculinidades como factor explicativo de muchas violencias y la necesidad impostergable de una transformación en este sentido. Y tal vez no sea marzo el momento para hablar de estos temas, pero entonces habrá que buscar pronto algún otro mes en el que sí haya espacio para estos debates.
El pasado 21 de febrero, el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior divulgó las cifras de suicidio en Uruguay para 2019. La prensa local no tardó en replicar el dato y enfatizó en el hecho de que se trata de una cifra récord: 706 personas se suicidaron el año pasado, siendo así una causa de muerte más frecuente que los accidentes de tránsito (422 muertes) o los homicidios (391 muertes). Sin embargo, el informe no incluye la información desagregada por sexo, y los artículos de prensa tampoco se detuvieron a analizar esta dimensión.
Utilizar la categoría género y el enfoque de masculinidades para analizar el suicidio, por ejemplo, podría quizás contribuir a su prevención al brindar herramientas para entender el fenómeno desde otros lugares. Es sabido que las tasas de suicidio varían de forma significativa en función del sexo. En Uruguay, por ejemplo, hubo en 2014 un total de 601 muertes por suicidio: al desagregar por sexo, se observa que 77,5% de las muertes fueron de hombres frente a 22,5% de mujeres. Estos datos no son exclusivos de Uruguay: según la Organización Mundial de la Salud, en 2016 se produjeron aproximadamente 793.000 muertes por suicidio a escala global y la mayoría fueron de hombres. Ellos tienen tres veces más posibilidades que las mujeres de morir por suicidio en Australia, 3,5 veces en EE.UU. y más de cuatro veces en Rusia y Argentina.
Aunque se trata de un tema complejo que requiere ser abordado desde un análisis multidimensional y multicausal, la brecha entre mujeres y hombres se puede explicar desde un enfoque de masculinidades por un conjunto de factores. Un aspecto clave es la menor concientización de los varones frente al cuidado del cuerpo y la salud y una desatención al cuidado de la salud mental. Así, aunque las mujeres presentan a escala global una mayor tasa de diagnósticos de depresión y una mayor tasa de intento de suicidio, los hombres mueren más.
Una de las razones es que sus métodos son más “violentos” (además de tener mayor acceso a armas letales que las mujeres). En este sentido, el propio mandato de masculinidad hegemónica les exige ser eficientes hasta en eso: están más decididos a llegar hasta el final. Como factor de riesgo, se destaca la tendencia de los varones a realizar menos consultas por depresión, a pedir menos ayuda. Dado que el suicidio “es un acto prevenible” (o sea, que quien está cerca de realizarlo puede cambiar de opinión), la búsqueda de ayuda resulta crucial en este sentido. El propio mandato de la masculinidad hegemónica, que enseña a los hombres a no comunicar las emociones, podría entonces estar influyendo en este sentido.
Otro factor de riesgo para el suicidio es el abuso de alcohol y de sustancias psicoactivas, que también presentan mayores tasas de consumo en hombres que en mujeres (tanto en Uruguay como en el mundo), reflejo de esta tendencia de la masculinidad a poner su salud en riesgo. Por último, las presiones que hacen sentir al hombre que debe ser proveedor y exitoso económicamente aumentan también las probabilidades de suicidio de los hombres en tiempos de crisis económicas y aumento del desempleo.
Claro que no existen soluciones sencillas para un tema así de complejo, y que el enfoque de masculinidades no pretende ser la solución a estos fenómenos, pero abre sin dudas un espectro de posibilidades por donde empezar a analizar estos temas con mayor profundidad.