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    El trabajo como legado

    POR

    Sr. Director:

    , regenerado3

    El pasado viernes 15 de diciembre de 2023, mi querido amigo, el Dr. Lem Martínez Queriolo, vivió la grata (o tal vez ingrata) experiencia de su última policlínica de atención médica en el área de la medicina, a la cual ha dedicado su vida: la hematología, con particular énfasis en el cuidado de los pacientes con tumores malignos hematológicos.

    Probablemente, desde una perspectiva no médica, solo el hecho de la dedicación al cuidado de estas afecciones pueda despertar, entre otros sentimientos, los de aprecio o admiración. En mi caso en particular, desde la óptica de un médico, podría decirles con orgullo que el Dr. Lem Martínez ha sido y será un ejemplo para todos los que nos dedicamos al cuidado de los pacientes con cáncer.

    Esto no se explica solamente por su dominio de la técnica y su gran dedicación a los demás, sino por el profundo humanismo con el que los ha acompañado durante el ejercicio de la profesión, transformando la medicina en un arte.

    Él, me consta, ha sido una persona balanceada entre los extremos, que domina sus pasiones, que observa atenta y cuidadosamente y que nunca vulgariza su lenguaje. Para quienes fueron asistidos por él, siempre fue un hombre aplomado, que supo guiar en las turbulencias y en las noches más oscuras, a las cuales la enfermedad somete. Porque un maestro siempre sabe encontrar luz en la oscuridad. Él ha sido maestro de muchos, empezando por escuchar a todos.

    Yo no he sido solo un testigo privilegiado de dichas virtudes. Mas tengo la suerte de haber sido marcado por sus enseñanzas, que hoy para mí son profundos aprendizajes. Es de tal manera que estoy seguro de que mi destino no hubiese sido el mismo si en mi vida no me hubiese cruzado con el Dr. Martínez.

    Quizás podría diagnosticar y tratar muchas distintas enfermedades correctamente. Tal vez podría hacer lo que se espera y marcharme tranquilo y satisfecho al final del día. Sin embargo, dudo mucho de que, de no haber sido acompañado por él, alguna vez y en algún lugar yo hubiese aprendido a percibir el movimiento de las emociones, a dimensionar el infinito poder sanador de las palabras, a encontrar en algún texto la fórmula para descifrar el enigma de cada alma en pena, a entender el código común para la persuasión con bonhomía, a utilizar el humor en los momentos difíciles, donde la angustia ahoga. Y también por qué no… a retirarse oportunamente sin palabras, si es que en ese momento no hay nada más digno que el silencio.

    Hace unos años, cuando él ya empezaba a darle vueltas a este asunto del retiro, yo le pedí que escribiera un libro. Mi intención era que pusiera en palabras todos estos conceptos para que sus enseñanzas no se perdieran. Sabiamente, me dijo que no era necesario, porque esas palabras ya estaban en los demás.

    Unos años después, así lo veo. La palabra como instrumento para atravesar el tiempo. Un tiempo al que ninguno de nosotros sobrevivirá, sin embargo, no así nuestras ideas que se vuelven pensamiento y acción a través de los demás.

    Lem Martinez se va pero sus palabras y sus actos quedan en quienes hemos sido lo suficientemente afortunados para practicar a su lado, entre tantos otros que seguiremos honrando su legado a través de la acción y a través de la técnica, con el uso de las herramientas y con la máxima soberana del amor al prójimo, establecido como el entendimiento de lo que es justo en esta vida para todos.

    Que así sea.

    Dr. Gonzalo Spera (MSc)

    CI 2.909.148-2