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    Enderezando el rumbo

    Nº 2139 - 9 al 15 de Setiembre de 2021

    ¡Son largas las eliminatorias! Y fluctuantes en su desarrollo. Tradicionalmente, salvo Brasil y Argentina —que suelen colocarse pronto en los primeros lugares de la tabla—, las demás selecciones participantes deben pugnar entre ellas para obtener los dos lugares restantes para el cupo que la FIFA le otorga a Sudamérica, de cara al Campeonato Mundial de turno; y a veces debiendo jugar un repechaje con un rival de otro continente para poder conseguirlo.

    Por tal razón, en nuestra columna anterior, repasando los magros resultados que nuestra selección había cosechado en las primeras fechas, concluíamos en la necesidad de sumar la mayor cantidad de puntos posibles en estos tres partidos, de modo de reforzar nuestras expectativas de estar presentes en el próximo Mundial de Qatar.

    Esa misma noche enfrentamos a Perú en Lima, en lo que suponíamos iba a ser el partido más difícil. Y atento a cómo fue su desarrollo, el empate en un gol por bando no dejó de ser un buen resultado. El elenco celeste arrancó mejor, adueñándose rápido del control de las acciones. Nuestros volantes se proyectaron al ataque de modo reiterado, lo mismo que Nández por el lateral derecho, y De Arrascaeta —esta vez muy participativo— se encargó de abastecer debidamente a los delanteros netos. No se dieron, empero, situaciones de gol, y en una jugada aislada Perú logró ponerse en ventaja ante un descuido de nuestra zaga. La reacción celeste fue instantánea, y el empate llegó apenas unos minutos después. De no haber mediado algunas imprecisiones en la definición, bien pudo retirarse en ventaja al entretiempo. Pero la cosa cambió en el complemento. La iniciativa pasó al dueño de casa y, aunque este no fue demasiado profundo, tuvo alguna chance de anotar. El cansancio de algunos de nuestros futbolistas fue en aumento, lo que llevó al Maestro Tabárez (cosa extraña en él) a efectuar los cinco cambios permitidos. Y, curiosamente, dado ese trámite desfavorable, Uruguay dispuso en los instantes postreros del partido de un par de situaciones de gol (una de ellas, un remate de Piqueréz que pegó en el palo), lo que le hubiera dado a nuestro representativo una victoria no del todo merecida. En suma: un punto de visitante, que siempre es importante, un notorio repunte futbolístico de algunas figuras (los tres del mediocampo, más De Arrascaeta y Brian Rodríguez) y —claro está— la expectativa (o exigencia) de ganar los dos partidos siguientes como local para consolidarnos en la zona de clasificación.

    Y el pasado domingo esa autoimpuesta obligación terminó por concretarse. El elenco celeste, en una demostración futbolística con pasajes de gran destaque, venció a Bolivia por 4 goles a 2 en un marco propicio: con un acceso limitado de público en las tribunas (después de 22 meses desde aquella dura derrota ante Brasil por 2 goles a 0) y en un escenario no tradicional, como lo es el Campeón del Siglo (vale acotar que, desde su inauguración en el año 1930, nuestra selección disputó siempre los partidos oficiales en el Centenario, con la única excepción de un partido ante Ecuador, en 1997, por las eliminatorias para el Mundial de Francia, aunque ya sin chance de concurrir).

    Sin duda alguna, el despliegue celeste durante el primer tiempo está entre lo mejor que le hemos visto últimamente. Salió dispuesto a llevarse por delante a su rival, acorralándolo en las cercanías de su arco. Tanto Bentancur como Valverde fueron esta vez punzantes en sus envíos a los hombres de ofensiva, en especial hacia un Brian Rodríguez muy veloz y penetrante, quien volvió a su mejor nivel, que no mostraba desde su fulgurante aparición, hace ya un par de años. Asimismo, De Arrascaeta mejoró netamente sus últimas apariciones y demostró, en varias acciones, la razón por la que viene siendo distinguido año tras año en el fútbol brasileño. Los dos goles del primer tiempo fueron el reflejo fiel de esa superioridad celeste. Y, apenas iniciado el complemento, llegó el tercero —el más festejado por la gente— de el Canario Álvarez Martínez, quien ratificó sus notables condiciones no solo como goleador, sino también como un delantero completo (al que le vemos ciertas semejanzas con Morena). Pero, con esa ventaja concluyente y algunas otras jugadas que no se concretaron en gol por centímetros, una grave desatención defensiva (una pelota mal jugada hacia atrás desde la mitad de la cancha) le permitió al goleador de las eliminatorias recortar la ventaja. Y, aunque casi en enseguida el equipo celeste volvió a estirarla por la vía de un penal que convirtió De Arrascaeta, poco después el juez paraguayo (desoyendo el consejo del VAR) sancionó otro inexistente en favor del equipo boliviano, que desde allí hasta el final del juego se quedó con la pelota y la iniciativa, maquillando un resultado que pudo y debió ser más contundente en favor de nuestra selección (algo que puede tener relevancia en caso de tener que dirimir la clasificación con alguna otra selección con idéntico puntaje).

    Si algo queda en claro, tras estos dos partidos, es que esta formación celeste está en un nivel ascendente en su producción y que las variantes (de estilo de juego y de jugadores) que viene empleando el Maestro están dando buenos dividendos, en mayor grado, de la mitad de la cancha hacia adelante. Al punto que se ha logrado disimular —al menos por ahora— la sensible ausencia de la tradicional dupla ofensiva de Suárez y Cavani. La tabla de posiciones indica que quedamos como único cuarto y con posibilidades de acceder al tercer puesto si hoy vencemos a Ecuador, jugando otra vez de locales. La cuestión es ver si, ante un rival que se supone superior, nuestra selección logra ratificar o aun mejorar lo mostrado ante el muy discreto elenco boliviano. Asimismo, ha quedado demostrado que en nuestro medio existen hoy jugadores de buen nivel en casi todos los puestos, a los que el técnico puede apelar, y que ya no corre aquello —que explicitara reiteradamente— de que jugar en el exterior era casi un requisito indispensable para llegar a la selección.

    Igual, no pensemos que Suárez o Cavani ya no son indispensables para poder llegar al próximo Mundial. De seguro seguiremos necesitando de su jerarquía y experiencia tantas veces demostrada. Y a propósito: visto el bochorno de ese partido abruptamente trunco entre Brasil y Argentina, cabe aplaudir la decisión del Maestro Tabárez y la dirigencia de la AUF de no convocar al hoy jugador del Manchester, a fin de no exponerlo a las consecuencias de esa desmedida pretensión de la liga inglesa, privilegiando el poder utilizarlo (en una superior condición física y futbolística) en las más exigentes instancias venideras. Y, entre tanto, ver cómo harán las omnipotentes autoridades de la FIFA para salir de ese inesperado embrollo.