Cien años de canciones celestes: de Uruguayos campeones a las cumbias de Suárez
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDiciembre de 1926. La selección uruguaya es campeona del mundo, título alcanzado al ganar el oro en París, en 1924. Ahora los celestes se acaban de coronar una vez más campeones sudamericanos, en Ñuñoa, un barrio de Santiago de Chile. La murga Los Patos Cabreros se prepara para un nuevo Carnaval. Su director, José Pepino Ministeri, mito de la murga por haber introducido la tríada bombo-platillo-redoblante, pide una letra sobre el triunfo a Omar Odriozola, un estudiante de Derecho a quien había conocido en las tertulias del Sorocabana y el Tupí Nambá. El joven isabelino escribe en una servilleta unos versos que 92 años después siguen tan campantes: Invictos en Europa, invictos en América/ del mundo son campeones, de América lo son/ Lo mismo que en Colombes, en campos de Ñuñoa/ pasearon victoriosos el patrio pabellón. Y ese estribillo que deja bien abajo a mexicanos y chilenos, holandeses y portugueses, rusos y norteamericanos, y todos quienes aspiran a estar entre los grandes del fútbol: Uruguayos campeones, de América y del Mundo/ esforzados atletas que acaban de triunfar/ Los clarines que dieron las dianas en Colombes/ Hoy más allá de los Andes volvieron a sonar.
El tiempo ha hecho de Uruguayos campeones la más importante canción futbolera uruguaya. Como buena leyenda, sus raíces se pierden en el tiempo. Su música fue tomada de La brisa, un tango de Francisco y Juan Canaro, y su letra se fue actualizando conforme fue creciendo el palmarés. En 2016 Mateo Magnone plasmó esta y otras historias en el libro Uruguayos cantores (Ediciones B), completa investigación sobre el origen del cancionero celeste, hecha con extremo rigor documental.
El vínculo entre la música uruguaya y el fútbol da lugar a un fenómeno cancionístico sin igual. Durante el siglo XX, la música uruguaya estrechó los lazos entre los clubes y su afición, con decenas de himnos y cánticos —oficiales o no— de clubes de todo el país, principalmente en forma de tango y de murga. Con las décadas, la selección inspiró temas que se volvieron clásicos. En ese mar emerge clara la figura de Jaime Roos. La primera canción de su primer disco, Candombe del 31 (1977) es nada menos que Cometa de la farola, compuesta en París luego de enterarse de que el cuadro de sus amores, Defensor, había torcido la historia al ganar en 1976 el campeonato uruguayo. Luego, Roos fue factótum de las principales grabaciones de Washington Canario Luna, en los años 80, Todo a Momo y Otra vez Carnaval, en las que recuperó y actualizó el cancionero futbolero primigenio en la proverbial voz del Canario. A cargo de los arreglos, el bajo y algunos coros, Luna, Jaime y la murga Falta y Resto cantan Uruguayos campeones, Vayan pelando las chauchas, notable marcha murguera escrita por Álvaro Gestido —campeón olímpico en 1928— y Celeste (Gloriosa malla que para dicha uruguaya el destino te eligió), de 1966. Más cerca en el tiempo, en sus últimos años de vida, Luna grabó Gloriosa Celeste (con Los Ocho de Momo), Negro jefe, Himno del Club Nacional de Fútbol, Spencer(tributo al goleador ecuatoriano de Peñarol),El Príncipe y el rey(para Enzo Francescoli y Diego Maradona), y Al Villa con amor, para el club del cual fue hincha, Villa Española.
La obra de Jaime Roos se nutre del fútbol como metáfora vital (Los Olímpicos, Brindis por Pierrot) y en forma literal, en los versos de Que el letrista no se olvide, cuando menciona a la hinchada de Basáñez, esa que los periodistas titulan parcialidad. En el título y portada del disco Mediocampo (1984) luce vestido con la camiseta de Fénix. En el quinto tema de ese disco, Tal vez Cheché, está la famosa línea Fénix, Fénix/no baja, un grito de aliento tradicional del equipo de Capurro que eligió como alegoría de aquel momento en la sociedad uruguaya.
Pero la canción futbolera de Jaime Roos es, por varios cuerpos, Cuando juega Uruguay, en la que retomó la vieja y fructífera parcería con Raúl Castro, autor de esa letra magistral: Cuando juega Uruguay corren tres millones (...) Hacha, tiza y mostrador (...) Sin más gala que su vuelo/ Con destino de campeón. Fue grabada en 1992, en pleno conflicto entre Luis Cubilla y los jugadores “repatriados”, representados por Paco Casal. Era una etapa complicada de la celeste, en la que su canción irrumpió como un espaldarazo, un envión de ánimo, con el mismísimo Obdulio Varela como protagonista del videoclip, rodado en el Centenario.
Para 2002, con el retorno de la selección a los mundiales, Jaime sorprendió junto a Natalia Oreiro en Pasión celeste, sin dudas la figurita más olvidada de este álbum. Cuatro años después, esa música volvió a vivir, en la canción Postales para Mario, del notable Fuera de ambiente, su último álbum de estudio.
El fútbol transformó a Jaime en cineasta junto a su hijo Yamandú, en el documental Tres millones, sobre la campaña celeste en Sudáfrica 2010. En su rol de narrador, explicó por qué se había puesto la casaca de Fénix en Mediocampo: “El país salía de un largo proceso dictatorial y elegí la camiseta de Fénix porque el Uruguay estaba resurgiendo de las cenizas”. La magnífica secuencia de fallos arbitrales adversos en la semifinal contra Holanda da ganas de salir a incendiar tulipanes.
Mauricio Ubal y Jorge Lazaroff escribieron otras bellísimas páginas celestes. El primero compuso con Rumbo varias piezas de impronta futbolera como Campito, Ya no quedan centrojás y Orsei, con letras propias y de compañeros como Miguel López. En su libro, Magnone les dedica páginas muy interesantes. Pero si hay un himno al fútbol —y al futbolista— en la obra de Ubal es Al fondo de la red, su canción más popular después de A redoblar. Grabada originalmente por Rumbo en el disco Otro tiempo (1985). Al principio fue muy asociada a la estampa de Francescoli, pero Ubal siempre aclaró que no había un destinatario particular. En 1996 fue versionada por Bersuit Vergarabat, con un recitado de Enrique Macaya Márquez, con tal popularidad que buena parte del público argentino cree que es de Cordera y compañía. Incluso están convencidos de que habla del Pájaro Caniggia.
Otro temazo que une fútbol y actualidad es Pelota al medio, de Jorge Choncho Lazaroff, que abre su disco homónimo de 1988, el último de su breve y brillante obra.
—Qué sucios, mamita, qué sucios que son/ ponen la plancha en la nuca, en el pecho y en el corazón/ y viste el juez, el juez tira para ellos (ladrón)/ el juez no tiene vergüenza, no les cobra nada/ ta muerto de miedo/ Y siguen siendo los dueños de la pelota/ pensar que son solo unos patricas, con superentrenamiento/ Así que vamo’ este segundo tiempo/ que tal vez ya sea el tercero o el cuarto, o el sexto/ no importa, mil veces, pelota al medio.
En 1999 Mauricio Ubal se despachó con el —por lejos— mejor disco uruguayo íntegramente inspirado en la pelotita. Grabado junto a la murga Contrafarsa, con arreglos corales y dirección de Edú Pitufo Lombardo, Once canciones en el área presentó un corpus sólido y de gran calidad, con joyitas como La más linda, El niño relator, Gloria fugaz y Maravilla negra, dedicada al mítico Leandro Andrade.
Algunas canciones asociadas a episodios puntuales se incorporaron paulatinamente al repertorio celeste. La más recordada lleva ritmo de música disco: Uruguay, te queremos ver campeón, compuesta e interpretada por los publicistas Alberto Triunfo y Roberto Da Silva, y protagonista de una demanda legal por plagio que los autores entablaron —sin éxito— a la cantante pop española Rosana. No pasó lo mismo con los dos temas de la Copa América Uruguay 1995, Todos goleando de Carlos Pájaro Canzani, y La copa es uruguaya, de La reina de La Teja, perdidas en el tiempo.
Cielo de un solo color, tema de No Te Va Gustar que va de la balada en marcha camión al punk rock, publicado en 2004, se transformó en el símbolo musical del cuarto puesto celeste en Sudáfrica, usada hasta el borde del abuso por los editores de TV. Con Descolgando el cielo, Pitufo Lombardo se integró en 2011, a paso de milongón, al canon celeste. La Triple Nelson lo intentó en 2009 con Celeste canción, pero esa jugada no prendió en el gusto popular.
Antes que NTVG, Buitres y Trotsky Vengarán ya le habían puesto rock a esta pasión. Cada vez te quiero más y Te llevo en mi sentimiento hablan de fóbal, pero encaradas desde el amor del hincha por su cuadro, como Detrás del arco y Hay que saltar, de Trotsky. El relato futbolístico radial también tiene quien le cante: Un grito de gol, de Los Ocho de Momo, y El tipo de la radio, de Tabaré Cardozo. Hasta la publicidad metió sus hits, como Cada mañana una final (Riogas, 2002), y Nací celeste (Pilsen, 2010). Y en la vereda opuesta a tanto fanatismo, La Tabaré protestó en 1999 con Demasiado fútbol: Todo el mundo siempre habla de fútbol/ Gritan gol y yo no siento nada/ Estamos en orsái, viviendo en Uruguay.
Una legión de cantautores han firmado canciones alusivas y tributos como Al Pepe Sasía (Pinocho Routin), Maestro (El Alemán), Crónicas de la soledad, relato del maracanazo de Larbanois & Carrero, No pueden con nuestra canción (Alejandro Balbis), y Barbosa (Tabaré Cardozo), una zamba triste que dice: Quema los palos Barbosa, del arco del Brasil/ La condena de Maracaná, se paga hasta morir. Cardozo supo grabar Uruguayos campeones en modo punk rock ramonero.
La música tropical también dijo presente con Un grito celeste, de La Tuerca, Vamo Uruguay, de Denis Elías y varias cumbias dedicadas a Luis Suárez, como Depredador, de Vanessa Britos, y El pistolero, de Resk-t, subida a YouTube pocas horas después del partido contra Inglaterra: Oh los clavó, los clavó, el pistolero los clavó. Otro tributo al salteño es El Meme, murga-milonga de Fabricio Panki Breventano, miembro del Cuarteto Ricacosa que recuerda que Luis “aprendió a pegarle al arco pa’ poder parar la olla”. En el campo de las (abundantes) bizarreadas, brilla Ernesto Muniz con Suárez (ya todo el mundo sabe tus poderes) y Leo Lagos desde su personaje radial Jaime Hitman, con su parodia tecno Vamo Uruguay.
Incluso la música uruguaya es capaz de hablar de fútbol sin palabras, en las instrumentales Fóbal, de Campo (Juan Campodónico), y la endemoniada Joaquín L, de Pitufo Lombardo en su ópera prima Rocanrol (2008), inspirado en su hijo correteando una pelota en un campito de la Costa de Oro.