Esos hombres de pollera

Esos hombres de pollera

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2098 - 19 al 25 de Noviembre de 2020

Un hombre usando vestido en la tapa de una revista: algo que parece un hecho simple y, sin embargo, sigue dando mucho que hablar en pleno siglo XXI. El hombre es el músico y actor británico Harry Styles, de 26 años, y la tapa es la edición diciembre 2020 de la revista Vogue USA.

Para empezar, es la primera vez en 128 años desde que apareció la revista, que en la portada aparece retratado un hombre solo. Parece que hasta ahora únicamente habían aparecido otros nueve hombres, pero siempre acompañados por mujeres (como Richard Gere con Cindy Crawford, George Clooney con Gisele Bündchen o o Ben Stiller con Penélope Cruz). Así que en un total de 1.536 tapas (12 números por año en 128 años), solamente una vez la revista Vogue decidió que no incluiría a ninguna mujer. Este es sin dudas un buen ejemplo para ilustrar por qué, si bien los hombres también sufren presiones en términos de belleza y apariencia, “la presión y el escrutinio que sufren las mujeres sigue siendo mucho mayor, tiene una historia diferente y una mayor importancia y centralidad en la vida de las mujeres”, como afirma la teórica inglesa Rosalind Gill (2017).

Y si bien no se trata de que los hombres sufran ahora las mismas presiones que han sufrido históricamente las mujeres, tal vez ampliar un poco el espectro deja de hacer tan pesada la carga para el género femenino.

Pero no se trata de “cualquier hombre”: es un hombre que posa usando un vestido Gucci. En la cultura occidental, esto se sigue viendo como una transgresión: las polleras o vestidos parecen ser de uso exclusivo de las mujeres (menos en contadas excepciones como los escoceses) y cuando es un hombre el que usa estas prendas se abre todo un abanico de reflexiones y críticas.

Desde las voces conservadoras, la activista norteamericana pro-Trump Candace Owens reaccionó a las imágenes escribiendo en Twitter: “No hay sociedad que pueda sobrevivir sin hombres fuertes. Oriente lo sabe. En Occidente, la feminización constante de nuestros hombres al mismo tiempo que se enseña marxismo a nuestros hijos no es una coincidencia. Es un ataque directo. Que vuelvan los hombres varoniles”. Es interesante la asociación del “vestido” con la idea de “hombre poco fuerte”, porque no hay conexión real en eso, más allá de los estereotipos que asocian una prenda femenina con lo poco fuerte. Pero esta confusión de conceptos que mezcla el uso de un vestido con la enseñanza del marxismo no sorprende; de hecho, es una construcción que los movimientos “antigénero” vienen desarrollando desde hace tiempo: para estas fuerzas conservadoras, el feminismo es el nuevo marxismo contra el que luchar.

Este tipo de posturas podrían parecer divertidas por lo disparatado, si no fuera que resultan preocupantes porque derivan en afirmaciones extremadamente regresivas por parte de personas en lugares de poder (como aquella de que “los niños visten azul y las niñas visten rosa”, de la ministra brasilera de Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves).

Es que la resistencia de las culturas occidentales a los hombres que transgreden ciertas normas de género ha existido siempre. Como señaló el filósofo y artista peruano Giuseppe Campuzano (2009) en su artículo Andróginos, hombres vestidos de mujer, maricones: el Museo Travesti del Perú, existía en Perú ya en el año 1566 una ordenanza colonial que imponía a la población indígena una lógica binaria. Así, determinaba que “si algún indio” usaba ropa “de india”, o viceversa, los alcaldes les darían 100 azotes la primera vez, la segunda vez les atarían seis horas a un palo a la vista de todas las personas y la tercera vez irían a prisión. La investigación de Campuzzano ilustra cómo los españoles impusieron en la población indígena una oposición binaria que no existía antes de la colonia. Hoy, cinco siglos más tarde, se sigue cuestionando a quien no tiene ganas de vestirse como alguien dice que tiene que hacerlo.

Y más allá de la libertad que las personas deberían tener de vestirse como les dé la gana, la imagen de Harry Styles usando polleras cuestiona precisamente lo problemático de este binarismo restrictivo en términos identitarios. Es por eso que muchas personas del activismo queer y trans también reaccionaron a la edición diciembre de Vogue. Alok Vaid-Menon, artista y activista estadounidense, escribió, por ejemplo, en su cuenta de Instagram: “¿Estoy feliz de ver a Harry ser celebrado por desobedecer abiertamente las normas de moda de género? Sí. ¿Las mujeres trans de color reciben elogios por hacer lo mismo todos los días? No”. Con esto, Vaid-Menon señala que el hecho de que esta estética llegue al mainstream solo es posible gracias a la resistencia que durante años ejercieron los cuerpos trans racializados, que durante décadas fueron encarcelados bajo las leyes “antitravestismo”.

Ciertamente, los cambios se siguen dando a pasos demasiado lentos. Son pasos que cargan el peso de siglos de historia de discriminación y opresión. Pero hay avances.