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    Gardel y La puñalada fueron más fuertes

    El reconocido guitarrista Sergio Fernández Cabrera se revela como cantor en la Orquesta Típica Uruguay es Tango

    El día de la muerte de Carlos Gardel fue elegido por el Instituto Nacional de Música, dependiente de la Dirección Nacional de Cultura, para inaugurar un nuevo proyecto artístico que ilusiona a muchos tangueros: la Orquesta Típica Uruguay es Tango, un elenco con financiamiento público hecho a la medida de un sonido ancestral del género que lleva un siglo y medio marcando el compás del Río de la Plata. El 24 de junio la orquesta fue presentada oficialmente en el Palacio Taranco frente a las máximas autoridades culturales. Esa misma noche dio su primer concierto en el Teatro Macció de San José —donde Gardel se presentó por última vez en Uruguay— y dos días después volvió a tocar en la Sala del Museo del Carnaval, musicalizando una milonga con decenas de parejas girando en sentido antihorario. Pero, más allá de simbolismos, la asociación de esta iniciativa cultural estatal con la figura de Gardel resulta muy oportuna en la dimensión vocal, ya que la orquesta, dirigida por el argentino Germán Martínez, y cuyo repertorio es mayormente instrumental, cuenta con una voz de alta resonancia gardeliana. Una voz inesperada. Una reciente irrupción en el medio tanguero local que ha sorprendido a propios y extraños y que resulta cautivante desde la primera escucha. El cantante es Sergio Fernández Cabrera, un músico con varias décadas de trayectoria como guitarrista, compositor, director de orquesta, experiente compositor de bandas sonoras teatrales y docente en la Escuela Universitaria de Música. Durante 40 años su carrera giró en torno a la guitarra, en un vaivén entre la música popular y la erudita: compuso decenas de temas originales, versionó en su guitarra clásicos como El día que me quieras y La Cumparsita, acompañó desde las seis cuerdas a figuras como Susana Rinaldi y Lágrima Ríos, grabó varios discos (entre ellos Ástara y Umbral), tocó solo, en conjuntos de cámara, como apertura del recordado recital que dio Egberto Gismonti en el Stella, armó un proyecto jazzero que llegó a ser titular del ciclo Jazz Tour y fue concertista invitado de orquestas uruguayas y extranjeras, como la Sinfónica del Grant Park de Chicago. Actuó y ganó importantes premios en Estados Unidos y Europa y recientemente giró por Rusia con el Ástara Cuarteto y por Japón en solitario. Mientras tanto, maduraba en su interior, desde su adolescencia, un sueño que iba por un carril paralelo y que aguardaba pacientemente su momento. Ser cantor de tango.

    Siempre cantó tangos en la intimidad, en su casa, pero nunca lo había hecho en público hasta 2019, cuando cristalizó ese viejo sueño junto con dos guitarristas; preparó un repertorio, se presentó en locales pequeños como Tribu, y poco después llegó la pandemia y mandó parar. La voz se corrió en el ambiente musical: ¡Cómo canta Sergio Fernández! Impronta arrabalera, timbre nasal agardelado, fraseo potente, por momentos cercano a la oralidad y una bienvenida distancia con el típico lirismo vocal que lentamente fue llevando al tango al terreno de la solemnidad y el acartonamiento. Es decir: en las antípodas de Grandes valores del tango. Fernández es un cantor bien parado, con actitud actoral, una buena cuota de histrionismo y la dosis justa de sentido del humor.

    Para su suerte, en esas escasas actuaciones lo vio el investigador musical Martín Borteiro, quien durante la pandemia puso en práctica este proyecto y se convirtió en uno de los principales impulsores de la Orquesta Uruguay es Tango, concebida según el Inmus (Instituto Nacional de Música) para “poner en valor, en el presente, el sonido de aquellas grandes orquestas típicas” y “rescatar un repertorio de valor patrimonial y colocar el acento en los músicos y compositores uruguayos”.

    El conjunto presenta la formación clásica de una orquesta típica rioplatense: cuatro bandoneones (Leonel Gasso, Abril Farolini, Sebastián Mederos y Ramiro Hernández), cuatro violines (Milica Trickovic, Diego Revello, Aleksandar Vrbic y Marina Chilindrón), viola (Lucía Touriño), violonchelo (Virginia Rodríguez), contrabajo (Thiago Larbanois y Juan Chilindrón) y piano (Javier Toledo y Mayra Hernández). Según sus creadores intenta rescatar la sonoridad perdida de las orquestas de la época de oro del tango, los años 30, 40 y 50. El planteo artístico de Borteiro fue trabajar con los arreglos del célebre pianista y bandoneonista uruguayo Héctor Artola (1903-1982), oriundo de San José, que fue arreglador de la orquesta de Aníbal Troilo. Ante la ausencia de partituras de la gran mayoría de sus trabajos, el arduo trabajo de recuperación y recomposición de los arreglos desde las grabaciones estuvo a cargo del argentino Germán Martínez, un pianista de tango especialista en el lenguaje arreglístico de esa época, y particularmente en la obra de Artola. El Inmus hizo un llamado para los puestos de instrumentistas pero Fernández fue seleccionado como cantante por expresa decisión artística.

    Sorpresa

    Entrevistado días atrás por Búsqueda, Fernández Cabrera se mostró muy contento por haber logrado cumplir este sueño tanguero. Contó que cuando fue convocado por Borteiro para una primera charla exploratoria se sintió “desconcertado” porque tenía muy claro que su instrumento, la guitarra, no forma parte de una orquesta típica. “Cuando a principios de este año me dijeron que me habían seleccionado en forma unánime por mi forma de cantar, por mi fraseo, me quedé muy sorprendido y atiné a responder: ‘Es un honor que hayan pensado en mí’, pero lo cierto es que en ese momento no estaba cantando y no me había planteado cantar este año”.

    Desde su niñez, para Sergio el tango es una música cotidiana. En especial el tango de raíz gardeliana y el de la época de oro de las orquestas. “Ese es el tango mío”, dice este montevideano que este año cumple 60 años. Fue criado en Las Acacias y vivió durante mucho tiempo en La Comercial y Cordón. Pero aclara que su vínculo con el tango no viene por cuestiones barriales sino por lo que sonaba en su casa. “En los 60 y 70 se escuchaba mucho tango en las casas uruguayas, así como en los bailes y cumpleaños. Mis abuelos paternos eran muy tangueros, y siempre bailaban. Mi abuela me hablaba mucho de Pugliese y entre los discos que tenían me hice muy fanáticos de dos: uno de Canaro y otro de D’Arienzo, que eran muy bailables. También me enamoré de una versión de La puñalada. Tenía una obsesión con esa milonga. Me volvía loco. Tendría no más de 10 años y cuando la escuchaba me lanzaba a bailar. Bueno, yo creía que bailaba (ríe). Pero a esa edad bailar y creerse bailar es lo mismo. Lo que no tengo dudas de lo que era real era la emoción milonguera, ese frenesí que transmite ese género tanguero”. La mejor prueba de que ese tema corre por sus venas es que durante su carrera hizo varias versiones: para Camerata Punta del Este, para guitarra sola, para dúo de guitarras y para la Banda Sinfónica.

    Consultado por su cantante tanguero favorito, no tiene dudas: Gardel. “Ya desde mi preadolescencia necesitaba escuchar a Gardel. Escuchaba Los Beatles, música barroca y otras cosas, pero cuando me quedaba solo lo primero que ponía era Gardel y me ponía a canturrear arriba. Y era como tener el mejor profesor de canto posible, porque pese a que se suele decir que Gardel era autodidacta se sabe que estudió mucho con maestros de canto para desarrollar esa forma de cantar única”. Para Fernández sigue estando vigente ese dicho popular que dice que Gardel “cada día canta mejor”: “Su voz es un estereotipo, un ícono, conserva eso fundamental en el arte, que es estar presente en la evolución de la percepción de quien escucha, porque en realidad es imposible que alguien cante mejor si lo que escuchamos es una grabación. O sea, hay algo que ocurre en lo emocional con Gardel”.

    Sergio siempre canturreaba tangos internamente y es consciente de que posee ese fraseo tanguero tan característico desde su niñez. Durante décadas nunca se planteó con un mínimo de seriedad la posibilidad de cantar profesionalmente, pero hace pocos años empezó a sentir esa pulsión y se hizo la siguiente pregunta: “¿Por qué quiero cantar en público?”. Y tiró posibles respuestas: “Podría ser por una cuestión narcisista o vinculada con mi vanidad o porque realmente tenía una necesidad profunda de usar ese canal. Ni tuve que pensarlo, fue una pregunta retórica, la respuesta surgió como un efluvio en mi mente. Estaba en un momento de cambios en mi vida, necesitaba abrir nuevas puertas y decidí dejar que saliera naturalmente esa necesidad”.

    Fernández menciona a Edmundo Rivero, Roberto Polaco Goyeneche y Susana Rinaldi entre sus predilectos, pero la veta interpretativa que aflora en su canto es nítidamente gardeliana. “No tengo ninguna pretensión de parecerme a Gardel, está claro. Es una estética que me surge naturalmente. Me adhiero a esa retórica pero me parece un atrevimiento decir que mi canto es gardeliano. El cantante es el Sergio que se conecta con el pasado mientras que el Sergio compositor tiene una pretensión que está más en el futuro. A su vez me está pasando algo muy curioso: en estos temas que estoy cantando con la orquesta (Farol, Equipaje y En un rincón, grabados en su momento por Francisco Fiorentino y Floreal Ruiz), mis compañeros me dicen que estoy llegando a versiones personales. Lo que más me gusta de interpretar un tango es investigar su historia y entender por qué el cantor lo dice así. Tiene mucho de teatral ese proceso. No me interesa una pretensión rupturista al interpretar, entonces creo que los estereotipos están ahí esperándote, y el mayor desafío es evitar la imitación. Por ejemplo, Goyeneche es uno de los cantantes más imitados”.

    La clásica lírica tanguera emparentada con el lamento sentimental es resumida por Fernández en una palabra: resiliencia. Y hace un interesante análisis de la evolución del imaginario tanguero: “En esa primera época tiene que ver con la pérdida, pero también con la resignación o la dignificación del sufrimiento como un amigo que te sigue. Es un regodeo en la tristeza y a la vez un acto de resistencia. Es verdad que hay una mirada machista de culpabilidad en la mujer por la pérdida de la felicidad. Eso después cambió. Gardel, en sus letras, vuelve más universal el tango, y menos arrabalero, porque él quería llegar a nuevos países. El día que me quieras no es nada arrabalera, a diferencia de Me da pena confesarlo, por ejemplo, que dice: Nace el hombre en este mundo remanyao por el destino. Después, hacia 1940 se instalan poetas como Homero Manzi, que eran académicos, profesores de Literatura y muy letrados. Aparecen letras impresionantes como Sur y Fuimos: Fui como una lluvia de cenizas y fatigas en las horas resignadas de tu vida”. Luego Fernández identifica “destellos de un pensamiento igualitario a nivel de género” y letras con contenido político y con crítica social, como Acquaforte, que habla de un obrero al que le es negado un sueldo digno. También menciona entre sus tangos favoritos los que retratan a personajes en decadencia, como Callejera, y picarescos, como Garufa y Canchero. Otros de sus predilectos son los que tienen vetas filosóficas, como Me da pena confesarlo, de Gardel y Le Pera.

    La próxima actuación de la Orquesta Típica Uruguay es Tango es el sábado 30 de julio en Sala del Museo (del Carnaval). Reserven la fecha.