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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSi bien hay quienes niegan la existencia en nuestro país de una grieta (es duro admitirlo), me parece que es una realidad (y que nada ganamos negándola).
Quizás es más un fenómeno cultural y político que económico y social, pero ¿qué otro nombre se le puede dar a la cosa cuando la gente —y sobre todo los dirigentes— no se hablan sino que se atacan y se insultan?
Desde que el Frente Amplio perdió la última elección está lanzado a una verdadera intifada, que su presidente, Negando Pereira, ha llevado a extremos absurdos: todo está mal (salvo excepciones, cuando es tardío o insuficiente). El ejemplo más reciente (al momento de escribir estas líneas, pero seguro será superado rápidamente) es haberse agraviado porque en el culebrón Marset el presidente Lacalle pidió renuncias cuando debió haber echado.
A propósito, se da un fenómeno curioso: acceder a la presidencia del Frente parece provocar en la persona una suerte de cambio de metabolismo psicológico y emocional. Transforma a personas normales en cuasi energúmenos. Así ocurrió con el escribano Miranda, y ahora ocurre con el Sr. Pereira. Se ve que no quedaron efluvios del Gral. Seregni en la sede del Frente.
Para todavía empeorar más la cosa, se ha entrado en la práctica de involucrar al Poder Judicial en la lucha política cada vez que pinta una oportunidad. De esa forma se perfecciona el enchastre a las personas (mientras se rebaja aún más el nivel de la política y se arrastra a él al Poder Judicial).
Los actores políticos no parecen percibir algo que para todo el mundo es obvio: así, es casi imposible gobernar y conservar una democracia respetada, con instituciones sólidas. Estamos entrando en una pendiente de deterioro de la democracia, cuyo desenlace puede verificarse en otros países.
Ahora bien, en paralelo a ese fenómeno nacional, Montevideo está viviendo otro de “ghettisación”.
Ya no solo hay una divisoria de 8 de Octubre al norte, con crecientes distancias, económicas, culturales y sociales, sino que se vienen gestando otros fenómenos:
— Vaciamiento y tugurización de la Ciudad Vieja (avanzando sobre el Centro).
— Desplazamiento de oficinas y comercios hacia Carrasco.
— Desplazamiento de residencias hacia Canelones.
Estas tres cosas, que rompen los ojos, no parecen preocupar a la Sra. intendenta (o, por lo menos, no da señales de ello). En cambio, ha armado un batuque sensacional con la ciclovía.
¡Imagínense la de problemas que nos va a solucionar! ¡Basta recorrer calles de la Ciudad Vieja para constatar cómo las ciclovías, existentes allí desde hace años, arreglaron los problemas urbanísticos!
Todo bien con hacer ejercicio, “corpore sano” y dale que va, pero mientras se dedican a la cirugía estética el paciente se está muriendo.
Empecemos por la Ciudad Vieja: está cada vez peor. Rápidamente va camino a convertirse en una ciudad estatal (las únicas oficinas que van quedando son las públicas), con toque de queda fáctico. ¿Qué hace la intendencia? Peatonales y ciclovías.
Hay abundante experiencia en el mundo de reciclado de ciudades veteranas y, particularmente, de ciudades puertos con ejemplos muy exitosos (y redituables): Boston, Baltimore, Londres, Buenos Aires, etc. No hay que inventar la pólvora ni hay mucho misterio. La base es: seguridad, limpieza y alumbrado. A partir de ahí, se pueden usar incentivos tributarios (que, vista la realidad, salvo las oficinas públicas, el número de contribuyentes a la intendencia debe ser bajo, y bajando), subsidios e imaginación. Hay puntos fuertes que se pueden aprovechar: el Solís, el Sodre, los museos, iglesias antiguas, el puerto, etc. Con más imaginación que la necesaria para la ciclovía, se puede crear una zona espectacular que, además, ya cuenta con servicios básicos.
En cuanto a Carrasco, es hora de sincerar el tema oficinas, no para prohibir (demasiado tarde) ni para regular voluntarísticamente, sino para adaptar la realidad comercial a la ambiental y urbanística (empezando por el tráfico y el estacionamiento).
Por último, la fuga a Canelones tiene explicación y remedios conocidos: parar de matar a los contribuyentes de Carrasco con impuestos y darles algunos servicios básicos (como saneamiento y pluviales, que son una vergüenza).
Grieta y ghetto son realidades. Basta de negacionismos. Ensoberbecidos por lo mal que le va a la Argentina, dejamos de ver la viga en nuestro ojo.
Ignacio De Posadas