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    Hacernos los progres

    En mi barrio los contenedores de basura se instalaron para que los vecinos clasifiquen la basura.

    , regenerado3

    Así, en casa, ya hace tiempo que he incorporado dos papeleras: una para la basura obviamente orgánica y otra para la que no lo es.

    Los contenedores tienen unas leyendas sobre qué se puede tirar dentro de ellos y qué no. Los recipientes naranjas para la basura seca y los verdes para la húmeda.

    Seco/húmedo es el criterio de la selección casera de la basura. Y la explicación de qué se puede tirar y qué no está escrita en letra chica en la superficie del contenedor, en letra blanca… aunque tapada infamemente por la mugre.

    Barcelona es una ciudad que conozco al dedillo. Sin duda, para sus diversos y coloridos contenedores no recuerdo que se utilizara el concepto “humedad”.

    Mirando la página de su Ajuntament, descubro que lo que la gestión de Martínez induce a colocar en los contenedores verdes o naranjas no coincide con los criterios de los ecologistas y respetuosos catalanes.

    En Barcelona hay más tipos de contenedores y se identifican por distintos colores. En especial, para el contenedor amarillo, hay instrucciones precisas: Lo que se puede tirar: envases de plástico (garrafas de agua, bolsas de plástico, envases de yogur, etc.), latas de bebidas y conservas, brics, chapas y tapas de metal, papel de aluminio y filme transparente, bandejas de porexpan, etc. 

    Y para los residuos orgánicos existe un contenedor marrón. Para el papel, uno azul.

    En Montevideo hay que sentarse a pensar qué es lo seco. Se deberían poder reciclar los bidones de agua, las botellas de refresco, bolsas de leche, latas de arvejas, tetrabrics de pulpa de tomate, envases de fiambre, bandejas de rotisería, potes de mermelada, postres, etc.

    Y sin embargo, todo esto está pringoso. Puaj.

    ¿Cuál es la solución que brinda a los productos en teoría reciclables enchastrados de sustancia orgánica la gestión de Martínez? “¡Hágalo usted mismo!”.

    Se lo he oído espetar al alcalde de la zona, con gran desparpajo, en TV. Contó alegremente que las bolsas de leche son voluntariamente lavadas y secadas por las madres, por las amas de casa, que así impiden con su civismo que los restos de leche se pudran en el contenedor de residuos secos.

    Es curioso que la misma gestión que llevó al costoso cambio de nombre “Defensoría de la vecina y el vecino” exija a las madres y a las amas de casa la engorrosa tarea de limpiar y secar bolsas, botellas, envases, latas, etc.

    Si las mujeres en su doble jornada no lo hacen, gratuitamente, por amor, entonces todo eso, en teoría reciclable, va a parar al contenedor verde donde también yacen las cáscaras de banana que serían (sin mezcla de plástico) un muy buen abono.

    La idea del reciclaje que tiene esta intendencia es perezosa e hipócrita. En Barcelona nadie exige a los vecinos lavar las bolsas. Tienen plantas procesadoras para ello.

    Aquí les dan más trabajo a las VECINAS.

    O, tal vez, simulan ser progres con contenedores verdes.

    ¡Verde que te quiero verde!