Jueces, periodistas y camioneros

Jueces, periodistas y camioneros

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2088 - 9 al 15 de Setiembre de 2020

Los más de 30 hombres formalizados en el marco del mayor caso de explotación sexual de menores en Uruguay —la Operación Océano— parecen tener pocos argumentos para esgrimir: básicamente, la defensa sigue repitiendo que sus clientes “no sabían que las jóvenes eran menores de edad” y que “fueron engañados” con cédulas falsas. Sin embargo, la ley es clara y responsabiliza al que “pagare o prometiere pagar o dar a cambio una ventaja económica o de otra naturaleza” a una persona menor de edad, o incapaz, por actos sexuales o eróticos de cualquier tipo. Aunque haya periodistas que insistan en cuestionar este tema preguntando si “hay alguna ley que obligue a pedir la cédula” a la hora de pagar por sexo, no quedan dudas de que la responsabilidad recae exclusivamente en la persona adulta. Ante la duda, “vincúlese con alguien de su edad” aconseja cortante la fiscal del caso. El problema acá parece seguir siendo la gran desinformación que reina en toda la sociedad sobre la explotación sexual de menores y el poco interés por hacerse cargo de la problemática.

El martes 8 de setiembre se realizó en la sede de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) un conversatorio titulado Operación Océano. Explotación sexual, un debate necesario, organizado por la Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras) y el Zonal Aguada del PIT-CNT, en el que participó la fiscal del caso Darviña Viera, así como la fiscal Nicole Lebel, junto con Karina Núñez de Otras y Viviana Núñez del Sindicato Único del Transporte de Carga y Ramas Afines (Sutcra). “La sociedad está dividida”, expresó la fiscal Viera durante el conversatorio, manifestando que un gran número de personas intenta constantemente transformar a las víctimas en victimarias, ya sea juzgando sus acciones o cuestionando el rol ausente de sus familias. A continuación, Karina Núñez agregó: “está dividida porque, si no, todos se tendrían que hacer cargo de toda la gente que los invitó a una fiesta con una gurisa o que les pasó fotos de gurisas por el celular, o del padre, el hermano o el primo que sabían que iban y pagaban por gurisas”.

Estos comentarios dan a entender algunos aspectos importantes relacionados con el tema: que la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes (ESCNNA) está mucho más extendida de lo que indican las cifras oficiales, que el fenómeno involucra a la sociedad toda y que una gran parte de esta sociedad continúa, aún hoy, justificando una práctica que atenta contra la dignidad y el desarrollo de niñas, niños y adolescentes.

Uno de los temas que sobrevoló en la mesa durante toda la charla fue la necesidad urgente de capacitación en temas de género. Lo mencionó Viera cuando reflexionó acerca del aprendizaje que deja esta experiencia, señalando la enorme falta de conocimiento que se puede ver en el Poder Judicial, en la defensa y en los medios de prensa. También lo planteó Viviana Núñez al referirse a la necesidad de “formar en género a los compañeros del transporte de carga”, así como a maestras y profesoras.

Pero ¿por qué se habla de jueces, la prensa o el transporte? Porque los agentes que intervienen en la ESCNNA van mucho más allá que los directamente involucrados. Siguiendo a la antropóloga Susana Rostagnol (Historias en el silencio, 2007), en la ESCNNA se pueden identificar cuatro “tipos” de agentes: por un lado, los involucrados directos (las propias víctimas, los explotadores, los proxenetas, los dueños de locales y quienes trabajan allí, amigos de clientes que conocen su práctica, familiares de las víctimas, consumidores de pornografía con niños, niñas y adolescentes); por otro lado, están aquellas personas que debido a su profesión intervienen de alguna manera (legisladores, policías, jueces, periodistas, comunicadores, entre otros); hay también un grupo de personas que por su actividad pueden entrar en contacto con la situación (trabajadores de salud, docentes, integrantes de ONG que trabajan con infancia y adolescencia, trabajadores del transporte como taximetristas o camioneros); y por último, están las personas con un conocimiento indirecto del fenómeno, o sea, todo el resto de la sociedad.

Formar a las personas en equidad de género es una necesidad impostergable, y aunque se ha avanzado en varios aspectos, aún queda mucho por recorrer. El tema sigue causando enormes resistencias, algo que observo cada día en mi rol como docente, tanto en la enseñanza terciaria como en talleres para el sector privado. Sin embargo, es una de las pocas y principales herramientas que puede ayudar a desnaturalizar tantas violencias profundamente incrustadas en el corazón de la sociedad.