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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSegún el diccionario, contrapunto significa “concordancia armoniosa de voces opuestas”. La columna de Andrés Danza del jueves pasado sobre el deplorable nivel de la campaña preelectoral en curso me invita al contrapunto: estoy de acuerdo pero tengo una voz opuesta.
Danza deplora y luego se resigna. Trae a colación antiguos recuerdos personales de charlas con referentes de las empresas de opinión pública y con “un referente herrerista de la vieja época, jerarca del gobierno de Lacalle Herrera”, que le aseguraron que estas campañas son y siempre fueron así: por la negativa y sin otro contenido que blandir, de uno y otro lado, los respectivos errores (reales, atribuidos, imaginarios, inflados) del adversario.
Es verdad que el relato habitual, casi tradicional, es así y, dado que, como se sabe, las cosas no son como son sino como se cuentan, esa ha pasado a ser la norma de esta campaña. Pero hay una salida, una alternativa, que es no comprar el relato.
El Movimiento Por la Patria, que acaba de renovar su Junta Directiva, tuvo una reunión el martes 20; en ella planteamos cómo debería ser nuestra participación en esta campaña de las internas y el apoyo a Gandini.
Allí formulamos una visión distinta, señalando que no debería perderse de vista el ejemplo eminentemente conciliador de Wilson, mantenido durante toda su vida y consagrado en el discurso de la explanada municipal la noche misma de su liberación del cuartel de Trinidad. Hicimos hincapié en que hay una base para ello porque en el presente se esboza un Uruguay distinto, con disposición a soltarse de viejas rutinas, escéptico a seguir prestando oído a antiguos maestros y abierto a considerar otras prácticas.
La mayoría de politólogos, políticos y periodistas especializados no han advertido cuál es o dónde se encuentra ese Uruguay o ese cambio. No puedo entrar a fondo en eso aquí, me desviaría del tema. Baste una frase: empezó a mostrarse en la primera reunión multitudinaria citada por los autoconvocados en el predio de la Sociedad Rural de Durazno y terminó de mostrarse en la respuesta recibida a la consigna de la libertad responsable en el Covid. Pero de esto, otro día.
La campaña electoral en curso (igual que las pasadas) busca herir al adversario, apunta a hacerle pagar los costos políticos de sus decisiones y, sobre todo, de sus equivocaciones. Mi columna del domingo 18 en El País llevó el título Los costos políticos. Seguramente Danza la habrá leído. Allí hice notar que, en el Uruguay de hoy (distinto de un Uruguay de ayer, que algunos consideran el Uruguay de siempre), los costos políticos no están hoy donde estaban antes. Me referí al presidente de la República diciendo: “No solo es digno de resaltar el coraje de esta decisión (me refería a la reforma del BPS), que tanto los contras como sus amigos auguraban como políticamente costosísima, sino que resulta remarcable su intuición respecto a que los costos políticos no están hoy donde estaban antes. De alguna manera Lacalle Pou vio que se había verificado un cambio en el ánimo colectivo del Uruguay y que hoy en día, lejos de tener costos políticos, la reforma del BPS da rédito”.
El ánimo colectivo del Uruguay ha tenido cambios, hay desplazamientos en su humor político. No son espectaculares (eso no se estila acá) pero están ahí. ¿Cómo se explica si no el 70% de aprobación al presidente durante la crisis del Covid? El discurso del viejo Uruguay (discurso secular, muy anterior al Frente Amplio pero hoy guarecido en él), caracterizado por aquello de que el gobierno es el escudo de los débiles, hubiera llevado, en el susto del Covid, a una aceptación masiva y presurosa de la convocatoria a la cuarentena obligatoria. Sin embargo, la mayoría de la gente se sintió identificada con la exhortación a la libertad responsable y a la voz de “acá no se apagan los motores de la economía ni se apaga nada”.
No sé cómo seguirá la campaña electoral. Desde Por la Patria estamos jugados a que el fatalismo de los viejos referentes, cuyo recuerdo evoca Danza en su columna, no sea aceptado en esta campaña como inevitable. Los cambios en la sociedad, las modificaciones del humor popular se producen lentamente: algo se mueve allá en sus profundidades sin ser percibido hasta que un político con olfato, con conexión visceral con el país, lo percibe, lo menciona, lo pone en palabras y en ese momento el cambio comienza a ser, a existir, pasa a formar parte de un relato, y ese relato empieza a competir con el relato viejo. Las transformaciones de la sociedad comienzan en el imaginario colectivo, la política es una lucha de relatos.
Es en ese terreno, el del imaginario colectivo, en que Por la Patria estamos tratando de desplazar el relato viejo, el que fue sabiduría popular, el que Danza, con pocas ganas y resignado, sigue aceptando.
Juan Martín Posadas