N° 1922 - 15 al 21 de Junio de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl peor castigo que puedes infligirle a una persona no es el castigo físico, sino que es ignorarla y hacerle sentir que no sirve para nada.
Y esta fue la condena que los dioses le impusieron a Sísifo: el subir una enorme roca a una montaña y, una vez en la cima, dejarla caer. Y esto, una y otra vez. Un trabajo sin sentido y sin propósito.
Y esta es la sensación que aqueja a muchas personas que sienten —y perciben— que su esfuerzo es casi vano: trabajan duro para mejorar su vida y la de su familia, pero le quitan el fruto de su afán mediante impuestos leoninos, bajo el mantra de “que pague más el que tiene más”; mejoran su situación patrimonial, pero los asaltan y roban; proponen ideas innovadoras, pero la lentitud y el escepticismo les bajan los brazos.
Y esto aplica en todos los ámbitos y estratos sociales. En la edición de Búsqueda Nº 1.920 del 1º al 7 de junio, una nota se titula “La enseñanza de la lectura y escritura fracasa por clases rutinarias, poco exigentes y confusas” y dice: “Aprender a leer y a escribir en la escuela pública continúa siendo una asignatura pendiente para un alto porcentaje —casi la mitad— de los niños uruguayos”. Las “bajas expectativas” de los maestros sobre los aprendizajes de sus alumnos, las “dificultades para motivar” en clase, las actividades pedagógicas “rutinarias y con pocas exigencias”, y las consignas “muy extensas, confusas y fragmentadas” explican el fracaso.
También uno se siente Sísifo, cuando ve que cargando la pesada piedra de la evidencia, de los hechos objetivos o de la realidad irrefutable, la mayoría mira para el costado y dice ver otras cosas.
Es lo que sucede con los atropellos en Venezuela, con las buenas prácticas en gestión pública, en gestión empresarial o en educación que llevan adelante los verdaderos “países de primera” y aquí las ninguneamos o cuando nos dicen que nuestros lamentos son por tener una mala “sensación térmica” pero que en realidad “vamos bien”.
Por otro lado, aquellos que siguen luchando contra la corriente y van sorteando los obstáculos y las montañas, pocas veces cuentan sus proezas y, de tal manera, no inspiran a los demás.
Si bien la mitología griega no nos dice cómo terminó sus días Sísifo, todo parece indicar que siguió con su faena: cargar la piedra y volverla a cargar. Eso es lo que debemos hacer los Sísifo de hoy: seguir persistiendo para desafiar la condena de los dioses, ya que “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.