La estadística es tu amiga

La estadística es tu amiga

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2094 - 22 al 28 de Octubre de 2020

El Día Mundial de la Estadística existe y fue el pasado 20 de octubre. Aunque se celebró por primera vez en 2010, este año fue recién el “tercer día mundial”, ya que se celebra cada cinco años. La idea de rendirle homenaje a esta ciencia fue una propuesta de la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas, con el objetivo de visibilizar la relevancia de las estadísticas y los indicadores para la toma de decisiones políticas. En 2015 se celebró por segunda vez, y allí se estableció que se repetiría quinquenalmente siempre el día 20 de octubre. El tema de este año es “Conectando el mundo con datos en los que podemos confiar”, y hace hincapié en la importancia de la confianza en los sistemas estadísticos nacionales.

Sin embargo, las estadísticas también están cargadas de los sesgos de quienes las llevan adelante, por lo que no siempre los datos tuvieron en cuenta variables como sexo/género, edad, raza, clase, discapacidad o ubicación geográfica. Durante años, las mujeres desde los movimientos feministas, la academia y los espacios de producción estadística de distintos países del mundo, señalaron la necesidad de generar datos estadísticos “en clave feminista” que permitieran visualizar desigualdades que no estaban siendo consideradas. Es decir, si bien se relevaban las desigualdades sociales, económicas y geográficas, no se comprendía cómo esas desigualdades se intensificaban al cruzarse con las desigualdades de género o raza.

De gran importancia para los estudios feministas, la estadística permitió sacar las inequidades del plano de la “percepción” y llevarlas al plano de los datos duros. Es la herramienta que permitió que frases como “eso es cosa del pasado”, “en mi trabajo son más mujeres que hombres” o “en mi familia los varones son los que cocinan”, no puedan ser utilizadas como argumento válido de nada. Porque, entre otras cosas, los datos siguen diciendo que en América Latina la pobreza afecta en mayor grado a las mujeres que a los hombres, que a mayor cantidad de años de escolaridad mayor es la brecha salarial, que el grueso del trabajo no remunerado y de cuidados sigue recayendo en las mujeres y que la creciente participación de las mujeres en el mercado laboral no se ha visto acompañada por una mayor participación de los varones en el trabajo no remunerado.

De hecho, la incorporación de estadísticas con perspectiva de género y raza ha revelado inequidades incluso en aquellos sectores que se autoperciben como diversos y justos. Un ejemplo internacional que vale la pena mencionar es el reciente libro publicado por Orian Brook, Dave O’Brien y Mark Taylor sobre el sector cultural en Inglaterra (Culture is bad for you, 2020). El estudio recoge datos sobre las carreras de quienes trabajan en sectores culturales de Inglaterra, y muestra cómo aunque las instituciones aseguran contratar en función del talento y los méritos, la realidad muestra que las mujeres, las personas afro y de otras minorías étnicas y las personas de origen obrero son sistemáticamente inhabilitadas. A pesar de los discursos sobre la importancia del sector cultural para el desarrollo, la educación y la “unión de las comunidades”, lo que muestran los datos relevados es que 87% de la fuerza de trabajo del sector cultural es de raza blanca, y 47% son mujeres. En términos de raza, los sectores que se presentan como más problemáticos son: el sector editorial (95% blanco), las artesanías (92%) y el sector de diseño, el de la arquitectura, y el sector de cine, televisión, radio y fotografía, todos con 91% de personas blancas. En cuanto al género, entre los sectores con menor presencia femenina destacan: artesanías (22%), arquitectura (27%), y cine, televisión, radio y fotografía (29%). Es a partir de datos como estos que los autores señalan que “hay que tener cuidado con la cultura”, ya que mientras las desigualdades del sector sigan sin abordarse desde políticas específicas, la “contribución positiva” que la cultura hace a la sociedad no se va a manifestar plenamente.

A escala local hay también muchos ejemplos de cómo la incorporación de una perspectiva de género en el análisis de datos permite hacer visibles desigualdades que no eran percibidas por las organizaciones. Un ejemplo claro es lo que sucede en la Universidad de la República (Udelar): dado el proceso de feminización de la universidad (más funcionarias administrativas, técnicas y de servicios, más docentes y más estudiantes mujeres), no se lograba ver la discriminación estructural hasta que la Dirección General de Planeamiento comenzó a incorporar la perspectiva de género, en coordinación con el Modelo de Calidad con Equidad de Género (MCEG). Los diagnósticos realizados por el MCEG en Udelar revelaron una serie de problemas profundos: oportunidades desiguales para el desarrollo profesional, estereotipos de género en tareas y funciones, desigualdades salariales, situaciones de acoso moral, sexual y de violencia basada en género y otras formas de discriminación, segregación vertical, entre otros. Es recién a partir de esta toma de conciencia fundamentada con datos, que la universidad pudo empezar a plantearse actuar activamente hacia una reducción de las discriminaciones.

Es por muchos más ejemplos como estos que van hoy mis saludos a la Estadística en su día, en particular a la Estadística con perspectiva de género. Por ser siempre la gran aliada, por ser la herramienta clave para visibilizar desigualdades y permitir trabajar en políticas que permitan atenderlas.