Para los próximos cinco años, el ministro prevé profundizar las políticas aplicadas hasta el momento, en particular la reestructura de la Policía de Montevideo, el uso de videovigilancia y el aumento de la presencia policial en los barrios más problemáticos. Además comprará un avión y dos helicópteros para mejorar el patrullaje aéreo.
—¿Cuáles son los planes para la futura administración?
—Es necesario continuar con las políticas y consolidar la reestructura de la Policía de Montevideo. Es necesario extender los contenidos de esa reestructura al resto del país, lo que no quiere decir hacerla exactamente igual. Es necesario continuar con la videovigilancia siguiendo los nuevos criterios: cámaras digitales y la respuesta asociada a ellas. Los delitos se repiten mucho en algunos puntos calientes de la ciudad y esos puntos tienen que tener un control mucho mayor, tanto con la videovigilancia como con el patrullaje de las Unidades de Respuesta de la Policía de Montevideo (URPM). Todas esas cosas hay que mantenerlas y eso requiere que estén en el próximo presupuesto. Además estamos conversando con un organismo privado que nos plantea financiar la extensión de la videovigilancia creando un fideicomiso que después les reintegre el dinero. Estamos estudiándolo.
—¿Qué organismo privado?
—No lo quiero decir todavía.
—¿Cuánto dinero requiere el plan de videovigilancia?
—Depende de cuánto lo extiendas. Además no es hacer todo de una, sino extendiéndolo en el tiempo. Está absolutamente comprobado que el sistema de videovigilancia funciona. El mejor ejemplo es en Ciudad Vieja. Pero cuando lo llevamos a una parte del Centro, esa parte mejoró pila. Entonces, vos podés aplicar esto en zonas comerciales, como en la parte comercial del Cerro, de Belloni, que es donde lo tenemos planteado para el futuro. Eso puede producir un efecto.
Estamos avanzando en el patrullaje aéreo con los drones, helicópteros. Vamos a comprar un avión antes de fin de año. Desde el aire se puede hacer mucho más: control de abigeato, de las costas, de rutas, permite ayudar en los operativos para ver hacia dónde huyen. La meta del año que viene es comprar dos helicópteros.
—¿Pero usted nota algunos efectos del trabajo de la Policía en estos años?
—En estos cuatro años ya hay un efecto. La presión de la Policía en algunas partes de la ciudad ha llevado a que los delincuentes roben cada vez más cerca de sus casas. Y eso afecta a un sector de gente que no tiene grandes ingresos, que no le pueden robar mucho. Entonces los ladrones tienen que robar muchas veces para conseguir ingresos más o menos altos. Como respuesta, la Policía tiene que llevar presión a los delincuentes que roban en esos barrios, pero no con videovigilancia sino con más patrullaje, con mayor saturación. Por lo pronto, la Zona 4, que está en Radiopatrulla, va a pasar antes de fin de año al Troccoli, donde hay ahora un destacamento. Vas a aumentar la dotación en un lugar donde hay mayores problemas. Ese es un criterio completamente distinto al que se aplicaba antes. Nosotros ya lo habíamos empezado a hacer con destacamentos más chicos en Chacarita de los Padres y otros lugares, pero eran demasiado chicos; tenemos que tener más presencia.
—Usted habla de profundizar lo que se está haciendo. ¿Cree que su gestión en el Ministerio del Interior ha sido exitosa?
—Según cómo la midas.
—¿Cómo la mide usted?
—Si la mido con los criterios de Bordaberry no, porque Bordaberry mide el resultado y no la gestión. Vos a un médico lo podés medir de acuerdo a la cantidad de éxitos o fracasos que tenga en su trabajo. Ahora, si el mayor fracaso es la muerte, no lo podés medir igual durante una situación normal que durante una epidemia. Le aumentan las muertes en una epidemia, pero la medida está en cuántas evitó y no en el aumento de las muertes. En este caso es lo mismo. Acá hay una epidemia que abarca a la región, en todos lados aumentó la delincuencia. Y Uruguay es uno de los dos países de la región donde la tasa de homicidios está en el promedio mundial, muy por debajo de la región y de los países vecinos. Creo que lo que se ha hecho acá ha contenido un crecimiento. Esa es la medida más objetiva que podés hacer desde el punto de vista de la seguridad en la región. En Uruguay hoy significa que igual empeoramos a como estábamos hace 20 años, pero ¿fracasó la gestión, o la gestión contuvo algo que hubiese sido mucho más duro de lo que realmente está pasando?
Mido la gestión por lo que nos propusimos hacer desde el punto de vista de la reestructura de la Policía en Montevideo, de la incorporación de tecnología, la incorporación de armamento, la incorporación de vehículos. Hoy a cualquiera le dio por el banco de ADN y lo toma como normal porque lo ve en televisión en CSI. Pero cuando nosotros llegamos no había ni ley que permitiera autorizar esto; tuvimos que aprobarla, crear el banco de ADN, instruir a la gente y tomar las muestras.
—Usted mide los resultados a partir de lo que “contuvo”. ¿Cómo se mide lo que no ocurrió?
—Uno hace una curva de crecimiento, de acuerdo a determinados parámetros y después ves cómo evolucionó en la realidad. En general la curva real cortó la curva de crecimiento.
—Pero dirigentes de la oposición dicen que se llegó a una saturación y que la delincuencia no puede aumentar mucho más...
—No hay saturación. El que diga eso no conoce lo que está pasando en el entorno. La otra medida es por qué el inversor que viene a Uruguay, el turista, el que viene de paso, dicen “esto es diferente, es otra cosa”. Eso es otra medida, porque compara lo que ve acá con lo que ve en su país, o en un país que visitó.
—El objetivo de su gestión era contener el crecimiento de las rapiñas, llevarlo a una meseta y luego comenzar a bajar su número, pero este año va a terminar con un nuevo incremento.
—A lo que sí llegamos es a bajar la curva, llegar cerca de la meseta. Se acható el crecimiento, pero no se llegó al crecimiento cero.
—Vázquez prometió bajar las rapiñas un 30% en los próximos cinco años. ¿Es viable lograrlo viendo lo sucedido hasta ahora?
—Nosotros medimos lo que empezó a pasar este año con las experiencias piloto y pensamos que sí. En Ciudad Vieja bajaron entre 60 y 70%. Pero tenemos otro problema. Si nosotros agarramos a alguien que está sindicado como autor de un delito de rapiña y va a juez y le pone hurto. El crecimiento de la rapiña está por el aumento de la denuncia de rapiña, pero mucho de lo que está denunciado como rapiña y se agarra a los delincuentes, el juez después lo procesa como hurto. Y no lo corregimos en las estadísticas porque es la denuncia lo que medimos.
—¿Por qué pasa eso?
—Si a vos te tironean y te sacan un celular, es hurto. Pero si la persona le dice al policía que lo agarraron del brazo, que le pareció que el delincuente tenía un arma, entonces el policía lo registra como rapiña. Ahora, a ese lo agarran a la cuadra, va al juez y lo procesan por hurto. Nosotros nos basamos en la denuncia y en lo que interpreta el policía.
Además en otro momento, eso era hurto siempre, pero en este momento figura como rapiña.
—¿En qué otro momento?
—Cuando les dijeron a los policías que contuvieran las denuncias.
—Está diciendo que maquillaban las cifras de delitos.¿Cuándo?
—Antes de la llegada del Frente Amplio al gobierno.
—¿Durante qué gobierno?¿Durante el de Jorge Batlle?
—Antes del Frente.
—¿Usted afirma que todos los ministros del Interior de gobiernos anteriores ordenaron a la Policía que maquillaran las cifras?
—Es una práctica policial, no sé si estoy acusando a los ministros. Los ministros del Interior, en la primera época pos dictadura, lo que plantearon fue tener 40 detenidos por noche.
—¿Las denominadas razias?
—Sí. Detenían al que iba a bailar y no tenía cédula. Eso no sirve para nada. Y no registrar la denuncia tampoco sirve para nada. Y eso pasaba. Lo hemos tratado de investigar y nos dijeron “no busquen más porque no van a encontrar nada”. Esto se registraba en un cuaderno y una libreta. Cuando en el cuaderno se llegaba a una cantidad, se cambiaba de cuaderno. Entonces, si bien se investigaban todas las denuncias, en el registro oficial había menos. Nosotros hacemos lo opuesto, exigimos que se registre todo. Y cuando se registra todo a veces se les va la mano con la determinación de qué es rapiña y qué no. Lo que es inversamente proporcional a lo que hace la Justicia: lo que es rapiña a veces lo procesa como hurto.
—¿Usted les transmitió esto a las autoridades del Poder Judicial?
—No hemos hablado de esto en particular. Pero está claro que tenemos que coordinar para el futuro, unificar criterios por lo menos.
—“El País” informó el caso de un grupo de menores que impidió circular a un auto con el objetivo de robarle las pertenencias al conductor.
—A mí me pasó. Fuimos a un entierro de un compañero en el Cementerio del Norte y en Aparició Saravia paró un camión adelante, se bajaron unos menores —el mayor tendría 14 y el menor 8— y nos quisieron robar. Vino uno por la ventanilla mía a pedirme un peso, metió el brazo y le agarró la cartera a Susana. Le tomé el brazo, lo torcí y soltó la cartera. Los otros menores venían a romper el auto con unos palos, cuando vieron que ese quedó con el brazo lastimado, se asustaron y se fueron. Fue en el 2001, no en este gobierno.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Que desde hace tiempo que esto pasa. Los intentos de robo que sufrí fueron antes.
—¿Hay que conformarse?
—No, quiero decir que no es novedad. Hoy se está investigando en profundidad. Porque la Policía va, los agarra y el juez los manda para la casa porque no robaron. Tenés que hacer una investigación más grande y conseguir testigos. Y los testigos, gente que lo sufrió, no lo va a hacer. Entonces, es más complejo que decir “esto está pasando, ¿qué hacen?”.