• Cotizaciones
    jueves 15 de mayo de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    La injusticia de la igualdad

    Nº 2084 - 13 al 19 de Agosto de 2020

    Bajo el argumento de las bondades de lograr la igualdad entre los ciudadanos, se han cometido la mayor cantidad de atropellos a la libertad individual. Y lo peor del caso: jamás han logrado su (aparente) loable propósito. Siguen existiendo desigualdades. ¿Pero es eso malo?

    Como bien relata Agustín Etchebarne en su libro La clave es la libertad, las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX se hicieron en nombre de la libertad y de la igualdad, pero no se referían a la igualdad de resultados (como reclama el marxismo), ni siquiera a la igualdad de oportunidades (que demandan los socialdemócratas), sino a la igualdad de derechos y obligaciones ante la ley.

    Existe una desigualdad justa y otra injusta. Supongamos dos hermanos mellizos, criados en la misma casa, con el mismo cariño y la misma educación, pero donde cada uno de ellos fueron tomando decisiones diferentes en sus vidas. Ambos iban al mismo colegio, pero uno prestaba atención al maestro y el otro no. Uno era simpático y generoso, el otro seco y avaro. Por lo tanto, si bien ambos recibieron las mismas semillas, pero las plantaron y cuidaron de forma muy diferente, es justo que cada uno recoja frutos diferentes y sería muy injusto “castigar” al laborioso con un impuesto para “que pague más el que tiene más”.

    La desigualdad injusta se da cuando los que ganan no es por méritos propios, esfuerzo o cualidades, sino por privilegios dados. Así, el empresario que se enriquece por tener un contrato especial con el Estado, o por haber obtenido una licencia o permiso que no les fue dado a otros, es una injusticia a combatir. Lo mismo cuando las monarquías, el clero, los militares o diferentes castas sociales o religiosas accedían a bienes que a otros les eran vedados.

    ¿Pero qué hay de la igualdad de oportunidades “al inicio” de la carrera? Los que defienden esta igualdad, refieren casi exclusivamente a la igualdad material, pero lo cierto es que las personas no solo necesitamos dinero, sino afecto, contención, estímulo y buenos hábitos.

    Las diferencias en el inicio, durante la carrera y al final de la misma siempre van a existir. Y eso no solo no es malo, sino hasta deseable, ya que tales diferencias motivan una sana competencia, que, dadas buenas reglas de juego liberales, casi todos puedan competir.

    Lo que Etchebarne propone no es la “igualdad” de oportunidades, sino la “multiplicación” de las oportunidades, de tal manera de ayudar a las personas, desde su más tierna infancia, a detectar sus talentos y desarrollar capacidades que les permita moverse en la vida para cubrir sus necesidades fisiológicas y de seguridad, sin importar demasiado si el que corre en el andarivel de al lado, lo hace más rápido o con mejor indumentaria, porque, en definitiva, mi carrera es muy buena para mí.

    Por lo tanto, el foco debe estar en la educación, pero no en la que conocemos hasta ahora, con programas rígidos, aburridos y bastante alejados de la realidad, sino que los educandos sean vistos “no como cántaros a los que hay que llenar, sino como antorchas a las que hay que encender”. Y una vez encendida esa antorcha, facilitarles el camino para trabajar o emprender.

    Nada de esto sucede hoy en Uruguay. La mayoría de los estudiantes no terminan los estudios secundarios y la mayoría de los que sí lo hacen, no son capaces de comprender un texto básico. Y los preparados para emprender se enfrentan a trabas, impuestos y regulaciones que desaniman al más optimista.

    Educación útil y menos regulaciones, deberían ser los dos faros de la “nueva igualdad” deseada.