• Cotizaciones
    jueves 12 de septiembre de 2024

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    La magdalena y Heidegger

    Columnista de Búsqueda

    N° 2044 - 31 de Octubre al 06 de Noviembre de 2019

    Me resisto a creer que se trata de una usual operación de sinapsis o de una simple noticia alojada, como miles, en las intrincadas provincias del hipocampo; ambas respuestas son obvias y pertinentes, pero están heridas por el defecto de carecer de poesía, de misterio. El recuerdo es (tiene que ser) necesariamente más que eso.

    Marcel Proust nos demostró que albergamos un repertorio de recuerdos que jamás conocieron la luz y que atraviesan mudos las injurias de los años y del olvido hasta que un día emergen torrencialmente para traernos la integralidad intacta de un pasado que creímos desaparecido para siempre. Cualquier incidental sensación del presente, dice Proust, puede ser la puerta que nos asoma a ese ayer: el sabor de una magdalena mojada en té, el ángulo de un campanario recortado en el horizonte, la pertinaz losa floja que el pie tienta a la entrada del petit-hotel de los Guermantes, el olor penetrante de un baño público. Cuando eso ocurre el bocado de magdalena se corporiza en una evocación de sensaciones análogas que suben en tropel: “En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (…) la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres (…); y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té”.

    La imagen de una cápsula tal vez explique bien este proceso: hay recuerdos que nunca salieron a la superficie, que por eso no están contaminados, que acuden frescos, intocados a nuestra conciencia agradecida. Esa es una familia de recuerdos muy estimada; pero pensemos que también está la otra familia, que es la de los recuerdos perseguidores; también numerosa, también perturbadora. En el capítulo 14 de Ulises se presenta, para mí de un modo que ningún otro escritor puede hacerlo, a esa fatal pero tan cercana estirpe de recuerdos: “Hay pecados o (llamémoslos como el mundo los llama) memorias malignas que el hombre oculta en el ámbito más recóndito de su corazón pero allí siguen y esperan. Él puede que permita que sus memorias se nublen, que les permita ser como si nunca hubieran existido y casi persuadirse a sí mismo de que no existieron o al menos de que fueron de otra manera. Sin embargo, una palabra imprevista las hará surgir de nuevo y se alzarán para enfrentarse a él en las más variadas circunstancias, en forma de visión o de sueño, o al tiempo que la pandereta o el arpa sosiegan sus sentidos o a mitad de la fresca tranquilidad plateada de la tarde o en el banquete, a medianoche, cuando esté ahíto de vino. No para insultarle caerá sobre él la visión como sobre alguien sumido bajo su ira, no por venganza para apartarlo de los vivos sino envuelta en patético vestido del pasado, silenciosa, remota, reprobadora.”

    Sobre el punto creo necesario recordar una tesis de Heidegger: el pasado que “no se escapa de las manos es el que hace posible el recuerdo”; esto quiere decir: por un inexplicable acto del presente impedimos que un “ahora” se desvanezca, se pierda.

    El acto de retención es, como su antípoda la expectación, la construcción del tiempo en el que elegimos vivir. Habitamos en una intemperie donde los Iímites los fija el horizonte ante el que valerosamente nos abrimos. Enseña Heidegger: “Esta constitución fundamental del ser humano remite al tiempo propio”.

    No estamos solos. Estamos con nosotros. El recuerdo, bajo tal perspectiva, nos pertenece de modo eminente; es lo que hemos decidido que sea; aun con el débil obstáculo de nuestra voluntad y con los pobres ambages de ese simulacro de la luz que en homenaje a la brevedad denominamos conciencia.