N° 2052 - 26 de Diciembre de 2019 al 01 de Enero de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn tan solo dos años, el feminismo en su expresión global mutó del movimiento #metoo (encabezado por las actrices que denunciaron los abusos sexuales en Hollywood) al fenómeno provocado por la performance Un violador en tu camino, creada por el colectivo de mujeres Las Tesis, de Chile. La canción de la performance se transformó casi en un himno para el activismo feminista actual, y se viralizó desde Valparaíso hasta Nueva Delhi, pasando por Estambul, Bogotá, París, Buenos Aires, Madrid, Montevideo, Londres, y las más diversas ciudades del mundo.
La enorme diferencia entre estos dos momentos del feminismo reciente habla del progreso que este ha tenido en dos años: un corrimiento desde un fenómeno que (a pesar de su potencia) pudo haberse considerado elitista por estar encarnado por mujeres privilegiadas y famosas, hacia la fuerza de un grito colectivo surgido desde un grupo de mujeres desconocidas de un país latinoamericano. Ya no importa quién lo dice o de quién parte, lo relevante es el sentir común, el hartazgo compartido frente a la violencia patriarcal y su impunidad.
Aunque las redes sociales y el activismo digital fueron centrales para la viralización, no fue solo un caso más de “activismo hashtag”: llevar a cabo la performance implicaba “poner el cuerpo”, reunirse a ensayar, traducir la letra a los distintos idiomas o adaptarla para las situaciones específicas de cada contexto. Miles de mujeres de ojos vendados se reunieron en todo el mundo para cantar: “El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que no ves. Es femicidio. Impunidad para mi asesino. Es la desaparición. Es la violación. Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eres tú”. Y en cada una de esas voces se escucha un timbre de dolor, un timbre de horror; un horror conocido, cercano, cotidiano.
Las Tesis explican que para crear la performance se basaron en las ideas de la antropóloga argentina Rita Segato sobre el “mandato de violación”. Segato, que entiende al patriarcado como un orden político basado en “el control, el disciplinamiento y la opresión de las mujeres”, explica que la violación es un acto de poder, de dominación, un acto político. Para Segato, el abuso sexual y la violación no están siquiera relacionados con el deseo sexual, sino que son actos que se apropian de la mujer, la controlan y la reducen a través de un “apoderamiento de su intimidad”.
El contexto político de Chile en los últimos meses fue sin dudas clave para la viralización de la performance. Mientras los carabineros chilenos niegan las acusaciones internacionales de violencia sexual dirigida a mujeres y niñas durante las represiones, Las Tesis cantan: “el violador eres tú. Son los pacos (los policías), los jueces, el Estado, el presidente”, y en dos líneas parecen resumir la experiencia de tantas mujeres de todo el mundo cuyas vidas se enfrentan a una complicidad patriarcal que las desarticula, dejándolas sin credibilidad ni garantías.
En este sentido, es difícil no pensar en estos días en la situación de las mujeres haitianas víctimas de los soldados uruguayos durante las “misiones de paz”, dado el informe que publicó recientemente el portal The Conversation. En 2017, las investigadoras Sabine Lee y Susan Bartels realizaron un estudio sobre “las experiencias de mujeres y niñas” que viven en las comunidades que recibieron tropas extranjeras de las “misiones de paz” en Haití. La investigación arroja que un gran número de personal de “mantenimiento de la paz” está involucrado en abusos de los derechos humanos, incluida la explotación sexual y la violación. Aprovechando la situación de extrema vulnerabilidad de la población haitiana, los cascos azules abusaban sexualmente de niñas y mujeres a cambio de algo de comida o algunas monedas. De las 2.500 personas entrevistadas, 10% (265 personas) contaron historias sobre embarazos provocados por los soldados, hasta en niñas de 11 y 12 años. Uruguay figura en primer lugar como país de origen de los soldados implicados en estas historias de embarazos (aun siendo la tropa uruguaya menor en tamaño que la brasileña, que figura en segundo lugar de responsabilidad). Hace ya años que se sabe de estos abusos; sin embargo, los soldados volvieron a Uruguay y las soluciones siguen sin aparecer para las mujeres haitianas (por ejemplo, un artículo de The Guardian de 2017, cuenta la historia de una madre que poco después de dar a luz, recibió 350 dólares del soldado uruguayo que engendró a su hijo, y desde entonces no recibió más nada de él).
La amarga realidad de la que habla Un violador en tu camino se refleja claramente en este tipo de noticias, y permite entender la razón por la que la performance se ha extendido como pólvora por tantas y tan diversas comunidades de mujeres (indígenas, europeas, asiáticas). Es tiempo ya de empezar a desmantelar el “mandato de masculinidad”, que no solo destruye las vidas de tantas mujeres, sino también las de muchos hombres. Que sean estos entonces los deseos para el año nuevo que está por comenzar.