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Legisladoras participan en comisiones sobre políticas sociales y salud, pero tienen presencia nula en áreas como ganadería o transporte
La distribución de las mujeres en el Parlamento “reproduce” las condiciones de desigualdad de género, asegura investigadora de la Universidad de la República
La composición y la distribución de los legisladores en las comisiones parlamentarias, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, obedece a negociaciones políticas y lógicas usualmente no explicitadas. Reflejan especializaciones, disponibilidad y también relaciones de poder en los ámbitos partidario, sectorial y hasta personal.
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No todas las comisiones “valen” lo mismo para los senadores y los diputados. Y no todas suelen tener la misma cantidad de mujeres. “Hay algunas que están feminizadas y otras masculinizadas; tiene que ver con los temas que tratan y la relevancia de las comisiones”, dice Verónica Pérez Bentancur, doctora en Ciencia Política de la Universidad de la República.
Para la senadora colorada Carmen Sanguinetti, la composición de las comisiones refleja la participación que tenían las mujeres “hace 10 o 15 años” en el área de actividad del cuerpo, dado que el Parlamento tiene cierto “desfasaje” con la realidad y algunos sectores que históricamente han estado muy masculinizados, como la actividad agropecuaria, hoy tienen otra presencia femenina.
Un análisis de la actual composición de las comisiones, teniendo en cuenta los legisladores que ocupan la titularidad de las bancas, permite analizar su distribución.
En el Senado, las mujeres ocupan el 32,2% de las bancas, mientras que en ocho de 17 comisiones ordinarias la integración femenina supera ese porcentaje. La “sobrerrepresentación” ocurre en las comisiones de Ambiente; Asuntos Laborales y Seguridad Social; Ciencia y Tecnología; Constitución y Legislación; Derechos Humanos y Equidad de Género; Educación; Salud; y Población, Desarrollo e Inclusión.
En la Cámara de Representantes las mujeres tienen el 26,2% de las bancas, y en ocho de 15 comisiones ordinarias superan ese porcentaje en integración femenina: Asuntos Internos; Defensa; Derechos Humanos; Industria, Comercio y Servicios; Presupuestos; Salud; Turismo; y Vivienda.
Hay coincidencias en ambas cámaras respecto a las comisiones con escasa presencia femenina. Las de Ganadería, Agricultura y Pesca y de Transporte y Obras Públicas son los casos más notorios, sin parlamentarias en ninguna de las dos cámaras. Las comisiones de Hacienda, por su parte, tienen apenas una legisladora en Diputados y Senado, y lo mismo ocurre con las de Asuntos Internacionales.
En contrapartida, las comisiones de Género y Equidad de ambas cámaras registran una participación altísima de las mujeres en ambas cámaras: 71,4% de sus integrantes son mujeres en el Senado y 77,7%, en Diputados. También hay otras comisiones con alta participación femenina: Población y Desarrollo (77,7% en el Senado y 50% en Diputados); Salud (42,8% y 80%, respectivamente); y Ciencia y Tecnología (42,8% y 28,5%, respectivamente). Además, la Cámara de Representantes tiene su propia comisión de Derechos Humanos (en el Senado está unida a la de Equidad y Género), en la que dos de sus cuatro integrantes son mujeres.
Para Pérez Bentancur, es común que las mujeres tiendan a ir a comisiones relacionadas con temas sociales o “menos relevantes”. Y esto, sostiene, es un “problema” en la medida en que quienes van a las comisiones más importantes adquieren más visibilidad “y si van a las menos relevantes van a ser menos llamadas por los medios”. Para la politóloga, esto demuestra que los problemas de inserción de las mujeres en política “no se terminan cuando llegan al Parlamento, sino que se reproducen y las posiciones que ocupan en el Poder Legislativo ayuda a ello”.
Las comisiones más relevantes
Daniel Chasquetti, doctor en Ciencia Política y profesor titular del Instituto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, sostiene que, en líneas generales, las dos comisiones más codiciadas suelen ser las de Constitución y de Hacienda de ambas cámaras. Le siguen, interpreta, la de Asuntos Internacionales, la de Presupuesto (que suele tratar los temas presupuestales de la cámara, pero se integra a la de Hacienda para tratar el presupuesto nacional y las rendiciones de cuentas) y la de Legislación del Trabajo. Otras comisiones, en tanto, pueden adquirir una relevancia especial en función de alguna iniciativa legislativa puntual.
La distribución de los legisladores en las comisiones, explica, depende del peso de cada partido y de cada fracción, y también de la cámara, porque los senadores pueden integrar varias comisiones ordinarias pero los diputados, solo una.
Con base en sus estudios, Chasquetti sostiene que las variables que más influyen para que un parlamentario pueda elegir sus comisiones son, además del partido y el sector que pertenece (y su peso electoral), la antigüedad que tiene y el “distrito” al que representa; es decir, si es de la capital o del interior, ya que en este último caso los legisladores suelen aspirar a ser intendentes y dedicarse a temas locales.
A diferencia de Pérez Bentancur, Chasquetti considera que el sexo del legislador no es una variable primordial a la hora de definir la participación de un legislador en una comisión, aunque sí suele ocurrir que algunas comisiones no muy “apetecidas”, como las de Derechos Humanos, que suelen estar integradas por mujeres electas por primera vez. Una vez que los legisladores son reelectos, sostiene, tratan de mejorar su posición dentro del Parlamento. “Si una mujer pertenece a un partido que viene creciendo y está en una fracción que vota muy bien, es posible que tenga acceso a una comisión más potente que otra que está en un partido en declive”, sostiene. Así, Chasquetti considera el sexo como una variable “subsidiaria” en relación con otras más importantes a la hora de definir el lugar de un legislador.