• Cotizaciones
    domingo 09 de febrero de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Lo que es humanamente importante

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2170 - 21 al 27 de Abril de 2022

    , regenerado3

    La mayor parte de las veces que debatimos asuntos públicos lo hacemos sobre los ejes ideológicos convencionales: izquierda vs. derecha. Y, por lo general, luego de intercambiar sopapos más o menos retóricos, nos retiramos con la satisfacción de haber defendido de manera más o menos adecuada la fortaleza ideológica propia. Satisfechos de haber demostrado que nuestro punto de vista es superior, a veces incluso moralmente superior. De ahí que sea común para muchos creer que los otros, los que no piensan como uno, son unos inmorales. Y ya se sabe lo que hay que hacer con los inmorales, además de condenarlos. En fin, que esos ejes suelen ser los habituales y esas las conclusiones más básicas que se suelen extraer del debate.

    Otras veces, sin embargo, se nos plantean temas que no pueden ser recortados sobre ese eje. Temas que o bien son más complejos que el habitual Peñarol vs. Nacional o bien involucran otras dimensiones, más filosóficas quizá. Filosóficas en el sentido de implicar posturas y opiniones sobre en qué consiste la buena vida, la vida que nos resulta deseable. O, como en el caso que me ocupó el lunes 19, en qué consiste la buena muerte. Es que en Todas las voces, el programa televisivo de Canal 4 en el que participo los lunes por la noche, charlamos sobre la eutanasia. En particular, sobre el proyecto de eutanasia que se viene debatiendo en el Parlamento.

    Por supuesto, incluso este tema tan delicado y profundo puede ser tratado de mala manera. No existe tema complejo que no pueda ser simplificado y/o brutalizado hasta el punto de desfigurarlo. Teniendo claro, eso sí, que cuando un asunto complejo es simplificado en un debate, difícilmente las conclusiones que se extraigan de ese debate ofrezcan soluciones al problema real. Ya no digamos soluciones, difícilmente habremos hablando del problema real, solo de su simplificación.

    Afortunadamente no fue ese el caso del lunes. Al contrario, liberados de la atadura partidaria, ese corsé que acota la autonomía de ideas y las vuelve en un simple medio para capturar votos (o para perderlos, suele ocurrir), los que charlamos sobre ese complejo y muchas veces doloroso tema lo hicimos con la más sincera voluntad de exponer nuestras visiones más íntimas al respecto. Eso no quiere decir que no haya habido roces o diferencias. Al revés, se discutió lindo, pero se lo hizo de forma tal que los ejes que emergieron generaron parcerías de opinión poco habituales en el programa.

    Lo que constatamos por enésima vez esa noche es que no siempre basta el eje ideológico partidario convencional para definir lo que es bueno o malo para el colectivo. Lo partidario sirve y mucho para generar frentes comunes de ideas. Para organizar las opiniones existentes en campos definidos. Pero sin un debate previo, esas ideas que se enfrentan, esos campos, corren a veces el riesgo de convertirse en mero cascarón, pura retórica de choque con muy poca cosa atrás. Pura política de consignas huecas. Por eso a veces (yo diría que siempre pero todo no se puede) conviene discutir cosas que son humanamente serias.

    El de la eutanasia es uno de esos debates en donde lo ideológico se cruza de manera muy visceral con la experiencia personal. Y es que a medida que uno se va haciendo viejo, va coexistiendo de manera más natural con la presencia de la muerte y con su cercanía. Una cercanía que implica que muchas veces la propia biografía esté involucrada de manera muy directa en nuestras opiniones sobre el asunto. Por eso es frecuente que cuando se habla de la eutanasia, un asunto que más allá de sus aspectos instrumentales tiene mucho de filosófico, la primera reacción sea referirla a las situaciones cercanas vividas. Y eso, claro, hace más difícil lograr la necesaria distancia para pensar en el conjunto, en aquello que consideramos bueno o malo para todos. Que es precisamente lo que hace una ley.

    Lo interesante del debate sobre la eutanasia es que, más allá de su inevitable visceralidad, sirve para pensar en dónde trazamos líneas comunes. En dónde ponemos el límite entre lo que es decisión individual, autonomía personal y adulta, y en dónde interviene el colectivo. La idea de que un ciudadano adulto es capaz o no de elegir, en determinadas circunstancias límite, cómo lidiar de manera activa con su propio fin es algo que choca frontalmente con lógicas que usualmente se le reservan al Estado o a la religión. Sobre todo y de muchas maneras inerciales, a esta última.

    Es claro que existen mejores o peores leyes, mejores o peores formas de lidiar con esa creciente autonomía que históricamente venimos conquistando en nuestras sociedades democráticas y abiertas. Sin embargo, de esa posibilidad no se debería concluir que debamos dejar de intentar incrementar esa autonomía. Es un poco como ocurre con las críticas a la democracia: que esta no funcione perfectamente bien, que al ser una construcción en constante revisión lo que vemos en la realidad no coincida con nuestro “tipo ideal” weberiano, no debería llevarnos a desecharla sin antes haber agotado y explorado todo su potencial.

    Entonces, más allá de este debate concreto sobre la eutanasia, sobre cómo debería instrumentarse o no la misma, sobre todos los aspectos concretos que se ponen en juego cuando se activa el dispositivo legal, entiendo que lo valioso del debate del lunes fue que versó sobre cosas en apariencia más abstractas pero no por ello menos importantes. Fue un debate sobre qué es eso que entendemos como una buena vida y una buena muerte. Sobre los límites de la autonomía del individuo y su impacto sobre lo colectivo. Fue un debate sobre hasta qué punto lo colectivo, lo religioso, el deseo de los familiares, su dolor, deben o no primar sobre las decisiones que ese individuo toma en condiciones extremas. Decisiones tan drásticas como ser dueño de la propia muerte.

    ¿Conclusión? A veces resulta mucho más enriquecedor debatir sobre lo que es humanamente importante que hacerlo sobre lo que es partidariamente urgente. Y ojalá en la charla pública esas veces fueran la norma y no la excepción.