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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace dos semanas escribí una columna sobre la manifestación contra la represión en Venezuela que se realizó en la Plaza de Cagancha el día 19 de abril.
Una semana más tarde leí con pesar la carta del Sr. Antonio Romero Píriz, que demuestra una interpretación de mi columna muy distinta a mi propósito y a las normas de la gramática.
Cito de la misiva: Dice que había un diputado uruguayo, y hubo 3 del Partido Nacional, un edil del Partido de la Gente, y al menos una dirigente colorada. Nadie del FA. Dice que no había más uruguayos y estábamos varios con el Pabellón Nacional, del grupo Comité Uruguayo de Apoyo a la Oposición Venezolana.
En realidad, jamás la voz narradora del relato “dice” la cantidad de diputados que había. La voz intenta representar a una uruguaya común y corriente que viene de trabajar con una mochila llena de libros en la espalda y se baja del ómnibus para sumarse a una manifestación contra la dictadura de Maduro.
Se trata de una estampa urbana subjetiva, donde la primera persona y la afectividad que esta trasunta se ponen en primer plano: “Pregunto a una señora si entre los manifestantes hay uruguayos. Me dice que pocos, que solo vino algún diputado”. La información la da una manifestante en lenguaje coloquial: “Pocos, algún”. En el Diccionario de la Real Academia se explica que “algún” es un adjetivo indefinido con el sentido de alguno. El pronombre “alguno” luego es definido en varias acepciones, pero las primeras y más usadas implican que la intención del hablante no es decir “uno”, sino “pocos”.
Entiendo que el Sr. Romero pueda haberse sentido dolido porque no explicité el nombre de los muy escasos parlamentarios uruguayos que allí concurrieron y que no haya detenido mi mirada en su grupo abanderado con el pabellón nacional, mezclado en un mar de banderas venezolanas.
Pero mi voluntad era comunicar a los lectores de Búsqueda la escasa empatía que los uruguayos parecen manifestar por la tragedia venezolana. Los tres diputados del Partido Nacional y el edil del Partido de la Gente fueron cuatro personas elegidas por la ciudadanía, pero su presencia (“cuatro”) no compensa la flagrante indiferencia de la generalidad uruguaya hacia lo que está sucediendo en Venezuela.
De hecho, así lo sentían los manifestantes venezolanos, dado que varios de sus carteles declaraban: no más indiferencia hacia Venezuela.
En mi columna, metafóricamente, más adelante se dice que los montevideanos parecen no vivir por allí. Y, efectivamente, aquella noche los ómnibus pasaban, los autos y taxis también, las motos, pero nadie gritaba, nadie saludaba, nadie sonreía desde ellos a los venezolanos exiliados en nuestro país.
Que hubiese un grupo de asistentes en solidaridad con la libertad de Leopoldo López no tacha la vergüenza de que no haya pintadas en los muros a favor de su liberación, por ejemplo.
Deberíamos haber sido muchos más, Sr. Romero.
Es muy triste que solo su grupo y estos pocos legisladores hayan estado allí. En cambio, días más tarde, vi una cuadra tupida de jóvenes uruguayos reclamando la libertad de compañeros presos por plantar más cannabis de lo permitido.
Estoy a favor de la despenalización de la marihuana, por cierto, pero no me deja de resultar deprimente que las calles uruguayas permanezcan en silencio ante los muertos de las manifestaciones en Venezuela (¿quién no ha visto esas fotos espeluznantes?) y sin embargo hagan batucadas y cánticos por la libertad de tener más de seis plantitas de cannabis o veinte.
Finalmente, entiendo que mis columnas no tienen como propósito hacer una investigación exhaustiva sobre una problemática determinada. Son otra cosa.
Seguramente en esta revista experientes periodistas podrán colmar su exigencia de exacta información.
Andrea Blanqué